sábado, 4 de junio de 2011

CUADRI, LA EMOCIÓN DE LA CASTA




ANDRÉS AMORÓS / MADRID


El tercer cuadri propinó un tremendo volteretón a Aguilar/PALOMA AGUILAR


Con los toros de Cuadri, vuelve la emoción a Las Ventas: corrida seria, hermosa para ver, muy dura para los toreros. Por eso los valoramos como héroes.

Lo repito una vez más: la emoción la trae el toro encastado; si es bravo, mejor, pero, en todo caso, con casta. Sin eso, la Fiesta se acerca al ballet, se queda en un manierismo esteticista: lo dijo Ortega (don José, no don Domingo).

¡Cuánto tiempo hacía que no veíamos un tercio de varas como el del tercero! Tenían que haberlo visto los que hablan del «pobre torito», como si fuera un minino... Sale manseando, se frena en el capote, pero se viene arriba. En la primera vara, derriba espectacularmente; en la segunda, mete los riñones como ya casi no recordábamos; todavía recibe una tercera: ovación al picador Juan Carlos Sánchez. Luego, se come la muleta, se vuelve muy rápido. Al tercer derechazo, le pega un volteretón tremendo a Alberto Aguilar. Sale ileso, está digno y logra una estocada corta a toma y daca.

El último, largo, bien armado, es incierto. Aguilar sortea con dignidad las dificultades pero pasa un calvario para matarlo.

Los otros momentos vibrantes de la tarde los consigue Iván Fandiño. El público madrileño lo recibe con afecto y él responde con gran disposición: con petición y oreja, roza incluso el gran éxito. Aunque no lo consigue, da un notable paso adelante en su carrera.

El segundo galopa y repite en la muleta. En el sol, Iván le planta cara. Por la izquierda, parece que se lo quiere comer pero logra algún natural largo, excelente, y liga bien los de pecho. El toro con casta y el torero valiente propician una faena que no es exquisita pero sí nos toca de verdad. Tarda en caer y le piden insuficientemente la oreja: creo que la merecía.

Le toca en suerte el quinto, «Podador», un gran toro, recibido ya con aplausos. Sale agresivo y Fandiño no se amilana: verónicas valientes, lo coloca bien. Va de largo al caballo, se luce el picador Rafael Agudo. Brinda al público y, antes de llamarlo, ya lo tiene encima, se come la muleta. Es un toro para consagrarse en Madrid (o para fracasar). Consigue Fandiño buenos muletazos pero varias veces, por la izquierda, le tropieza la muleta. El toro se va apagando y no se alcanza la apoteosis que se vislumbró. Volcándose, estocada desprendida: oreja. Sale muy lanzado de su dignísimo paso por San Isidro.

Al Fundi le tocan los dos más complicados. El primero, muy parado, reservón, se queda corto. Busca por la derecha y le desarma. Por la izquierda, todavía peor: macheteo y a matar.

El cuarto, de salida, casi lo encierra en tablas. Empuja en varas, le pegan mucho. La faena de muleta se queda en tanteos sin fruto y mata mal.

Si muchas tardes de San Isidro han sido tediosas, hoy no nos hemos aburrido ni un momento. Gracias a la casta de los toros de Cuadri y de Iván Fandiño, hemos vivido momentos de auténtica emoción. Aunque sea incómodo para los diestros, ése es el único camino. Lo cantó Manuel Machado: «La hermosa fiesta bravía / de terror y de alegría...» Así debe seguir siendo.

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