domingo, 12 de diciembre de 2010

EL BARRO AMASADO AL CALOR DE LA SANGRE


El mestizaje de Leonardo Benítez respuesta y paradoja criolla del toreo





Un gran torero, con muchas soluciones a nuestros problemas, al que le faltó comprensión por parte de quienes organizan la fiesta

EL VITO

Se torea como se es, es la sentencia más famosa de Juan Belmonte. Se refería el trianero a alguna pregunta, a alguien que pretendía se adelantara al futuro anunciando algún mesías de la fiesta de los toros. Él era así, enigmático, atrevido, misterioso y ensimismado y por eso fue Belmonte.
La fiesta también es así, es como cada uno de nosotros somos y es por ello que no creemos en cambios fundamentales en la fiesta de los toros en Venezuela. Hace poco sentenciábamos los males que padece el toreo en nuestra nación. Pues mientras crecen las otras naciones taurinas, Venezuela cada día tiene menos atractivos y se hace más chapucera su afición, ignorantes sus autoridades, improductivas sus ganaderías y profundamente intrascendentes sus organizaciones empresariales.
¿Imaginan ustedes si Colombia, al retiro de César Rincón de las plazas del mundo hubiera tenido en sus filas un torero con la jerarquía y consistencia del caraqueño Leonardo Benítez? Nosotros sí lo imaginamos, porque afortunadamente conocemos por experiencia cómo trabaja el taurino en Colombia. Con mucho más profesionalidad que en el medio venezolano. En Colombia de inmediato Leonardo Benítez habría tenido respaldo de los empresarios, ganaderos y medios de comunicación, porque habría sido inaudito permitir el hueco negro y profundo dejado con la ausencia de un monstruo del toreo como Rincón.
Sabemos que Benítez ha sido poco grato o simpático para la gente, las empresas y los públicos; pero, nos preguntamos, acaso es esta una condición para ser figura del toreo. No, de ninguna manera. Si Antonio Ordóñez, Luis Miguel, José Tomás, los grandes de toreo hubieran sido lo gentiles, simpáticos y complacientes como exigen los áulicos de nuestras empresas no hubieran existido. A César Girón, que tuvo el talante que tienen los que llegan a ser figuras en la fiesta de toros, no le adornaron gracias de simpatía y mucho menos la sumisión del ser inferior pretendido por algunos que están más allá de las barreras del toreo.
Lo de Leonardo Benítez es para escribir el guión de la razón del toreo nacional. En primer plano, razón de ser. Es el de La Vega mestizo venezolano, barro amasado al calor de varias sangres. Su toreo es una exigencia angustiosa expresión, de no querer regresar de donde vino. Sus pases son, por esta razón de ser, un largo poblado de clamores, una honda tiniebla de luz, paradojas que sólo resuelven el hervor de las sangres que se aman, se rechazan y se ansían. Leonardo Benítez es la sombra de la luz de Venezuela, y eso, por ser una gran contradicción, no lo han podido comprender quienes hacen la fiesta de toros en Venezuela.

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