martes, 20 de diciembre de 2022

INVITACIÓN A LOS MIEMBROS DE VENTAURINO A PARTICIPAR EN EL PROYECTO MANIFIESTO MINOTAURO

 

Manifiesto Minotauro

Aportaciones de los socios




Queridos socios:
 
Minotauro está preparando un Manifiesto en defensa de la Tauromaquia, que ponga en valor la necesidad y la contemporaneidad de los toros en nuestro tiempo.
 
Como ya sabéis quienes estuvisteis en la última reunión de la Peña el viernes pasado, nuestro director Antonio Pradel ha preparado un documento, con un conjunto de 60 tesis, que abordan distintos aspectos de la Fiesta, que os adjuntamos aquí. Se trata de temas fundamentales y de calado, que huyen de la tertulia y profundizan en la esencia de la Fiesta.
 
Para elaborar la versión final, nos gustaría que los miembros de Minotauro hagáis las aportaciones que consideréis. Para ello os proponemos que enviéis vuestras propuestas de tesis nuevas a info@minotaurodigital.es, antes del próximo 31 de diciembre, de cara a poderlas considerar.
 
Nuestra idea es publicarlas en nuestro periódico y difundirlas en distintos ambientes profesionales, intelectuales y artísticos, de cara a promover un apoyo importante a la Tauromaquia y a sus valores, que se concretará en la celebración de una jornada de reflexión y debate abierta a otros ámbitos de la cultura y a otras asociaciones de aficionados.
 
Gracias por vuestros comentarios y aprovechamos para desearos felices fiestas.  
 

Manifiesto Minotauro
Aportaciones de los socios en info@minotaurodigital.es


POR UNA TAUROMAQUIA RADICAL


 60 TESIS DE LA VIGENCIA DE LOS TOROS EN EL SIGLO XXI BORRADOR DICIEMBRE 2022 DE LA NECESIDAD DE LA TAUROMAQUIA



 1. La tauromaquia es fruto de una cultura ancestral, basada en la vivencia colectiva de la confrontación entre el animal y el hombre.


 2. La tauromaquia es un arte transgresor y de vanguardia. En medio de una sociedad incolora, insípida y aséptica hasta el paroxismo, los toros son un arte extremo, incómodo, impropio.


 3. En sus diversas modalidades, la tauromaquia es en la actualidad una de las escasas tradiciones sociales en las que se ejemplifica simbólicamente el hecho, hoy inaudito, de que el hombre es un animal llamado a enfrentarse con su propia animalidad. Por eso es más necesario que nunca proteger y mantener sus valores. Es una exigencia ética que no se acaben perdiendo por completo estas prácticas sociales. 


4. Los numerosos y feroces intentos de prohibir la tauromaquia, ¿responden realmente a la idea de potenciar nuestra humanidad? ¿No serán más bien expresión de una resistencia a asumirla en lo que tiene de radicalmente trágico?


 5. No se puede abordar un debate a fondo sobre este asunto sin responder antes al punto anterior de la forma más sincera posible. Dicho debate es del todo imposible a día de hoy porque los abolicionistas no solo disienten, sino que desprecian a quienes no piensan como ellos. Por eso hay que rechazar las diferentes tentativas que, desde múltiples frentes, abogan por su prohibición. 


DE LA NOBLEZA DE LA MUERTE


 6. La tauromaquia nos muestra de forma paradigmática algo fundamental: poner la propia vida en juego puede llegar a ser un signo absoluto de soberanía. 


7. Vivimos malos tiempos para la tauromaquia, un espectáculo intrínsecamente cruento. En nuestra sociedad los toros son un «escándalo» (algo que como aficionados deberíamos no sólo reconocer, sino también celebrar y defender) porque exponen de forma pública (y no hipócrita) la muerte, sublimándola desde la estética y la ética exigidas al matador.


 8. La tauromaquia está sujeta a estrictas reglas de juego; no es en ningún caso una matanza sin escrúpulos. Según el antiguo código de los caballeros, no es honroso atacar al enemigo sin ponerse uno mismo en peligro. La simetría y la reciprocidad se han de guardar con rigor. El toro de lidia no muere en la oscuridad y la clandestinidad de un matadero, destino mucho más cruel, brutal y despiadado que la muerte en el ruedo. 


9. Entre el matador y el toro se debe guardar la máxima reciprocidad y simetría posibles. Antes de la suerte suprema, el torero debe interpretar al animal expresamente; esta es la parte esencial del arte del toreo. El diestro que mejor interpreta al toro es el mejor torero. No se da en ningún otro lugar del mundo una relación similar entre humanos y animales; en el ruedo, el torero debe jugarse la vida para llegar a entender al animal que tiene enfrente y el toro solo puede ser muerto a estoque cara a cara. 


DE LOS VALORES DE LA FIESTA


 10. El mundo sufre actualmente una carencia de valores simbólicos. Los toros son hoy un «escándalo» porque reivindican en pleno siglo XXI la liturgia y el rito, en medio de una sociedad casi por completo secularizada y desprovista de ceremonias. En medio de este vacío simbólico se pierden aquellas imágenes y metáforas generadoras de sentido y fundadoras de comunidad que dan estabilidad a la vida. 


11. La tauromaquia es un anti-valor en la sociedad actual. La afición tiene que asumirlo, celebrarlo y ponerlo de manifiesto naturalmente, sin ningún tipo de complejo. 


DEL TORO 


12. El toro es el principal protagonista de la Fiesta. Al toro de lidia no se le degüella ni se le aniquila con una descarga eléctrica en mitad del testuz ni se le cortan las patas cuando aún está vivo en las dependencias de un oscuro matadero. Muy al contrario, al toro de lidia se lo sacrifica en un rito público y solar que lleva implícito el inevitable trance de la suerte de matar. Es justamente en la suerte suprema donde el manejo de la espada por parte del matador implica un compromiso ético ineludible: no se puede matar al toro de cualquier manera; en semejante trance el matador se juega su propia vida. 


13. El toro tiene derecho a defender y vender cara su vida en la plaza sin verse sometido a ningún tipo de abuso (afeitado de las astas, merma de sus facultades, puyazos desmedidos…). Los propios matadores y sus cuadrillas deberían ser los primeros interesados en que así fuera.


 14. Cualquier defensa relevante de la tauromaquia a la española (con la muerte del toro en la plaza) pasa actualmente por argumentos que se centren en el eje ecológico y en el eje político de lo que significa el toro de lidia, animal en que se desmontan las tensiones entre animalidad salvaje y animalidad doméstica.


 15. El toro de lidia es un animal único en el mundo: no es ni salvaje ni doméstico. El toro bravo es, por tanto, el rastro de un animal primordial sobre el cual la humanidad ha construido la posibilidad para la supervivencia de aquel otro animal primigenio que fue en su origen. Cada vez que un toro salta al ruedo, está saltando una supervivencia temporal. Si desaparece la Fiesta de los toros desaparece para siempre este animal único. No lo podemos permitir. 


16. Este ideal ecológico y cultural que supone el toro de lidia es, al mismo tiempo, un símbolo político. Este prodigio no se puede conservar y mostrar en un catálogo o en un zoológico. La preservación del toro de lidia es fundamental en términos que están relacionados con su vida; una vida absolutamente vinculada a la lidia; una lidia que conlleva necesariamente la posibilidad de su muerte, aunque no hay que olvidar que, en casos excepcionales, conlleva también la posibilidad de su indulto.


 17. Con la muerte del toro en la plaza se celebra la fundación de una posibilidad histórica en el tiempo. El toro es el último lazo que nos queda con aquello que éramos antes de ser lo que somos. En la muerte del toro en la plaza se opera la transformación sacramental del animal que estaba antes en símbolo para la invención y la construcción de la historia.


 DEL MATADOR 


18. El oficiante del rito debe hallarse investido, ante todo, de la condición de nobleza, vinculada a la integridad y rectitud de carácter. En consecuencia, solo por el mero hecho de presentar esta especial condición de nobleza, el oficiante ya se distingue del resto de la comunidad.


 19. La condición primaria de todo lidiador hay que medirla por la calidad de sus perfiles éticos. La necesidad de hallarse en las debidas condiciones de pureza de espíritu constituye un presupuesto ético y moral en el que existen, implícitos, determinados componentes cuasi religiosos. Componentes que, de algún modo, se hallan incorporados a la venerable respetuosidad que el diestro adopta ante el toro. Todo matador debe llevar hasta sus últimas consecuencias su propia «significación torera». 


20. En tauromaquia el hombre se enfrenta a dos tipos de muerte: la real (que puede venir a consecuencia de la cogida) y aquella otra muerte que ya señalara en su día José Bergamín, la muerte de su «significación torera». Un torero que no es fiel a sí mismo, a su propia personalidad a la hora de enfrentarse al toro, un torero que huya de ese compromiso para consigo mismo y su concepto de torería, estará muerto como torero si no verifica las suertes de acuerdo a su propio sentimiento. Si comete fraude, el público lo notará de inmediato y no lo tomará en consideración. 


21. Es necesario preguntarse por las razones últimas de la obra de arte intentando mostrar que a estas responde una disposición del espíritu que encuentra en el torero una suerte de paradigma, de tal forma que, lejos de aproximar la tauromaquia a lo que convencionalmente entendemos por arte, se trataría más bien de reivindicar los orígenes de éste, precisamente con ayuda de la tauromaquia.


 22. Como bien ha señalado Víctor Gómez Pin, la tauromaquia no peca respecto al arte por defecto (de sutileza o de rigor), sino por exceso (de radicalidad y ambición). Lejos, en fin, de que el torero deba apuntar a ser fundamentalmente artista, fértil sería para el artista intentar reencontrarse a sí mismo (reencontrar la radical aspiración de sus orígenes) tomando modelo en la siempre frágil figura del torero. 


DEL PODER DEL RITO 


23. No existe en todo el mundo un rito o acontecimiento tan extremo y singular como la tauromaquia. 


24. La tauromaquia se reconoce en una idiosincrasia y una personalidad propias que la convierten en un espacio propicio al orgullo identitario, sin incurrir en desagravios políticos ni en expresiones violentas. Las plazas de toros son un ejemplo de civismo y civilización, un templo cuyos feligreses no incurren en comportamientos violentos, pero sí descriptivos de una ilustración respecto al rito que los convoca para compartir un tiempo y un espacio comunes. Se nos podrá reprochar a los aficionados cierto grado de anacronismo, pero no la excepcionalidad de ciertos rasgos y principios agregadores. 


25. El teatro y la corrida tienen algo en común: un perímetro ritual. En ambos casos, ser consciente de estar entrando a un rito altera y transforma a los principales protagonistas. Para el actor, la entrada en escena implica la liberación de múltiples conflictos internos; en el caso de la tauromaquia, frente a un animal que es la muerte, el matador también libera sus propios conflictos internos. Toda esta representación está regida formalmente por la belleza y la estética y, al mismo tiempo, está relacionada con el racionalismo. Los toros no son un espectáculo meramente sangriento, sino más bien un rito de observación, pureza estética y autocontrol.


 26. El toreo es una cuestión estética en la que, gracias a ese escenario donde se desarrolla la lidia, se liberan conflictos internos, el dolor y la relación que el torero mantiene con la muerte. Si el torero (como dijo en su día Ramón Gaya) «torea por todos nosotros», por medio de su exposición frente al toro también está liberando nuestros propios conflictos individuales y colectivos. Esta es la catharsis a la que asistimos en la corrida de toros.


 DE LA AFICIÓN


 27. Los rituales son una praxis simbólica en la medida en que juntan a los hombres y mujeres y engendran una alianza, una totalidad, una comunidad. En el ritual taurino esta comunidad se denomina Afición. 


28. Históricamente, la tauromaquia no ha estado ligada a ninguna ideología política y sí ha estado muy relacionada con el mundo intelectual. Es necesario que estas puertas se abran nuevamente a la tauromaquia, para que no sea necesario que se refugie en el sector más conservador de la sociedad al sentirse abandonada por los demás. 


29. Por regla general, el aficionado a los toros no observa su pasión ni su afición desde una perspectiva política ni militante. La costumbre de ir a una plaza de toros nunca estuvo revestida de ninguna noción activista. Se trataba (ni más ni menos) de exponerse a un fenómeno mágico y lúdico, como quien acude al teatro o a la ópera. Y, sobre todo, como quien disfruta de una ceremonia compartida entre iguales. 


30. Estamos inmersos en un hábitat sociológico que intimida o directamente silencia por completo el descaro y el desparpajo de un espectáculo a todas luces «intolerable», porque expone sin ocultamientos ni subterfugios la sangre y la muerte o, peor aún, porque las estiliza al sublimarlas por medio de la lidia y la muerte del toro en la plaza.


 31. Se ha producido una evidente desconexión entra la tauromaquia y la sociedad. Los toros corren peligro de convertirse en un espectáculo demasiado minoritario. O, al menos, de parecerlo: las cifras de asistencia de espectadores a corridas de toros han vuelto a crecer en los últimos años. 


32. Hay que asumir sin complejos que la tauromaquia se ha desenganchado de la sociedad. La decisión de asistir a los toros implica a día de hoy una valentía y exposición inasumibles dentro del actual código de comportamiento por parte de los iconos sociales. Por el contrario, la minoría resistente que se sigue identificando con las libertades y los placeres de la Fiesta está llamada a la movilización en una sociedad hostil e infantilizada.


 33. Una sociedad obsesionada con la producción y el consumo a ultranza es incapaz de entender el juego fuerte y excesivo, la muerte entendida como intensidad vital.


 34. En la fiesta entendida como juego (y la tauromaquia no deja de ser a la vez Fiesta y juego con la muerte como protagonista) la vida se representa a sí misma. Los aficionados a los toros entendemos la muerte como parte de la vida. Los toros constituyen la expresión más estilizada y depurada de una vida rebosante que no aspira a ningún objetivo. En eso, justamente, consiste su intensidad y radicalidad.


 35. En los últimos años venimos asistiendo a la irrupción en los tendidos de numeroso público joven. Estos chicos y chicas que acuden en pandilla a las plazas son el futuro de la Fiesta. Mal harían los viejos, sabios y nostálgicos aficionados de turno si les acabaran expulsando a base de insistirles una y otra vez con la absurda cantinela de que «esto ya no es lo que era». Muy al contrario, la tauromaquia nunca fue lo que era porque la tauromaquia siempre es, en presente. 


DE LA PLAZA DE TOROS Y SU LITURGIA


 36. El trabajo, que pertenece a la esfera de lo profano, individualiza y aísla a las personas, mientras que la Fiesta las congrega y las une en comunidad. La naturaleza cíclica de la Fiesta proviene del hecho de que los seres humanos sentimos periódicamente la necesidad de congregarnos en los tendidos de una plaza de toros. La esencia de todos los ritos taurinos (incluida, por supuesto, la corrida) es la colectividad. 


37. La plaza de toros es un lugar de congregación. Al igual que la sinagoga, la mezquita o la iglesia, el coso taurino es un lugar donde se celebran en comunidad rituales religiosos, es decir, donde se presta atención, en compañía de otras personas, a lo sagrado (en el caso de la tauromaquia, la muerte del toro-tótem).


 38. La religión (religare) supone, al mismo tiempo relegere, es decir, ‘fijar la atención’. En eso se distingue el templo o la plaza de toros del museo. Ni los visitantes del Museo del Prado ni los turistas que deambulan por la Alhambra o suben a lo alto de la Giralda de Sevilla constituyen en ningún caso una comunidad; son masas o muchedumbres. También los lugares son profanados al quedar convertidos en sitios dignos de visitarse o en meras atracciones turísticas. Por el contrario, los templos y las plazas de toros son lugares que trascienden lo reunido. Una comunidad reunida para ver a un torero enfrentarse a su destino produce un efecto de profundidad simbólica.





 DE LA MEDIOCRIDAD DE LA SOCIEDAD 


39. La tauromaquia genera desconcierto a nuestro alrededor porque rompe el confort que otorga la uniformidad. La tauromaquia reivindica la diferencia, tanto en lo relativo al rito, la liturgia y la jerarquía, como al descaro y la estilización con que en ella se presentan ciertos tabúes incómodos para la sociedad actual, como, por ejemplo, la muerte o nuestra propia animalidad. 


40. Las fiestas y los ritos tienen sentido. Para algunos colectivos, una parte importante de sus vidas se basa en la posibilidad de participar en ciertas tradiciones fuertemente arraigadas en su civilización. En sentido contrario, una ideología en auge las quiere abolir, pretendiendo hablar en nombre de una supuesta certeza basada en saber dónde reside la frontera entre lo conveniente y lo no conveniente. ¿Quién decide lo que nos conviene y lo que no? Y lo que resulta aún más inquietante, ¿con qué objetivos?


 41. El acoso social, la corrección política, la forzosa democratización del gusto y de los hábitos sociales, el colonialismo cultural impuesto desde el Imperio anglosajón, redundan, paradójicamente, en un acontecimiento extraordinario. La tauromaquia supone hoy un espacio de rebeldía contestataria contra ciertas convenciones socio-políticas y contra el moralismo imperante, en una época como la actual donde los valores se utilizan como objeto de consumo individual.


 42. Numerosos medios de comunicación han tomado partido por lo políticamente correcto, cerrando sus puertas a la tauromaquia, mientras abren su altavoz a programas y noticias que muestran lo peor de la sociedad y producen auténtica vergüenza ajena. Las mismas televisiones que silencian a los toros difunden sin pudor auténticas bazofias que denigran a las personas. 


43. El neoliberalismo explota la moral de muchas maneras y los valores (la justicia, la paz, la humanidad, la sostenibilidad, el amor por los animales…) se consumen hoy como signos de distinción. 


DE LA URGENCIA DEL CAMBIO 


44. El modelo del negocio taurino permanece vigente como si nada hubiera ocurrido en estos últimos veinticinco o treinta años. Los toros están en peligro mientras no se produzca y se asimile un diagnóstico lúcido y sincero de la situación del sector.


 45. Es inconcebible que casi todas las ganaderías de bravo sean a día de hoy deficitarias; es insostenible la brecha salarial entre las primeras figuras y los demás toreros del escalafón, expuestos estos a un circuito prácticamente marginal que los contrasta con las divisas más duras y en los cosos con menor taquilla y repercusión; por último, es completamente anómalo que haya empresarios dispuestos a perder dinero organizando una corrida de toros o administraciones que programen corridas que exceden sus presupuestos. El modelo no se sostiene.


 46. El arte del toreo es vanguardia, pero el mundo de los toros es completamente arcaico y esclerótico. Está anticuado y desfasado, más pendiente de reclamar glorias pasadas que de abordar el futuro y garantizar el desarrollo de la Fiesta. 


47. El camino de recuperación es arduo y complejo. Los toros necesitan un rotundo y radical movimiento de apertura a la sociedad, empezando por un trabajo de pedagogía, divulgación y proselitismo destinado a la abolición de los numerosos malentendidos en torno a la tauromaquia. 


DE LA VERDAD TAURINA 


48. La tauromaquia no debe en ningún caso renunciar a su centro de gravedad: la muerte. Los toros no son un acontecimiento enfermizo ni inmoral, pero la simplificación del debate y los hábitos de una sociedad cada vez más deshumanizada (a fuerza de animalizada y mascotizada) pretenden acabar transformando las corridas en un espectáculo incruento y meramente atlético. 


49. Muy lejos de cualquier versión incruenta y aséptica, es preferible la desaparición integral de los toros a la victoria de ciertas formas hipócritas y adulteradas, diseñadas exclusivamente a la medida de una sociedad urbanita que desconoce por completo la realidad del animal y del campo, que esconde sistemáticamente la muerte y que ha terminado por convertir al animal/mascota en poco más que placebos para mentes infantiloides. 


50. No habría peor error que renunciar a la esencia de la Fiesta (el rito y la muerte) para hacerse transigir en esta hipócrita sociedad del simulacro. Es mil veces preferible la resistencia en la minoría y en la heterodoxia que la renuncia a la propia idiosincrasia y la capitulación ante una sociedad inodora, incolora, aséptica e insípida. 


51. Proscribir la muerte expulsándola de la vida (y en este caso da igual la matanza del cerdo, la pesca del atún o las corridas de toros) es constitutivo de una concepción farisea en que la muerte deber ser eliminada.


 52. Cuanto más uniformes y homogéneos son los hábitos, las costumbres, las mentes y las culturas en estos tiempos de globalización forzosa, más interés revisten los acontecimientos insólitos, extremos e inexportables. Ha llegado el momento de defender la Fiesta de los toros como la excepción cultural a la que tiene derecho una minoría sistemáticamente atacada desde diferentes frentes que abogan por un pensamiento único y que pretenden imponer su ideología a toda la sociedad.


 53. No se trata de que los toros nos trasladen a otras épocas pasadas. Simplemente, nos sustraen a ciertas convenciones contemporáneas que sería muy deseable dejar de lado. Este tiempo de la producción sin fin es, por definición, un tiempo sin fiesta. En una época dominada por la irreversibilidad del crecimiento ilimitado, la Fiesta de los toros (fiesta paradigmática por excelencia) se convierte en anatema y, en consecuencia, el aficionado a los toros en sospechoso. Estar sentados en el tendido de una plaza rompe con las reglas de la razón y de esta sociedad tecnocrática/absolutista en la que vivimos.


 54. La inmersión en la Fiesta exige un esfuerzo de iniciación cuya principal recompensa consiste en el descubrimiento de una ceremonia insólita. Es más fácil rechazar los toros que intentar comprenderlos en toda su rica complejidad; es más sencillo abogar por su prohibición que admitirlos como una suerte de arte escénico extremo y radical al que solo puede condenar a desaparecer una civilización absolutamente mojigata, incivilizada y absolutamente hipócrita. 


55. La gran arma de la tauromaquia es la ruptura, la transgresión, la incomodidad que provoca, su capacidad para escandalizar a las mentes más mojigatas. Cada vez escasean más los espacios rituales para desenfrenos lúdicos y festivos, que se desmarquen de la forzosa cotidianidad (trabajo-consumo-ocio-trabajo-consumoocio…). Igualmente, cada vez escasean más los tiempos para demorarse y templar la vida en estos tiempos de aceleración forzosa. La tauromaquia es una escuela del temple. 


56. Celebramos la fiesta. El tiempo festivo es un tiempo detenido; no transcurre, no fluye. Por eso hace posible demorarse. El tiempo de la corrida es también un tiempo detenido (Eran las cinco en punto de la tarde…). El tiempo de la fiesta es un tiempo sublime. Por eso la demora, el retardo, la laxitud, el temple, en definitiva, es un valor tan apreciado en tauromaquia. 


DEL PRESENTE Y EL FUTURO DE LA FIESTA


 57. En la fiesta la vida se refiere a sí misma, en lugar de resignarse y subordinarse a una finalidad externa. El toro de lidia representa una forma intensiva de vida, mientras que el buey (el toro castrado) representa una forma subordinada de vida. El torero es también un ser libre que elige su propia vida y se arriesga a su propia muerte en la verificación de su arte. La Fiesta de los toros supone en nuestra sociedad un anatema, por eso justamente los quieren prohibir. En realidad, dicha prohibición nada tiene que ver con un supuesto interés por el bienestar animal. Se trata más bien de influir y legislar sobre nuestras formas de vida (y, por tanto, de muerte).


 58. Paradójicamente, el anatema y el escándalo que suponen los toros en la sociedad actual pueden ser también su salvación. A medida que las sociedades se edulcoran, infantilizan, estandarizan y amuerman, resulta más atractivo y excitante asomarse al vértigo que propone un acontecimiento transgresor, vanguardista y comunitario como las corridas de toros. La sociedad ritual no necesita empatía, pues funciona, como los tendidos de la plaza de toros, como una caja de resonancia. 


59. Cuando el mundo tiende cada vez más hacia la estandarización, cuando los hábitos más se generalizan miméticamente, más sentido tiene que la tauromaquia abandere la diferencia, la contracultura, la transgresión y la excepción a la regla. La transgresión es inherente a los ritos festivos; la transgresión es inherente a la Fiesta de los toros.


 60. No hay en la actualidad ninguna manifestación contracultural con más argumentos, fuerza y tradición que los toros



 

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