viernes, 29 de abril de 2022

SEVILLA, “EL CLAMOR DEL HÉROE RESUCITADO” por ZABALA DE LA SERNA @zabaladelaserna Sevilla

 



Puerta del Príncipe para Luque    


 

El torero de Gerena pasa de jugarse la vida con un toro violento a salir de la enfermería para cuajar una faena pletórica al mejor de la desigual corrida de El Parralejo; Perera lanza un mensaje a la empresa de Madrid y corta una oreja de ley

 

Balanceaban a Daniel Luque, caído el sol a la espalda del Guadalquivir, como al resucitado, que pasaban de mano a mano con incredulidad y devoción. Su tarde de hombre, héroe y torero pleno, o viceversa, lo catapultó al cielo de Sevilla. Esta es la historia de su epopeya, del clamor de su gloria, de la apuesta de su vida.


Un toro cinqueño pasado -el primero de los tres que saltaron-, cuajado y fuerte, muy desarrollado del tren delantero, inauguró la grandona corrida del debut de El Parralejo con más movimiento que clase (cero) en los tercios previos. En el último se destapó su falta de entrega. Que a la postre es la clase. El Fandi lo había tapado con su fácil capote -el saludo por verónicas, el galleo por chicuelinas, un quite por el mismo palo- y había exhibido su movilidad en banderillas. No sólo por facultades el poderío, sino por conocimiento de terrenos. El toro, que no se salía de la suerte, escondía siempre algo, que al final, tras varios amagos, sacó con un derrote tenaz a la mandíbula de Fandila. Hasta entonces también lo había tapado con la muleta.

 

Sobre el larguísimo ejemplar que salió a continuación, fino y suelto de carnes en tan inacabable osamenta, Miguel Ángel Perera escribió un mensaje a la empresa de Madrid, que lo ha ninguneado en San Isidro incluso para las sustituciones de Emilio de Justo: "Aquí estoy". Anduvo perfecto de principio a fin con el buen toro, que traía una humillación extraordinaria, una nobleza cierta, una fijeza exclusiva de su pitón derecho. El temple de MAP le puso ese pasito último del que carecía. Y lo cosió en su muleta desde el magnífico prólogo -esa trincherilla- a la serie de coda, sin soltar la embestida, que puso la plaza a bramar. Añadió el acierto -que no ha sido siempre virtud en él- de saber acabar en ese momento la faena. Una estocada cabal, la muerte lenta, la oreja de ley.


Daniel Luque ya había hecho una declaración de intenciones con un quite temible por gaoneras, el puente trágico sobre el anterior de Perera. Cuando sonó su hora, expuso directamente la vida frente a un toro de pregonada maldad, hostil desde que salió frenado y midiendo, violento de hechuras. A Luque le importó nada sus intenciones y se puso a torear como si fuera boyante, a sabiendas de que colgaba una esquela de su pitón izquierdo. Por ese lado, avanzaba la faena de terrible esfuerzo e inmenso mérito en aquellos derechazos bizarros, citó DL como si fuera a dar un pase de pecho. Y el toro se venció con instinto depredador. La punta atravesó sólo la taleguilla, pero en la voltereta tiró con calibre de antiaéreo: la bala o la daga impactó bajo las costillas. El susto vació de aire, de un solo ¡ay!, la plaza. Buscaron las cuadrillas la cornada tras el chaleco, sin hallar milagrosamente nada. Y entonces Luque, doliente y lívido, volvió a la batalla, agarrándose el corazón. E incluso le propuso, otra vez la izquierda, desafiando al destino. Una estocada bíblica, un puñetazo de rabia incontenida, tumbó a la bestia, ciega ya de muerte. Agarró fuerte la oreja, que traía el peso de la verdad, y pasó a la enfermería.


Saltó el feote cuarto de abierta cara y flequillo de bisonte. Apuntó una bondad dormida, vacía de empuje, apagada hacia adentro. El Fandi lo banderilleó sin tino -el tranco no le llegaba-, le hizo de todo con paciencia y lo mató con rectitud de vela, perdiendo el engaño.


Para abundar en la accidentada configuración de la corrida de El Parralejo -desconfigurada en el campo-, caminó descoordinado el redondo quinto. Su esférica culata parecía desriñonada. El sobrero, también con cinco años y medio, asomó con trapío venteño, una cosa gigantesca. Embistió como era, muy bruto, reponiendo, nunca entregado. Cabezazo va, cabezazo viene. Miguel Ángel Perera rebuscó en el baúl de sus múltiples registros. Y ni por esas. Hundió la espada de una sola vez y al hundirla el toro pegó el arreón con todo lo que llevaba dentro...


Regresó Daniel Luque de la enfermería con un varetazo que le cruzaba la quinta y sexta costilla, como el latigazo de una barra de hierro. Y la rodilla vendadaRecomendaba una exploración de rayos el parte facultativo. El sexto lucía más finas hechuras. Y las hechuras no suelen fallar. Luque traía la ambición intacta. La seguridad y la calma. La conjunción, por fin, se dio. DL leyó con perfección al toro, que se llamaba Jurista. Y ordenó sus movimientos y exprimió su humillación, y su repetición, y su chispa brava y noble. Luque por ambas manos ligó los muletazos, preciso en el toque y en el temple, sabio y curvo en el trazo, tan embrocado. Vibraba la plaza, loca ya con las luquecinas y la estocada definitiva. Que rindió de una sola vez el palco, los dos pañuelos de una tacada. Lloraba el torero como un niño ante la Puerta del Príncipe soñada, conquistada con mimbres de hombre y armadura de héroe.

Ficha


Plaza de la Maestranza. Jueves, 28 de abril de 2022. Segunda de feria. Media entrada. Toros de El Parralejo, cuatro cinqueños (1º, 4º 5º, el sobrero 5º bis y 6º); Media entrada. Toros de El Paralejo, cuatro cinqueños (1º, 4º, 5º, el sobrero 5º bis y 6º); grandones; destacaron el 2º por el derecho y el muy notable 6º dentro de un conjunto muy desigual de juego.

El Fandi, de azul pavo y oro. Pinchazo hondo rinconero y descabello (silencio). En el cuarto, estocada (saludos).

Miguel Ángel Perera, de nazareno y oro. Estocada. Aviso (oreja). En el quinto, estocada. Aviso (saludos).

Daniel Luque, de verde botella y azabache. Gran estocada (oreja). En el sexto, gran estocada (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe

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