viernes, 28 de mayo de 2010

VIGÉSIMO TERCERA DE SAN ISIDRO

UNA SOBREDOSIS DE CIALIS

Carlos Ruiz Villasuso


Le pasó por una sobredosis de cialis. Entró en la sauna y le pegaron una ovación que saludó desde los medios. Esa química hace que lo que no es duro sea y que lo duro dure. No es abracadabra ni ejercicios de yoga, es pastilla. Pero dura y se sabe porqué. Me ponga unas cajas, por favor. Cuánto dura una corrida en Madrid no se sabe bien, porque en Madrid una corrida dura depende. Y cuando el depende es en sobredosis, hace el efecto del cialis, se pone dura y dura mucho. Hoy el chute ha sido magnánimo por exceso, razón por la cual la corrida ha durado lo que dura el orgasmo de Polifemo, que cuentan pasaba de las dos horas y media, sin contar con los prolegómenos. Que alegría, hijo. De seis toros en Madrid pasamos a que sean nueve y en ese tiempo nos da el ídem para ver esa forma despaciosa del caminar de Florito con ese traje corto de caída italiana, su cara de que lleva la treinta y una y de mano. Da tiempo a ver cómo se juega los muslos Aguilar, comprobar cómo dentro del depende un par de toros dan sentido a la tarde, tercero y cuarto. Y cómo esta fiesta tiene tintes de locura a la espera del depende. La fiesta dura. Y es dura.

Tuvo la corrida esa cosas que a veces tiene las películas de Clint Eastwood, que si le quitas más de la mitad hasta pueden ser buenas. Tuvo, además, la certeza que en Madrid todo es depende pues dependiendo de quien se anuncie, un toro pasa o no pasa y la corrida de Javier Pérez Tabernero, dispar de hechuras, con algunos toros como con goterones de los alipios por sus caras lavadas o degolladas, hocicos finos, o sus pitones y sienes estrechas, pasó entera por la tolerancia del nombre venial de los anunciados. Fue corrida espesa en tiempo, con tres sobreros en el mismo turno (uno de ellos de una gran clase lastimada, el segundo bis, de Domínguez Camacho, marquesón de calidad brava) con cuatro toros inhabilitados por falta de casta buena y entrega . Uno de apuesta por su embestida fuerte y para analizar, el tercero y otro más claro, el cuarto. Con uno Bolívar apostó hasta que se conformó con el primer calor que le da Madrid, y con el otro Fundi se alejó de lo que se espera de torero tan veterano, bueno y capaz.

La corrida duró mucho y fue más dura para Sergio Aguilar. Paró cuatro toros, un burraco de clase sin fuerza de Tabernero, uno de gran bravura de Domínguez Camacho al que pareció partirle un rayo, otro muy feo y muy blando de Torrehandilla y por fin uno Conde Mayalde, más feo que el portero del infierno, que se tiró unos minutos en el peto haciendo pelea de lo que no era. Fijo y encelado como un bravo, luego fue toro gastado y a la defensiva. Por la izquierda y en los medios, entre el viento y la condición del toro, Aguilar se vio volteado con la muleta en la izquierda y se libró de cornada por milagro. Torero duro, se la puso otra vez por el mismo pitón y luego, más cerrado, con la derecha, por donde el toro se tragó algún pase por su firmeza, pero reponía y era malage. Incluso se la puso otra vez con la zocata, muy pegado a las tablas. Buena estocada tras pinchazo.

El quinto, con el hierro titular, lavado de cara, astifino y alto, se vino muy rebrincado y con ínfulas, pero sin meter jamás la cara. Eligió esta vez los terrenos de dentro el torero, aunque la corrida pesó menos en las afueras. Allí se puso firme una y otra vez por un pitón y por el otro, con el toro cada vez más aplomado y a la defensiva, sin regalarle nada, sin ser generoso con quien lo era. Siempre con ese aire de torero serio y digno, Aguilar se tragó el tiempo que dura y lo duro. Hubo más dureza, falta de clase, embestidas sin atemperar en dos toros de Fundi y Bolívar. El primero, toro de Fundi, de trapío justito, corto de cuello y astifino, prometió algo que no era cierto: buen movilidad. Que va, pasó a tirar derrotes por arriba en una embestida sin entrega. El sexto, (nueve y media de la noche, me da una cajita por favor, que quiero que me dure), segundo del colombiano, fue toro de cuerpo, cuajo, hechuras y cara muy, muy bonita para Madrid, pero se movió como lesionado, incapaz de mantenerse en pie.

Burraco suelto de carnes, cinqueño y protestado de salida, fue el tercero toro tratado con mimo en varas, en donde se acostó en el peto, y salió como dolido tras una voltereta al meter pitones en el suelo. Comenzó a cobrar vida en banderillas, se vino fuerte y a la muleta de Bolívar llegó con brios y emoción. Acertó el torero a decidirse por los terrenos de afuera porque el toro, tras las primeras tandas en las que le dio distancia, se vino con la velocidad del rayo y la cara suelta por arriba. Esa emoción se atemperó en una segunda tanda más larga con dos muletazos más por abajo en los que respondió bien el toro y otra más donde hasta pareció ver reducida la velocidad, con el público metido de lleno en la faena. Algo más cerrado, la siguiente con la izquierda quedó deslucida y luego pareció otro toro, pasando con la cara por arriba. Fue faena muy molestada por el vendaval, con el toro mejor en las afueras, de más a menos. Falta por ver lo que hubiera sucedido en el tramo final en los terrenos de afuera, con la misma distancia y con la mano derecha.

Menos falta por ver en el de El Fundi, un burraco con algo de cárdeno, zancudito, recordando en algo a lo de santacoloma, sin que parezca herejía, noble por los dos pitones. Fundi se acopló con él en dos tandas, en las afueras, el resto de las series mezclaron cites de cierta precaución y oficio, pero al final la sensación fue de faltar. Faltó ahí y no en la tarde, que duró mucho, fue dura a ratos, que duró lo que depende, y lo que depende en Madrid no se vende en farmacias ni provoca ovaciones en las saunas.
Plaza de toros de Las Ventas. 21 festejo de San Isidro. Toros de Javier Pérez Tabernero, muy desigual de hechuras, con algunos lavados de cara, otros más hondos y de comportamiento dipar. Hubo un toro con emocion, el tercero, y otro más toreable, el cuarto. Uno de Conde de Mayalde (2º tris), peligroso. El Fundi, silencio en ambos; Sergio Aguilar, ovación en ambos; Luis Bolívar, ovación tras aviso y silencio.

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