La sangre brava de Gilio empaña la noble casta de Los Maños
Ya estaba la faena hecha. Arturo Gilio había dejado una magnífica impresión en su presentación en Madrid. El pensamiento de haber cortado un poco antes el trasteo. De pronto, andando con el toro hacia las tablas, un derrote lo desestabilizó y otro lo cogió contra la arena para levantarlo colgado por el talón. Durante unos segundos todo el peso del cuerpo dependió del talón que se balanceaba en el pitón. Cuando las asistencias enfilaban el camino hacia la enfermería, con un grito les dijo que quería matar al novillo. No hubo forma. Intentó dar dos pasos pero las fuerzas le fallaron. El parte dijo luego: «Herida por asta de toro, con orificio de entrada en cara posterior interna en el tercio inferior de la pierna izquierda con una trayectoria de 25 centímetros que produce destrozos en tejido celular subcutáneo y presenta orificio de salida en cara posterior de dicha pierna. Pronóstico grave».
Antes, por encima de todo, había quedado un concepto profundo del toreo. De dejar la muleta en el hocico para tirar de la embestida. De entrega sin estridencias. De largura pulseada. De temple. Arturo Gilio mostró un potencial tremendo ante un novillo de Los Maños que humilló con buen son aunque en ocasiones falto de transmisión -como el conjunto de la novillada-. El mexicano de Torreón hiló los muletazos en redondo, con verticalidad, con gusto. Pasándoselo por la faja un puñado de veces. El asaltillado santacoloma de su presentación que tuvo más movilidad. Se dobló con él en un entonado inicio de faena para después ligarlo. Le protestaron la colocación, pues se quedó a veces al hilo para encauzar una embestida detrás de la otra. Los pases de pecho a la hombrera contraria justificaron su intención de redondear todo.
La novillada de Los Maños, que rondó los 500 kilos de peso en su conjunto, tuvo un juego noble en líneas generales con el debe de la falta de emoción. Colaboradora -que no quiere decir tonta-. Uno de los novillos con mejor condición fue el sexto, rematado y amplio. Guillermo García Pulido, de la escuela José Cubero 'Yiyo', volvió a Las Ventas tras cerrar el cartel del festival de reapertura de la plaza después de la pandemia. Dio la cara con este novillo, firme y dispuesto. Muy buena actitud dejó con el que abrió su lote, al que recibió con un buen manojo de verónicas rematadas con una bonita revolera genuflexo. La tendencia a cabecear afeó la faena, ya que resultó difícil extraer pasajes limpios.
También debutó el pacense Carlos Domínguez. Un torero fino, de maneras clásicas y bella estética. Tan preciosa fue la media verónica al primero de la tarde como en el quite al sexto. El primero de la tarde, Saltacancelas fue un novillo con gran humillación que quiso siempre todo por abajo. El acople llegó sobre la mano derecha en una faena con altibajos pero predominada por las buenas formas de Domínguez. De tono más discreto fue su actuación ante el cuarto, un novillo que acusó estar demasiado cuajado que le llevó a pararse pronto.
A la salida, además de la espeluznante cogida, se comentaba de las grandes condiciones toreras de Arturo Gilio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario