Incomprensible robo presidencial a Luque con los de Fuenteymbro, que de milagrosos pasan a bueno, corrida variada y con muchos matices en la cuarta de los sanfermines
Después de la espectacularidad matinal, de los miedos desafiantes, de ese sanfermín que mueve y conmueve a las ocho de mañana, llegó por la tarde la hora de la verdad, el sentido último de toda esta historia. Sin la corrida, sin este desenlace mágico, nada tendría sentido. Con el condicionante de que lo que ocurre por la mañana influye, y mucho, dramáticamente, en lo que pasa después. Por ejemplo, el toro rezagado mañanero, por buena reata que tuviera en su crianza, se convirtió tras los 3.10 de encierro en menos deseable a la hora del sorteo. Esas carreras en solitario, esos capotes que ya había visto ante los dobladores, que hacen un trabajo maravilloso para meterle en toriles lo antes posible, son pasos a la contra para torearlo después. Determina las querencias y lo orientado que puede estar, se hacen resabiados, viejos, no conviene.
Eso en el mejor de los casos, porque el de Fuente Ymbro fue un encierro limpio. Viene tenebrosa oscuridad con los toros que hieren, que se dan la vuelta, que son protagonistas en la mañana y después hay cada tarde un protagonista de verdad, de carne y hueso que tiene que vérselas a solas con un toraco que ha multiplicado sus ya muchas dificultades por mil. Esto también es Pamplona.
Era imponente el primer Fuente Ymbro que cuando dejó de correr, se paró y salió en soledad a la plaza, qué pedazo toro era joder. Daniel Luque anduvo con él sobrado de valor y ceremonioso y superó los temores de su presencia, la inmensidad de sus pitones, para componerle una faena sincera y bonita. No se entiende que en esas coordenadas y con una estocada a la primera en la petición unánime que hubo el presidente se ofuscara. El esfuerzo que supone llegar hasta ahí es mayúsculo. No un paseo ni una carrera. Hay que tragar saliva cuando la boca está como esparto y no hay nadie a quien mirar. La soledad del ruedo es dura en mitad del jolgorio. Y la belleza de Pamplona imponente. Es un huracán rojiblanco que te atraviesa. Obligaron a Luque a dar la vuelta.
A Jesulín de Ubrique brindó el cuarto, con una fría respuesta del público que no reaccionó. Fue torero de masas el gaditano. El tiempo pasa o la memoria es corta. El toro tuvo buena condición en la muleta del de Gerena, que supo dejarle el engaño siempre puesto. Costó que la labor trascendiera, entre que era el de la merienda y que al animal le faltaba ese punto de transmisión, la cosa quedo más liviana. El de Fuente Ymbro, de buena condición quiso irse, siempre, a tablas, pero Luque anduvo listo y generoso. Logró el trofeo. (Y la puerta grande simbólica).
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