martes, 24 de mayo de 2022

VALDEFRESNO EN LA GRAMÁTICA DEL FRACASO por Víctor José López EL VITO

Con afecto a mi admirado Karl Krispin;

dominador del leguaje, 

que con su genio y técnica logra la obra de arte.

 

 El lenguaje es para el escritor lo que el toro es para el torero: la materia rebelde que su genio y su técnica han de dominar para lograr la obra de arte. Con frases triviales o palabritas melosas se pueden hacer versos bonitos, no bellos. 

En la misma forma en que con toros chiquitos se pueden lograr faenitas que pueden ser hasta hermosas, siempre miniaturas. La grandeza aparece -en el lenguaje- cuando el escritor decide sumergirse en las profundidades del idioma en búsqueda escondida de palabras y giros macizos y profundos.

 Y en los toros, la grandeza surge cuando el lidiador se enfrenta a un animal fuerte, grande y poderoso y lo domina con señorío, arte y superioridad.

 De allí que no considere un desacato el hablar de la muleta del escritor y de la pluma del torero.

Lo que han hecho los seis toros de Valdefresno, cinqueños los seis. Lo hicieron, pues viendo la realidad borraron el recuerdo que tenía vida desde aquella tarde en Las Ventas, que Alejandro Talavante escribió la página taurina más emocionante de todas las que en mi vida haya leído.

A los pocos días, meses diría, no recuerdo la fecha exacta aunque la faena gozaba de buena salud en el recuerdo. Vivía llena de vida. A los días en México coincidí con el maestro, y todo lo que se me ocurrió fue preguntarle: “Sentía el temblor de la tierra en sus pies cuando el toro de Valdefresno seguía con furia, con ira, con furor, con fiereza, encono e indignación su muleta”.

Me miró, asombrado el torero, ¿Y cómo sabes que tembló en la tierra? ...  Pero hoy en Madrid murió aquel recuerdo vivo del toro de Valdefresno. Seis de sus hermanos, con la ayuda del viento mataron aquel lenguaje austero y suave, serio y vivo, el de la frase ceñida que describía verdad y profundidad.

 Aquel recuerdo, y por esta realidad, afirmo que Talavante aquel día convirtió al toro de Valdefresno  en materia rebelde al que su genio, dominó logrando una obra de arte.

 Hoy con el viento, la edad, las hechuras los toros mansos y desrazados, con muchos pies y muy sueltos los tres espadas convirtieron a los valdefresnos en caricaturas del arte en un plomo en tarde aburrida.

Daniel Luque (rosa mexicano) convirtió el recuerdo de sus tardes promisorias en agoreras; José Garrido (olivo y azabache) petición y vuelta; Juanito avisos quebrando los cristales del silencio. 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario