Concluida la corrida el ganadero de Fuente y Ymbro, don Ricardo Gallardo, manifestó su sabiduría de cordobés con sincera humildad, al expresar que la corrida de Fuente Ymbro, su corrida estuvo “vacía”.
Se refería al vacío de bravura en su comportamiento, a pesar de la inmensa actuación del peruano Andrés Roca Rey, que llenó la plaza de emoción, valor, poder y torería aún en contra de las huestes que sembró hace casi medio siglo Alfonso Navalón en el tendido 7 de la Plaza de Las Ventas, siembra de bulos que en el transcurrir de los años fueron abonados y regados con ignorancia y amargura, por la tinta de Vidal y sucesores en diarios madrileños.
Andrés Roca Rey ayer, como años atrás lo hicieron Paquirri, El Capea y Manzanares, se enfrentó en el propio reñidero como gallo fino a los herederos de los Mariví, encarándoles desde la arena, dando la cara, mientras con los crujientes pitones del toro de Fuete Ymbro al rozar las telas del traje, se llenaba la plaza con la torería del peruano que regó de valor sin tacha, el vacío del que se refería en queja amarga el ganadero cordobés. Fue tarde de apoteosis.
La plaza, con el papel agotado. Toros de Fuente Ymbro, para Diego Urdiales, Andrés Roca Rey y Ginés Marín. Cada quien con su cada cual fue leyendo a su leal saber y entender la partitura del himno a lo imposible, que intentaron dirigir en su pentagrama cada uno de los toros de don Ricardo Gallardo:
Diego Urdiales reconoció la veracidad de la sentencia de Rafael Guerra “Guerrita” cuando ante una situación similar a la vivida por Urdiales dijo: -“cuando no se puede, no se puede; además, es imposible”.
La plaza de Madrid recibió a Ginés Marín como las naciones reciben a sus héroes, reconociéndole su valor, entrega y honestidad con una aclamación al terminar en paseíllo.
Como salen de la plaza los históricos abandonó la arena Andrés Roca Rey: una vez más el público de Madrid reconoció , que el peruano es el número uno, a pesar de no haber cortado oreja en ninguna de sus actuaciones en lo que va de San Isidro; pero confirman cada lance, cada pase, cada toro y todas las tardes su grandeza como torero. Personalidad arrolladora, como Maestro de la Tauromaquia.
No huno necesidad, aunque hubiera sido justo y bonito, que se abriera la Puerta Grande; abrió la arena de Las Ventas como una cárcava a su paso al salir de la plaza, confirmándose en la romanza de los aplausos y en el reconocimiento al gran torero de esta época que, como Armillita en su día exaspera y provoca el enfado de los rivales que no son capaces de superarlo en el ruedo.
Gracias a América, Madrid tiene un torero.
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