domingo, 23 de mayo de 2010

¿CÓMO ACABÓ LA CORRIDA?

y comentaron "Es un milagro que viva"
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ROSARIO PÉREZ

«¿Cómo ha acabado la corrida?», preguntó Julio Aparicio al despertar a la vida tras rozar la frontera de la muerte. Con lápiz y papel grabó la frase que demuestra que el corazón del torero está hecho de otro mineral. Horas antes el sevillano había sufrido una pavorosa cornada en la boca, que se convirtió en un manantial de sangre. Aquellos borbotones permanecían ayer indelebles en la memoria de la cuadrilla, que recordaba el drama en el edificio de Urgencias del Hospital Doce de Octubre. Hasta ahí llegaron numerosas gentes del toro. Los móviles ardían bajo un sol de neón incapaz de descongelar el corazón helado de los que vivieron la cogida en directo: «Tenía roto el maxilar superior, totalmente descolgado». El maestro Curro Vázquez y el ganadero Fernando Domecq recordaban horrorizados la dramática escena. «Es un milagro que viva», comentaban dos aficionados mientras observaban con pavor la portada de ABC, espejo fiel de la verdad de la Fiesta, que ayer dio la vuelta a toda España.
Al filo del mediodía, en el rostro desencajado de Julio Aparicio, padre del torero caído y grandiosa figura, asomaba un verso de Neruda, lágrimas que brotaban «del alma». «Es el que peor lo está pasando. Vio las imágenes por televisión y se asustó muchísimo», dijo un miembro de su cuadrilla. Tres horas después su hermana Pilar pudo acceder a la UCI para visitar a su «Julito». Serena, hablaba de lo animado que estaba el matador, pese a tener las lógicas molestias de un percance tan brutal.
Tampoco se apartó de su lado su mozo de espadas, Joselito «El Niño de las Ventas», quien vivió en primera línea de fuego el percance. «Enseguida me di cuenta de la gravedad de la cogida y salté al ruedo», relata. «Fue terrorífico. Jamás he visto nada semejante -subraya-. Hizo amagos de querer volver a torear. Yo dije: «Cogedle, qué es una zona muy delicada»». Y emprendió rumbo a la enfermería al grito de «¡ligeros, ligeros!». Su maestro intentaba hablar, pero tenía la lengua horadada y no podía articular palabra: «Sólo escupía sangre. Por el boquete y sus gestos yo sabía que la cosa era gorda», narró a pie de hospital el mozo de estoques. «Pero apareció un ángel...»
Como toda la cuadrilla y la familia del matador, Joselito pasó la noche en el Hospital Doce de Octubre, donde Aparicio fue operado por segunda vez tras una primera intervención de urgencia en la enfermería de Las Ventas. Casi cinco horas estuvo en quirófano para practicarle una traqueotomía y reparar todos los daños. «Fue un éxito», señaló su banderillero de confianza, Rafael González. Aunque la recuperación se prevé larga, confían en que a principios de semana el torero que resucitó pase a planta.

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