Información y Opinión Taurina de Venezuela para el Mundo, por el periodista y crítico taurino venezolano Víctor José López "EL VITO"
miércoles, 1 de junio de 2011
MÉXICO EN EL CORAZÓN DE MADRID
Diego Silveti, torero de dinastía con valor y prestancia para repartir.Silveti se presentaba en Madrid como cuarta generación de su dinastía: los Silveti.
EL VITO
Cuando la Fiesta de los Toros celebra el Centenario del nacimiento de Fermín Espinosa “Armillita Chico”, México se mete dentro del corazón de Madrid, en los carteles de la Feria de San Isidro. “Armillita”, al que llamaron “El Joselito mexicano” por su sabiduría como lidiador, fue tan grande en España, sin rivales que se le opusieran, que Domingo Ortega y Marcial Lalanda inventaron lo que Juan Belmonte calificó “El boicot del miedo” para impedir que Fermín cobrara en las plazas lo que había sembrado en toda España con su genialidad.
No hay duda, fue superior a Rodolfo Gaona y su trascendencia superior a la de Carlos Arruza. Armillita, luego del “boicot” que llevó a la ruptura de las relaciones taurinas entre México y España, más allá de la Guerra Civil de España, reapareció en España, y lo hizo en la Real Maestranza de Sevilla la tarde que se cortó el primer rabo en la Maestranza,
Más tarde sería otro americano, César Girón, el que escribiría con su torería y grandeza artística otra inconmensurable hazaña, la de cortar dos rabos en una Feria de Abril de Sevilla.
El último de los aztecas en hacer el paseíllo en Las Ventas fue el bisnieto de “Juan sin miedo”, el famoso Tigre de Guanajuato, Juan Silveti. Me refiero a Diego, el hijo de David, sobrino de Alejandro y nieto de Juanito Silveti, un grande del toreo de México que tuvo las más sonoras actuaciones de triunfo en Madrid y en Sevilla ¡Casi nada! Diego no tuvo suerte con los novillos – toros del Ventorrillo que le correspondieron en su lote el lunes 30 de mayo, sin embargo Madrid si estuvo afortunado de descubrirle en su “apasionante entrega”, parafraseando al maestro Pepe Alameda.
El primero de los mexicanos que levantó de sus asientos a los madrileños fue Arturo Saldívar, por su valor evidente y porque trae el sentido perdido del toreo con la variedad, competencia y decisión en la ejecución de cada suerte. Saldívar, que de novillero había pisado la arena de Las Ventas, fue a San Isidro contratado para una tarde; pero con el valor que le echó se ganó la otra, una sustitución que le dejó aún mejor parado en el rango de su cartel como torero.
Luego hizo el paseíllo un novillero, Sergio Flores, homónimo de aquel venezolano de Valencia que ilusionó a nuestra afición en aquellos días cuando los hermanos Girón llevaban la batuta de la Fiesta, en España como en Venezuela. Flores en su actuación le secó la boca a quienes sorprendidos no eran capaces de cerrarla. Valor, a raudales el de Flores. Le negaron la oreja que pidió multitudinariamente la concurrencia, que fue mucha porque casi se llenó la inmensa Monumental de las Ventas. Queda su gesto en el inventario.
El tercer mexicano que actuó este año en la temporada de San Isidro de Madrid fue Ignacio Garibay, un torero triunfador en Maracay y en Tovar, y conocido de la afición de Venezuela, Nacho Garibay ha sido de esos toreros que escalan las dificultades sin prisa, pero con entrega. Y llega a Madrid, regresa a Las Ventas con una corrida con la que triunfar era pretender atropellar la razón. Un toro de casi 700 kilos, de una ganadería en baja desde hace años como es la de Pablo Romero (Partido de Resina), es la reunión de la sin razón. No cabe duda. Nacho salió a jugársela, no tenía otra, y se colgó de un pitón y le propinaron un cornalón. Por dignidad profesional no se metió en la enfermería, él no le iba a dejar ese “paquete" a sus compañeros de cartel y hasta que no le metió la espada en un gesto que le dignifica no se fue a la enfermería. Garibay le había brindado la muerte de de este toro a tres grandes figuras del toreo que seguían el festejo en el callejón. Eloy Cavazos, Palomo Linares y César Rincón. Casualmente se cumplía un aniversario más de la tarde que Palomo le cortó un rabo en las Ventas a un toro de Atanasio, y Rincón recibía homenajes por aquellas cuatro puertas grande que abrió en la Monumental
Y llegó la tarde de Diego Silveti, presentación que el destacado cronista de El Mundo de Madrid, Vicente Zabala de la Serna, narra así:” Diego Silveti se presentaba en Madrid como cuarta generación de su dinastía: los Silveti. Del viejo Tigre al Tigrillo pasando por el Rey David (su padre) y su tío Alejandro. De algo le viene la casta al galgo. Eso pudo demostrar: raza y valor. Genio y mansedumbre derrochaba el novillo de El Ventorrillo en sus arreones, rematado y redondo. Por el derecho se metía con sentido; embestía con todo. Fuerza arrolladora. Silveti se puso sin probarlo en los medios. Y allí fue como un trueno. Al tercer viaje se llevó la muleta puesta y no al torero de milagro. La izquierda lo persiguió. El utrero toro se volvía al revés. Al hilo de las tablas. Otra vez la diestra, consciente Silveti de lo que se jugaba. El volteretón no tardó en llegar. Afortunadamente lo empaló solamente. Resolvió con la espada. Le faltó al novillo un puyazo como Dios manda.”
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