Jugársela es exponer la vida en la apuesta por el triunfo
VICENTE ZABALA DE LA SERNA
EL MUNDO, Madrid
Diego Silveti se presentaba en Madrid como cuarta generación de su dinastía: los Silveti. Del viejo Tigre al Tigrillo pasando por el Rey David (su padre) y su tío Alejandro. De algo le viene la casta al galgo. Eso pudo demostrar: raza y valor. Genio y mansedumbre derrochaba el novillo de El Ventorrillo en sus arreones, rematado y redondo. Por el derecho se metía con sentido; embestía con todo. Fuerza arrolladora. Silveti se puso sin probarlo en los medios. Y allí fue como un trueno. Al tercer viaje se llevó la muleta puesta y no al torero de milagro. La izquierda lo perseguió. El utrero toro se volvía al revés. Al hilo de las tablas. Otra vez la diestra, consciente Silveti de lo que se jugaba. El volteretón no tardó en llegar. Afortunadamente lo empaló solamente. Resolvió con la espada. Le faltó al novillo un puyazo como Dios manda.
Prestancia, presencia y huevos por docenas como le corresponde a un miembro de la gloriosa dinastía Silveti
Al altón cuarto le sacó Silveti un quite por gaoneras. Se apretó Barrio por chicuelinas. Brindó al público Diego. Principió por estatuarios y un cambiado muy del tío Alejandro. Pero el toro se frenaba por la izquierda y aunque iba con mayor recorrido por el derecho carecía de finales y de ritmo. Debió empezar al revés, de todas formas. Finalizó por bernadinas en un arreón terrorífico. Rajado acabó el manso. Lo pasó mal Diego Silveti con el descabello.
A portagayola se fue Víctor Barrio. Libró bien la larga cambiada. En los lances ya demostró el novillo su vicio de cabecear. Derrotar a final de viaje. El defecto seguiría en la faena de muleta, abierta con pases cambiados. Los derrotes alcanzaron la tela en los primeros compases, pero luego Barrio se la sacaba por abajo, encajado y valiente. Serían tres series no más. El novillo se puso entonces a la defensiva total por esa mano. Por dentro también. Guasa de novillo. Buen cierre andándole al manso nervudo hacia chiqueros. Estocada cabal. No se desplazó el quinto. Otro novillo a la baja. Por debajo se quedaba. Barrio puso voluntad.
El tercero traía unas hechuras más finas y de salida, otro juego. Rafael Cerro lo toreó bien a la verónica. Y quito por valentísimas saltilleras. Aprovechó su quite Silveti por delantales. Y Cerro no dejó pasar la réplica por el mismo palo. Buen novillo que se lesionó una mano. Desde entonces quedó lastrado. Rafael Cerro estuvo en muy buen nivel. Clásico. Se nota el maestro apoderado. Quiere hacer las cosas con gusto. Larga la faena. Principio y fin notables. No tanto la espada caída.
El sexto fue el mejor de la tarde en mansito. Rafael Cerro, que se presentaba, dejó vibraciones positivas. Pero el novillo tuvo ese punto fantástico de abrírse mucho y luego volver para haber puntuado más alto.
Ficha
Monumental de las Ventas. Lunes, 30 de mayo de 2011. Vigésima de feria. Tres cuartos de entrada. Novillos de El Ventorrillo, bien presentados, de distintas hechuras y remates; fino tipo el del buen 3º; genio y mansedumbre en los más bastos 1º y 2º; el altón 4º, desigual y rajado; desfondado el 5º; bueno el mansito 6º.
Diego Silveti, de azul marino y oro. Pinchazo y estocada pasada (palmas). En el cuarto, pinchazo y casi media en buen sitio y cinco descabellos. Dos avisos (silencio).
Víctor Barrio, de azul marino y oro. Estocada (petición y saludos). En el quinto, cinco pinchazos y un descabello. Aviso (silencio).
Rafael Cerro, de blanco y plata. Estocada caída (saludos). En el sexto, estocada caída (ovación de despedida).
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