domingo, 29 de mayo de 2022

HOMENAJE A ELOY CAVAZOS EN EL LIBRO "GARFIAS, EL TORO DE MÉXICO" por Víctor José López EL VITO

  

ELOY CAVAZOS
La Historia de un gran torero





Vidriero, Curtidor y Mesonero entre sus triunfos grandes, es el torero que más toros de Javier Garfias ha lidiado en la historia de la ganadería. Supera Eloy a sus rivales generacionales, como lo fueron Manolo Martínez, Curro Rivera, Mariano Ramos, Manolo Arruza y tantos otros grandes de la fiesta mexicana. Cerca de 140 toros de don Javier Garfias entre los más de dos mil toros respaldan su palmarés profesional. 

La carrera de triunfos en su impresionante carrera que sostienen la carrera de Eloy Cavazos, más de 140 pertenecen a la ganadería de don Javier Garfias de los Santos. Ha sido Cavazos el matador de toros líder superando a rivales como Manolo Martínez (102), Curro Rivera, Mariano Ramos y grandes toreros del escalafón español y mexicano que hicieron brillante carrera abrazando el éxito con los colores de la divisa queretana. 

La ganadería de Garfias le acompañó en el éxtasis el 11 de enero de 1976, cuando Eloy Cavazos inmortalizó a Vidriero apo- yado en una faena considerada perfecta , confirmando su grandeza como lidiador y matador de toros la tarde que cortó 4 orejas y dos rabos a los toros Curtidor y Mesonero de Garfias, en 1982, tarde que alternó con Manzanares uno de los maestros emblemáticos del arte hispano que ese mismo día le cortó las orejas y el rabo a Gazpachero.

Conocí a Eloy Cavazos en Monterrey en octubre de 1969. Tarde que alternó con Manuel Capetillo y Manuel Benítez «El Cordobés», lidiaron toros de Pastejé. Al día siguiente se presentó mano a mano con Currito Rivera en Torreón, también con toros de Pastejé logrando un triunfo de apoteosis ya que cortó seis orejas y un rabo. 

Monterrey me impresionó como ciudad de sorprendente desa- rrollo industrial. Su plaza, su ambiente, todo me emocionó porque aquella corrida fue la primera corrida de toros que presenciaba en tierras mexicanas. 

Fue mi primer paso en un camino de afecto de una nación que me ofreció respeto y propuso admirar su fiesta de toros. 

México ha sido cuna y es nicho de grandes amistades, entre la maravillosa gente del toro. 

Con el tiempo tendría el privilegio de ser testigo de la trans- formación urbana de la Sultana del Norte la gran ciudad de la que solo conocía la fama de sus toreros. Una ciudad con fama taurina en su historia ya que la primera corrida de toros que se efectuó en Monterrey fue en junio de 1798. Fue un festejo que se organizó para darle la bienvenida al nuevo gobernador de la ciudad, el ge- neral Juan Francisco de Vergara. 

Cien años más tarde, en 1908, los regiomontanos inaugura- ron la plaza Monterrey con dos históricos como Rafael Gómez el Gallo y Enrique Vargas ́Minuto ́como padrinos. Fue con toros de Malpaso y fue la primera plaza que con un cupo para 7 mil espectadores en La Sultana del Norte rivalizaría con la plaza de Santa Lucía. 

Rivalidad y competencia entre dos plazas, entre distintos es- padas y divisas ganaderas, que beneficiaron el desarrollo de una entendida y apasionada afición por los toros que le daría entre sus hijos grandes figuras del toreo mexicano. 


Como dato, por la plaza ́La Monterrey ́, desfilaron además de ́El Gallo ́, Gaona, Belmonte, Pablo Lalanda, Vicente Segura, Luis Freg, Juan de la Rosa, ́Reverte Mexicano ́, Marcial Lalanda, Manolo Jiménez ́Chicuelo ́, José González ́Carnicerito ́, ́Facultades ́, Paco González, Ernesto Pastor, Heriberto García, Jesús Solórzano y Juan Silveti, el padre de Juanito Silveti y abuelo de David, admirado matador de toros con gran cartel entre los mejores toreros. 

Aunque el Estado de Nuevo León cuenta con ganaderías, como la Ganadería de La Playa, donde con fervorosa pasión, don Luis Quijano, hijo de la ganadera doña Bertha Domínguez rivales neo- leoneses de las divisas de Golondrinas, Agua Dulce, El Vergel, Gar- za Leal, Fernández Yesaki, Felipe Zambrano, Colmenar, El Cerrito, El Jagüey, Eliézer Gómez, Gustavo Garza, Jaime Cavazos hijo del maestro Eloy, Gómez Alanís, no tiene ganado como para respaldar su exigente afición, cuna de figuras del toreo del toreo neoleonesas, o regiomontanas como Lorenzo Garza, los hermanos Luis y Félix Briones, Raúl García, Manolo Martínez, Eloy Cavazos... 

Por el año de 1954 se levanta la Plaza de Toros Guadalupe, construida por don Remigio González y César Garza, carnicero, exalcalde y empresario de la plaza de La Villa de Guadalupe con capacidad de 7 mil personas. César Garza contrató a su primo Hector Cavazos «Torín», padre de Eloy Cavazos, como guardapla- za. En ese sitio y aquel momento comenzó una de una de las más grandes historias del toreo mexicano la historia de Eloy Américo Cavazos Ramírez. 

La vida de Eloy ha sido un ejemplo de constancia, superación y responsabilidad. El torero nacido en la Villa de Guadalupe, se transformaría en torero de multitudes con sus éxitos en Las Ventas de Madrid, y orgullo de todo México. La Conserjería de la plaza de toros sirvió de habitación a la familia. 

Durante aquellos largos viajes de Monterrey a Torreón y de Torreón a México, sin autopistas y por carreteras infinitas, Eloy con- taba que había nacido en una casita de adobe, de una construcción de bahareque igualito que los ranchitos campesinos de Venezuela el 1952. Sus paredes hechas de pasto seco y de barro que luego 


sostenían con pedazos de caña. –No nací envuelto en pañales de seda, decía Eloy, tampoco conocí de escuincle los consentimientos y gustos que le dan los padres a sus hijos. 

Llegué al mundo en una choza el día de San Luis Rey, 25 de agosto del año de 1950. Pasamos mucho trabajo en la familia. Una familia numerosa. Soy el quinto de los Cavazos-Ramírez, ¡y somos ocho hermanos! Ramiro es el mayor, luego Héctor, que murió, Saúl, José Ángel, después de mí, David (Vito, banderillero) Toñita y «El Chiripazo», que es el menor, Juan Antonio. – En la plaza nos aliviábamos porque no teníamos que pagar renta y papá no tenía empleo. Estaba desempleado, «en el paro» como dicen en España. 

Allá, en la placita de la Villa de Guadalupe, nació la afición por la más bella de las fiestas en el alma de Eloy Cavazos. Más que afición, era pasión por una profesión que le daría todo en la vida. En especial el reconocimiento del mundo. 

Papá, antes de ser guardaplaza de la Villa de Guadalupe, ha- bía sido pintor de cruces en el Cementerio Municipal de la Villa de Guadalupe. Aquella casucha de paredes de barro y techo de lata, que era nuestra casa, estaba al lado de la caballeriza y de los corrales de la plaza de toros. Durante el verano era calurosa y se llenaba de plaga y de ratas. 

Noches había –narra Eloy–, en que mi pobre madre se pasaba horas y horas espantándonos los moscos con una rama de mezquite y embarrándonos de petróleo –cuando había– para que los bichos no nos picaran. Dormíamos sobre petos de caballos y mantas para mulillas. Pero el ambiente de la placita hizo que naciera mi afición. Con los toreritos que iban a entrenar a la plaza de la Villa de Gua- dalupe aprendí a jugar al toro, a torear de salón, a hacer ejercicios. 

Un novillero de nombre «El Pony» me regaló para Navidad un capotito, un capote de torear que serviría para que ganara mis primeros pesos como torero. 

Eloy toreaba de salón antes de los festejos de la Villa, en la puerta de la plaza, y los aficionados le regalaban dinero cuando 


terminaba. Era tanta la pobreza de la familia Cavazos Ramírez que esos centavos significaban mucho para el sustento diario de los 11 miembros del clan. 

Pero llegó la tragedia en casa de los Cavazos. 

El hermano mayor de Eloy, Héctor, murió en un lamentable accidente, cuando cazaba palomas y se le escapó un disparo de la escopeta. Laboraba en una casa de comercio llamada Te de Malabar, y sus patrones, conscientes de que Héctor era el sustento de la familia, le ofrecieron el trabajo a Eloy, amigo de los hijos de los propietarios. Como no había ido a la escuela ni sabía oficio alguno para poder desempeñar un cargo, se convirtió en «maestro taurino» de los muchachos, porque ya para esa época Eloy distraía a los parroquianos con sus faenas de salón. Así, los 145 pesos que Héctor ganaba a la semana continuaron llegando a la conserjería de la plaza de toros de la Villa de Guadalupe. Un día los hijos de los patrones fueron invitados a un tentadero en casa del ganadero Eleazar Gómez, donde los maestros de la faena campera eran Raúl García y Jaime Bravo. 

En la ganadería de Eleazar Gómez conocí a Fernando Elizondo, cuenta Eloy. 

Elizondo se entusiasmó con Eloy Cavazos. Tan diminuto, tan gracioso, valiente y enterado. Quiso cerciorarse Fernando de las condiciones de Eloy y le invitó a la ganadería de Cuco Peña, en Laredo, para que matara un semental. Convencido de que Eloy podría ser alguien, Fernando Elizondo le preparó algunos tenta- deros a Cavazos y algunas novilladas. Elizondo tenía un socio, el venezolano Rafael Báez, con el que llevaba algunos matadores de toros, como era el caso de Jaime Bravo. La presentación de Eloy Cavazos fue por una sustitución que hizo en la cuadrilla de niños toreros, anunciada como Los Monstruos. 

Falló un muchachito y Eloy se metió en el cartel. Fue su primera experiencia, y no le fue mal. Al domingo siguiente le anunciaron mano a mano con el Santacruz, dos becerros y dos vacas. El éxito le abrió las plazas de la región y llegó a torear más de sesenta festejos. 


Calas, llaman en México, a las becerradas con vacas que antes de ir al matadero, o ser sacrificadas por los ganaderos de lidia, son aprovechadas por los aspirantes a novilleros para su formación. 

– Papá había sido mi primer apoderado. Como becerrista fui a muchas plazas y gané unos pesitos con lo del «monterazo»; pero llegó el momento en que escasearon los «astados» y había que llevar lana a casa... Así que cambié la muleta por la caja de bolero y «a dar bola» –que es como llaman en México el oficio de lustrar calzado. 

Hasta que conocí a don Fernando en casa de don Eleazar. En México, casa de Elizondo, conocí a Rafa. Había una reunión, una fiesta, casa de Fernando, y como no debía trasnocharme, para estar siempre preparado y hacer bien mis ejercicios, Elizondo decidió que me fuera a casa de Rafa, en la calle de Pilares. Rafael y su es- posa Betty vivían en un apartamento muy amplio. Al principio no me gustó la idea. Eso de que un venezolano y una gringa fueran mis cuidadores, no me parecía que iba bien con la idea que tenía de ser torero. 

Con el tiempo comprendería cuán equivocado estaba. Betty ha sido una de las mejores personas que he conocido en la vida; y de Rafa, ¿qué te puedo decir? 

Mi amigo, mi compadre, algo más que un apoderado. Nunca hemos firmado un documento. Jamás hemos hecho cuentas, y ya ves... Por fin, a pesar de su diminuta apariencia que le impedía me- ter la cabeza en las plazas de toros, Elizondo y Báez convencieron a don Nacho García Aceves, empresario de la plaza de toros El Progreso de Guadalajara, para que Eloy Cavazos hiciera su debut como novillero. Nacho García no quería contratar a Eloy porque lo veía demasiado chico. 

– ¡Es muy escuincle el chavo! 

Eloy salió en hombros de Guadalajara y cuando salía por la puerta grande, vio entre los curiosos asombrados a don Nacho; y le gritó: 

Don Nacho... ¿Verdad que ahora no soy escuincle?». 

Cuenta Eloy que esa novillada no la vio Báez. 

La primera vez que Rafael Báez vio torear a Eloy Cavazos fue en Camino de Guanajuato que pasas por tanto pueblo no pases por Salamanca que allí me hiere el recuerdo. Vete rodeando veredas, no pases porque me muero. Una novillada que tenía mucho am- biente entre los aficionados de León porque anunciaban un encie- rro de lujo, de la ganadería del Lic. Alberto Bailleres. 

Cuenta Eloy que después de la novillada, 

Rafael Báez me dijo de plano que no le había gustado nada. Lo que me provocó honda pena». 

Pero Rafael Báez sabía que estaba frente a un torero importan- te, a pesar de que en León no le había gustado. Eloy entrenaba muy fuerte todos los días, mientras que Báez le conseguía novilladas. 

Fueron 47 novilladas antes de presentarse en la Monumental de México. Una de las metas que se habían trazado en esta primera parte de la carrera de Cavazos, se había cumplido... 

Aquella temporada, el as de los novilleros era Manolo Martí- nez. Otro novillero de Monterrey. Se hablaba mucho de Ernesto Sanromán «El Queretano» y de El Sepulturero. 

No teníamos dinero para comprar un traje decente para pre- sentarnos en la Plaza México. Betty, la mujer de Rafa, fue al Monte de Piedad en El Zócalo. Empeñó todas sus prendas. Lo hizo sin que nos enteráramos. Cuando Rafael lo supo, cogió un berrinche que ni te imaginas. La pagó conmigo. No me hablaba, y cuando me dirigía la palabra era para recriminarme algo. 

Eloy Cavazos, con gran expectativa, se presentó en la Monu- mental, el 12 de junio de 1966. Toros de la ganadería michoacana de Santa Martha. El novillo del debut se llamó «Trovador». Com- pletaron el cartel aquella memorable tarde en la carrera de Eloy 

Cavazos, Leonardo Manza y Gonzalo Iturbe... Cortó dos orejas, salió a hombros y su cartel, que estaba muy alto, llegó a las nubes. Cavazos se cotizó mucho y muy pronto. Era un gran atractivo para las empresas, pero no volvió a la México, sino para confirmar la alternativa de matador de toros que recibió el 28 de agosto de 1966 en Monterrey de manos del leonés Antonio Velázquez y con Manolo Martínez de testigo con el toro Generoso, número 69 de San Miguel de Mimiahuapan. 

La confirmación fue en el 14 de mayo de 1968 el padrino fue Alfredo Leal y el testigo Jaime Range con el toro Talismán, de Chu- cho Cabrera. Eloy se arrimó y cobró: recibió tres cornadas. Ese día sintió el peso de la Plaza Monumental México, la que en su vida se iba a convertir en escenario de los grandes triunfos de su brillante carrera en lo que iría acompañado por grandes toros de don Javier Garfias como Vidriero, Curtidor y Mesonero entre muchos toros de diversas ganaderías, pero según sus propias palabras a este perio- dista que narra estas lineas de su historia fueron los que le abrieron el camino para convertirse en figura del toreo. 

En aquella temporada, la México presentó 14 festejos; y fue- ron contratados al Derecho de Apartado y en corridas sueltas, los matadores Manuel Capetillo, Alfredo Leal, Joselito Huerta, Raúl García, Mauro Liceaga, Jaime Rangel, Chucho Solórzano, Alfonso Ramírez «Calesero Chico», el maracayero Adolfo Rojas, uno de los buenos toreros venezolanos que actuó en dos tardes y llegó precedido de gran fama tras su destacada campaña como novillero en la plaza Monumental de Las Ventas de Madrid. Plaza de la que salió varias veces en hombros. También estaban en el derecho de Apartado Raúl Contreras «Finito», Ricardo Castro, Antonio Lomelín, El Ranchero Aguilar, Antonio del Olivar, Fernando de los Reyes «El Callao», los venezolanos Curro Girón y César Faraco, Gabino Agui- lar, Rafael Muñoz «Chito», Manolo Espinosa «Armillita», Leonardo Manzano y Joel Téllez «El Silverio». 

Eloy ya con nombre propio entre los históricos de México, confirmó en la Plaza de Toros de Las Ventas el 20 de mayo de 1971 con el toro Retoño de José Luis Osborne, siendo el padrino Miguel Mateo «Miguelín» y testigo Gabriel de la Casa. Convertiría España   


en escenario de grandes triunfos, en especial Madrid y sus plazas de Vista Alegre y de Las Ventas donde fue el último mexicano que abriera la Puerta Grande. La tarde de su alternativa, como él mismo lo contaba «...el 20 de mayo del 71 – hace ya 48 años – torean- do con Miguel Mateo Miguelín y Gabriel de la casa y corté dos orejas y abrí por primera vez la valiosa puerta para los toreros». Apenas tres días más tarde, con el sabor de la gloria en la boca, el 23 Cavazos se llevó la cornada más grave de las 20 que sufrió en su carrera... fue en el pecho, de 25 centímetros de profundidad, propinada por el toro ‘Farolero’ que le atravesó el pulmón: «es un milagro que haya salvado la vida», declaró entonces el célebre doctor Máximo García de la Torre,. 

Con 70 años de edad este gigante de la ‘Fiesta Brava’ es recor- dado por su valentía... por su toreo rebosante de alegría. 

  

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