JOSÉ TOMÁS, EL MITO
COMO DECÍAMOS AYER… José Tomás es el punto de inflexión más importante, en el tortuoso camino que en estos momentos transita la Fiesta de los Toros, víctima o chivo expiatorio, ustedes dirán amables lectores, de la voracidad de las transnacionales de los alimentos que han inventado la religión del animalismo contemplativo. Religión industrial no cabe duda, con sede en Suiza y en negocios con los más variopintos del orbe. Se dedican mucho más esfuerzos económicos en la parafernalia para las “mascotas” que el que está dirigido a mitigar el hambre y combatir el desamparo de los niños del mundo.
Decíamos de José Tomás, que el 24 pasado reapareció -¿Resucitó?- en Valencia, en tarde que la ciudad del Játiva recibió millones de euros de los feligreses del torero de Galapagar, muchos más que los entregados por la Fórmula Uno en el circuito de la ciudad del Levante. ¿Y qué ha hecho Tomás para superar en atención, convocatoria y recaudación a los bólidos de la Ferrari y hasta la atención sobre Alonso en un momento vital del Campeonato de Fórmula Uno? Nada complicado, aunque difícil de reunir: personalidad, y una hábil estrategia que lo ha convertido en un mito popular innegable.
JOSÉ TOMÁS le ha devuelto a los ruedos dos vértices fundamentales de la tauromaquia: un valor de leyenda y una pureza en la concepción del toreo que le han convertido en un mito viviente, el único mito auténtico que ha dado la fiesta de los toros desde Manuel Rodríguez "Manolete". Luego del retiro forzoso de la cornada que sufrió en Aguascalientes, el 24 de abril de 2010, hace ya 15 meses, regresa fiel a su línea. Es decir, inamovible en el sitio, ordenando el viaje del toro a cambio de la cornada. No, no es una actitud suicida, se trata de una declaración de dignidad y de ética que lo lleva hasta el sacrificio, la inmolación o la adoración. 4/ No admira por su técnica ni seduce por su estética. La pasión del público nace de su inmovilidad, de la sensación de riesgo inminente. Ese, su estatuaria actitud es su gran secreto. Secreto que fue el de Manolete, es lo que provoca sus faenas emocionantes, aunque no ortodoxas.
CUAL MONJE se enclaustra en el silencio. No da entrevistas, no declara a la radio, no posa en la TV ni permite que sus corridas sean televisadas. Tampoco hace declaraciones: el misterio crece. No habla, pero manda en la plaza, sobre sus compañeros e impone las
circunstancias, y no hay quien sea capaz de contradecirle, por lo menos mientas su nombre en un sólo cartel sea suficiente gancho para llenar la plaza todas las corridas del abono. Lleva público a la taquilla. Así lo han hecho siempre las grandes figuras. Su «gancho» tira de todo un abono. Y lo hace valer.
En épocas de pesimismo, cuando el toreo es utilizado como bandera hispánica por los enemigos de España cuando los catalanes proponen independencia de Madrid, José Tomás se convierte en un mito taurino que ha consolado al pueblo español triunfando apoteósicamente en la Monumental de Barcelona donde se ha encerrado en solitario, rodeado de la crema y nata de la intelectualidad, con premios Nobel en los tendidos, los más destacados de la sociedad catalana llevándolo a hombros muy a pesar de los animalistas, que en esta oportunidad deben contemplar al ídolo cruzar Las Ramblas.
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