lunes, 4 de abril de 2022

JUANITA CRUZ, EN EL CARTEL CON CONCHITA Y CRISTINA SANCHEZ por Víctor José López EL VITO (1)

  


 

Hace poco, cuando se conoció la noticia que Cristina Sánchez  como apoderada de Antonio Ferrera, revivió en el recuerdo a Conchita Cintrón, la gran torera peruana, nacida en Antofagasta, Chile, con brillantes actuaciones en España, México, Colombia, en Venezuela y por supuesto en la Plaza de Acho de su adorada Lima; pero al coloquio entre amigos le faltaba un nombre en el cartel: Juanita Cruz, madrileña nacida en Jorge Juan y vecina en el 24 de Felipe II.


 Omitida por ignorancia, porque sobre las arenas de sus triunfos Juanita es la torera más importante que conoce la historia de la tauromaquia. Tres grandes toreras, no cabe duda. Las tres históricas por su talento, valor y carrera brillante. Carreras diferentes, cada una vivió su momento.

 

Juanita Cruz, la Diosa del Toreo;  – Juana Cruz de la Casa, 1917-  fue alumna de Rafael García Antón,  el apoderado de Luis Díaz “Madrileñito” y empresario organizador de festejos en plazas de España y de Francia durante  los años terribles de la Guerra Civil Española. 

Conchita Cintrón, la Diosa Rubia del Toreo – Concepción Cintron Verrilli, 1922 -, chilena de cuna, hija de puertorriqueño y una ciudadana peruana por adopción, se hizo torera en el Tentadero de La Legua. Aquella academia taurina de aficionados limeños, donde la influencia del rejoneador lusitano Rui da Cámara hizo su espacio donde se desarrolló una figura del toreo: Conchita Cintrón. 

Admirada como torero por grandes maestros como Juan Belmonte,  el propio Manolete, los hermanos Solórzano, Chucho y Eduardo, y el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, entre los matadores con los que alternó, desmontada de su cabalgadura y en competencia con estos maestros en plazas mexicanas.

 Antoñete la recordaba con admiración. Chenel estuvo presente el día que Conchita y Juan Belmonte torearon en Las Ventas a puerta cerrada, candado impuesto por Belmonte y acción cumplida por Paco Parejo, el cuñado de Chenel, y así evitar que las autoridades impidieran la actuación de Conchita. 

 - “Estuvo enorme”, se expresaba en su relato laudatorio Chenel, agregando que “… aquel día también viví y bebí de la expresión de Juan Belmonte”. 

 No olvidemos que Antonio Chenel, entonces apenas  un niño que vivía en Las Ventas, en la casa de su cuñado Paco Parejo, admirado y considerado por “Antoñete” como el más entendido de los aficionados

Juanita Cruz fue precoz como aficionada y adelantada como torera impresionó a Rafael García cuando de tarde iba de Alcalá a la Avenida para entrenar con “Madrileñito” y un puñado de novilleros que soñaban ser toreros. 

García Antón se fijó en la muchacha, la que entre todos destacaba cuando hablaba de tema taurinos,  comentaba o analizaba el resultado de una corrida. Sus opiniones del comportamiento del ganado, la disciplina y seriedad y su adelanto en el toreo de salón fue  lo que apuró su debut como becerrista en la finca de Nemesio Villarroel,  en Salamanca, un distinguido sportsman que alquilaba ganado bravo para entrenar y disfrutar toreando junto a sus amigos. 

Aquel día de la visita de Juanita a la finca de Villarroel las vacas tenían edad, peso y eran astifinas. Como le gustaba a Nemesio.

 Los invitados a la fiesta campera, al ver lo fuerte del ganado y la diminuta y sencilla apariencia de la torera se preocuparon al ver la niñita. Por unanimidad le recomendaron a García le impidiera salir al ruedo. - “Yo he toreado bastante, y estoy acostumbrada”. Fue ella la que le respondió a los preocupados asistentes.   La primera vaca, la más fuerte de las cuatro, fue la primera para el aficionado Villarroel. La vaca había sido tentada y ahora él la toreaba hasta que interrumpido en su faena, dijo: - “Ahora que salga la señorita”. 

Aquello ocurrió en 1932. La actuación de la señorita torera entusiasmó a Rafael García,  que dejaría a “Madrileñito” para colocarse al lado de la novillera Juanita Cruz.

Lo hizo hasta su muerte.

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