Ahora nadie se acuerda de que sin Canal Toros la tauromaquia se habría desvanecido, ¿hasta morir?, durante los dos años fuertes de pandemia. Pero el dinero manda. Y si One Toro ha tomado el relevo da las transmisiones de las corridas es porque paga a la Fiesta lo que se merece. Lo que Canal Toros no pagaba. Pero todo es muy opaco. ¿Rentabilizaba sus enlaces vía internet de las corridas que se podían ver en todo el mundo? ¿Cuánto pagaban los canales de las televisiones extranjeras por conectarse, como Skype, en México? ¿De verdad conectaban otras cadenas, ocasionalmente, las ferias? ¿Percibían algo de esto las empresas y los actores del toreo? Todo es muy opaco. Y One Toro lo ha barrido antes de empezar.
En las últimas 48 horas se especuló que Canal Toros cerraba. Y a última hora se supo que no, que continuaba. Pero nada parece seguro. Y por culpa de esa inseguridad yo me lamento. Canal Toros era, ¿es?, un tesoro para la tauromaquia. Su archivo de grabaciones de las corridas, 12 años de grandes ferias, al que se podrían sumar las transmisiones anteriores de Canal Plus, es un histórico tesoro videográfico que comprende el fin del siglo pasado y las dos primeras décadas del actual, un tiempo en que la evolución del toreo y el toro ha dado pasos de gigante. Con ese material, unas cabezas bien amuebladas podrían montar largos y apasionantes ciclos. Antológicas de grandes faenas, El arte de la capa, La suerte de varas, Antología de la verónica, Los toreros banderilleros, Monográficos de los espadas más importantes, Los naturales de…, Los toros más bravos de cada década, etc, etc. Y todo ello tan solo con el material enlatado. Por supuesto, bien comentado, analizado, diseccionado, y, como postre, polemizado.
Nuestro tiempo es testigo de la decadencia del periodismo taurino. Poco espacio en letra impresa, destierro del periodismo hablado a la madrugada, cierre de los informativos televisivos a la vieja, riquísima tauromaquia. Nunca la información había menospreciado un universo tan complejo, intrigante, ardiente, como el de artistas que se juegan la vida para crear, de ganaderos que crían algo tan misterioso como la bravura, de empresarios mediadores entre toreros, ganaderos y aficionados -no se crean, hay algunos buenos-, que además invierten mirando al cielo porque padecen más los caprichos del clima que los agricultores. Pero todo parece haber sido olvidado por el actual periodismo taurino -no se crean, hay algunos buenos-. ¿Es posible que no interesen los avatares del toreo, la intimidad de sus éxitos, sus fracasos, sus cornadas y sus miedos? ¿Tampoco importan las claves genéticas de la bravura, los sutiles avances del manejo, el librillo personal e intransferible que cada criador guarda en su mente? ¿Nadie ha investigado de cerca la guerra de intereses, valores artísticos y comerciales que se conjugan en la elaboración de una gran feria? 24 horas diarias son muchas horas y caben muchos programas apasionantes. La Fiesta los puede prodigar más que ningún otro espectáculo. Mas para eso hace falta un staff, no muy grande, sí suficiente. El que se podría permitir una empresa tan poderosa como Movistar-Telefónica. Pero ¿y el dinero?, ¿dónde está la rentabilidad, en las transmisiones? España está llena de plazas, muchas buenas, algunas buenísimas. Si Movistar+ ha coproducido corridas durante décadas, ¿por qué no producirlas ahora? A los grandes retos, grandes respuesta. Y Telefónica es una empresa grande.
Yo, por el momento, no me doy de baja, mantengo mi abono.
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