Dias antes del fin de la cuarentena de la pandemia, antes de alzar el telón para despejar el escenario taurino de las plazas de toros y abrirse la ilusión de una temporada taurina en España, crecía el miedo y respeto por los toros de Cebada Gago. Aparecieron fotos de la propietaria de la ganadería, que atemorizaban por su aspecto. Fotos que acentúan la alcurnia ganadera, revistiendo el acontecimiento que anunciaba la plaza del Puerto de Santa María con la encerrona de Morante de la Puebla como un hecho clasista, excluyente y provocador.
Aquellos fueron días, previos a la encerrona de Morante con los Cebada, llenaron de miedo y de situaciones extrañas el ambiente previo a la corrida del Puerto.
Hoy en Pamplona un torero venezolano ha roto la fragil y falsa apariencia.
Nada que ver con el Puerto.
Colombo ha escrito un capítulo de mucha responsabilidad, ante la corrida de toros de Cebada. Corrida hecha a la medida para la Pamplona los días de Hemingway, Orson Wells y de Ordóñez. Brava pero difícil; dura pero generosa; que animó al público festivo y exigente y que con justicia premió con generosidad la actitud deJesús Enrique Colombo.
El venezolano anduvo con soltura y desenfado un buen trecho en el difícil camino de su compromiso. Lo hizo Colombo abrazando, con su disposición sin trampa, con honestidad y provocativa entrega, un vínculo emotivo y sincero con lo más importante de la fiesta de Pamplona: el público de Sol.
Público el del sol de Pamplona, heterogéneo, integrado por soñadores estudiantes y fatigados trabajadores en en su entrega popular, exigente e infatigable, contagiando la pretenciosa, conocedora y exigente oligarquía taurina que plena los escaños del centenario coso.
Ha sido honroso competir con el valiente francés Juan Leal, que ya nos había convencido en Las Ventas de Madrid con su entrega sin parches, de la integridad de su toreo, y con el valenciano Román que, otra vez, volvió a convencernos que puede templar el acero confundiéndole con la seda de la muleta.
La afición venezolana puede estar tranquila, Colombo la ha defendido y lo ha hecho con entrega, disposición y alegría.
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