sábado, 9 de julio de 2022

CORRIDA DE JOSÉ ESCOBAR EN PAMPLONA: CUANDO EL TRIUNFO ES MATARLA Por Zabala de la Serna

 



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Muy complicada y tremensamente ofensiva corrida de José Escolar, que no dio opciones y exigió la profesionalidad de los toreros

Terror, horror y furor impuso la manada de José Escolar en las calles de Pamplona como una compacta centella de grises. Su ley. Como escribió Vadillo. Idéntica sensación de miedo, de imponente respeto, a veces de pavor, se fue produciendo en el ruedo según aparecían los terroríficos toros. Un calambre atávico provocaba en los tendidos el desfile de sus lanzas, esa admiración que ya en el apartado había despertado su afilada seriedad, el viejo cuajo de sus cuerpos cinqueños.

Delante de ellos la punzada en la boca del estómago nacía de sus miradas primero, de las torticeras ideas después, de la dureza de pedernal aunque en ocasiones no se sintiese. Como si cupiera un grado mayor de agresividad y beligerancia. Ese trallazo fiero de la corrida de Madrid frente a lo correosa y taimada que fue ésta. No tan poderosa y más escondida. Igual de terrible en el fondo. La bravura es otra historia. «¡Qué nobleza la de estos animales!», decían por la mañana los locutores del encierro de TVE que confunden el culo con las temporas. A excepción del último, la nobleza no se presentó.

La calurosa tarde se transformó para los toreros, como cabía esperar, en la prueba de atravesar descalzos rescoldos incandescentes, una cama de cristales. Los tres, Joselito Adame, Rubén Pinar y Javier Cortés, coincidieron en sus ternos blancos. Como sacerdotes de un rito dispuestos a convertirse en mártires o héroes. Sin saber que ya lo eran. El triunfo consistía en matarla, en salir andando de la plaza. El recuerdo de Víctor Barrio planeaba sobre la fecha.

Cuando Joselito Adame enterró el acero en lo alto del primero, resopló. Todavía quedaba el último esfuerzo por la escasa muerte de la travesía de la espada. Un certero golpe de descabello acabó con el escolar de sordo peligro que nunca humilló ni se entregó. Ni en los caballos -en querencia y contraquerencia- de los que se soltó ni en la muleta. Siempre a la espera, tan engallado. El éxito residía en que pasara, cosa que hacía exclusivamente por el pitón derecho, encendido el sónar de tiburón blanco. Adame trasteó con inmensa profesionalidad.

Rubén Pinar al suyo le buscó las vueltas por todos los registros, hallando con su curtido oficio ciertas vetas antes del punteo defensivo, del giro rápido sobre las manos, del ¡ay! que quizá no se producía por la falta de empuje de la bestia y la solvencia del albaceteño. Pinar lo esperó a veces en su modo de tardear, lo provocó otras y lo tapó siempre. Un desplante rodilla en tierra, para darse a valer, por si alguien dudaba, despidió la batalla. Mató con una rotundidad admirable. Se pidió débilmente la oreja por el pronto desenlace y saludó una ovación.

Transcurrió la lidia del afligido tercero como un oasis de paz. Javier Cortés brindó al público como sus compañeros. Pero el toro no exigió tanto esfuerzo(léase con la relatividad requerida) con un poderío mermado. Simplemente no pasaba. Ni contaba con el impulso para coger siquiera al torero. La voluntad de Cortés quedó contrastada.

Las astifinísimas puntas del cuarto cortaban el aire con la precisión de un bisturí. La plaza desconectó con la merienda, sin ser consciente de las complicaciones. De las malas intenciones. A Adame no le prestaron la mínima atención, con el bicho viniéndose con el visor fijo en el cuerpo. Se puso con lista veteranía y, visto lo visto, se dobló en un torero macheteo sobre las piernas. Esa forma de tocar los costaos que realmente procedía.

Pinar -qué le vas a escribir al albaceteño más allá de ofrecer respeto a su profesionalidad- se atrevió con una larga cambiada para saludar al imponente quinto, que tampoco regaló ni una embestida por derecho. Embestía (sic) como a saltos; embestir es otra cosa. Algo más parecido a lo que hizo el cornipaso sexto. Que sacó humillación, nobleza y ganas de coger la muleta -el único- dentro de su contado poderío y su contenido motor. Pero al menos permitió a Javier Cortés esbozar un par de series de naturales como exige el toreo en el siglo XXI.

Ficha

Monumental de Pamplona. Sábado, 9 de julio de 2022. Quinta de feria. Lleno (20.000 espectadores). Toros de José Escolar, todos cinqueños; tremendamente serios; muy malos a excepción del 6º.

Joselito Adame, de blanco y oro. Estocada atravesada y descabello (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y dos descabellos (silencio).

Rubén Pinar, de blanco y plata. Estocada (petición y saludos). En el quinto, media estocada (silencio).

Javier Cortés, de blanco y oro. Pinchazo hondo trasero (silencio). En el sexto, estocada contraria y atravesada y muchos descabellos. Aviso (silencio).

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