Rubito llegó a la vida con el siglo. Nació el 5 de enero de 1900, y lo hizo en Caracas, ciudad que siendo un crisol intelectual fue destruida por las tormentas de las guerras: Independencia y Federación.
Esta Caracas, la cuna de Eleazar Sananes, a la llegada de Rubito era una ciudad paupérrima, habitada por soñadores que creían que las naciones libres del continente le debían a la Cuna del Libertador su Independencia.
Caracas ha sufrido como ninguna otra ciudad sudamericana la intensidad de los efectos de las guerras de independencia y de federación; mientras Caracas se hundía en querellas, Quito y Bogotá se desarrollaron con más desahogo su educación y su arte.
Venezuela era el centro levantístico, foco de la rebeldía del triángulo de la Gran Colombia.
La ciudad se formó como protagonista en las guerras, tanto Inependencia como la Federación.
Antes de comenzar el drama, las provincias venezolanas contaban con cerca de 900 mil habitantes, después de la batalla de Carabobo descendió su población a unos 600 mil. Mientras el desagüe dejaba a Caracas cuya existencia giraba obediente a los púlpitos torno a la religión, sin cátedras referidas a la ciencia en la universidad. Ciudad sin recursos para crear una sociedad progresista, cuando en el mismo momento la Nueva Granada ascendía a un millón 247 mil habitantes sin contar la región ecuatoriana, desarrollándose a la par de los nichos religiosos la investigación científica y los estudios económicos.
El conflicto bélico se desarrolló en los pueblos y ciudades venezolanas y fueron destruidos por las guerras. Lo contrario de ciudades y pueblos en el Virreinato del Perú, o en la Nueva Granada.
Los venezolanos pagamos muy caro el aporte de líderes cívicos y militares por haber sido cuna de los revolucionarios que construyeron una nación fracturando la Gran Colombia que cuidó la riqueza y rigidez del Virreinato de la Nueva Granada, quedándose Venezuela con los pedazos de la pobreza de haber sido una Capitanía General.
Aquel año de 1900, cuando Eleazar Sananes vino al mundo en Caracas lo hizo en la Parroquia de Altagracia, parroquia donde el futuro de la nación se pintaba desastroso.
Rómulo Gallegos describió con atinado trazo en la primera línea de su novela Doña Bárbara: Un bongo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen derecha. Se refería el maestro Gallegos a que Venezuela era tierra salvaje y cruel, territorio de extensos latifundios donde el pueblo vivía en condiciones tan precarias como vestigios de esclavitud. Ese, lo precario, era el panorama que el Siglo XX encontró en Caracas, ciudad que había sido convertida en la incubadora de una casta militar en los cuarteles. Casta arrogante y agresiva, mientras que Bogotá imprimía a la política en los claustros universitarios y religiosos, un carácter ideológico, ceremonioso y razonador.
El bongo de esta historia que tienes en tus manos, amable lector, no navega por el Arauca. Eleazar Sananes Echeverría ha de convertirse, dadas las circunstancias que le rodean, en un hombre que se vivió con un propósito en su mente: liderar la evolución del toreo nacional. Eleazar Sananes Echeverría, Rubito, como le conocían de muchacho, es un caraqueño rubio, de ojos azules un mestizo extraño por el que corre por sus venas la revoltura de las sangres que forman Venezuela. Sananes es sangre de judío sefardita, sangre que mezclada con la vascuense de Echeverría de su madre influirá en su aspecto como en su carácter.
El catire Rubito, desde muy niño, siente profunda atracción por torear. La influencia taurina caraqueña se demuestra en la expresión de las pinturas y dibujos de nuestros artistas, pintores que como Lovera y Michelena retrataron a la gente de la ciudad.
El primer contacto de Eleazar con el ejercicio de la tauromaquia fue gracias a Anán Salas, hermano del maestro Tito Salas, pintor reconocido en aquel Paris que reconocía artistas venezolanos como los maestros Arturo Michelena, Martín Tovar y Tovar y Antonio Herrera Toro, Cristóbal Rojas, el grupo de artistas que puso a Venezuela en el mapa de la pintura durante el siglo XIX, con marcada influencia de la tauromaquia.
LOS GRANDES ARTISTAS Y LOS TOROS
Tito Salas subraya su afición a la tauromaquia con dos cuadros taurinos extraordinarios, cuadros que datan del año 1908, los cuales aparecen con los nombres: “La romería del Rocío” y la “Capea de Castilla”. Y de Tito Salas será un desaparecido óleo que retrata a César Girón triunfante.
Las pinturas expuestas en las paredes de casa de habitación de Tito Salas en El Toboso, Petare, demostración que dedicó en años de su madurez ilustrar en grandes telas la vida de Bolívar, y muchos dibujos taurinos, los que confirmaron una vida con la tauromaquia como afición.
Tendencia en boga entre maestros consagrados por la sociedad criolla. Prueba de ellos las obras como La Vara Rota de Michelena, ”cuadro que provoca un “Estudio de personaje y toro”, para concluir en el año de 1896 con el cuadro “Picador con toro y monosabio”.
Los oleos taurinos de Carmelo Fernández, Juan Lovera, Antonio José Landaeta, Celestino Martínez, Arturo Michelena y Tito Salas que penetraron más decididos el Siglo XX junto Armando Reveron su “Nuevo Circo de Caracas” la arena donde Rubito creció en dimensiones de figura del toreo nacional. Además de sus pinturas “Torería”, y “Traje de luces de mono”; Pedro Centeno Vallenilla y su Tauromaquia, maravilla rescatada por Sofía Imber; Cruz Diez; Alejandro Otero y Jesús Soto; lo harían más tarde en manifiesta admiración al toro de lidia, como consta en obras maestras de la pinacoteca criolla, reto, no cumplido, en de la exploración de la pinacoteca taurina venezolana entre cuyas obras destaca emblemática La vara rota de Michelena, y el óleo de César triunfador en España, cuadro que el maestro Girón lucía con orgullo en su piso del Paseo de La Castellana, donde con frecuencia atendía a personajes diversos a raíz de la tragedia donde perdió la vida el gran Girón, se dieron a la rapiña de los más variados detalles, artículos y documentos privados de tan destacado venezolano.
A las capeas en los potreros cercanos a Baruta, donde Anán Salas reunía aficionados para sus clases prácticas, asistía el muy joven Rubito.
A la bucólica Baruta acudian personalidades tan interesantes como el maestro Rómulo Gallegos que para la época (1912 a 1921) fue Maestro de Castellano, Geometría y Aritmética y, más tarde director en el Liceo Caracas. Gallegos, por su maniiesta afición por los toros se reunía con Anán Salas, el pintor y aficionado práctico que junto a la cuerdita integrada por Ramón Artahona, Ramón Henriquez, Julio Groscors, los hermanos Perera López habían organizado la Escuela Taurina de Caracas que, como escuela, competía con la de Luis Laviana Manene del Circo Metropolitano.
La escuela de Anan Salas, inspirada y estimulada con la visita del torero bufo español Carmelo Tusquets, y su caudrilla Charlot, Llapisera su Botones, hicieron de Caracas una parada en su gira por Sudamérica. Ruta que entre los toreros tenía como meta la ciudad de Lima y el trazado de los planes de Rubito empataría Caracas con Cali, en Colombia, Quito en Ecuador y Lima en Perú.
En Caracas Anán Salas se integró a la cuadrilla de Tusquets, incorporando a Eleazar Sananes, Luis Laviana “Manene”, que fue el primer maestro de Rubito y también rival de Julio Mendoza. Con ellos, Joaquín Rodríguez “El Trompa”, el primer ·”ídolo de multitudes” que conoció la ciudad.
EL HIJO DE GAONA TIENE CARA DE PESETA
El empresario de la temporada en el Metropolitano, año 1917 era Eloy M. Pérez, y el torero cuña de la temporada fue José Gárate “Limeño”, sevillano que de becerrista fue compañero y rival de José Gómez Ortega, “Joselito”.
Juntos, Joselito y Pepe Limeño, integraron la cuadrilla de Niños Toreros más famosa de la historia de la tauromaquia. Limeño fue torero de mucho cartel. La tarde de su debut en el Circo Metropolitano de Caracas recibió una cornada por un toro de los potreros del general Juan Vicente Gómez, de los potreros de Mariara. La cornada, no lo sacó de la arena. Al contrario, aun siendo escandalosa lo estimuló para un triunfo emocionante.
José Gárate Limeño fue atendido en el Hospital Vargas por el doctor Luis Razetti. Limeño al que su valor y expresión atística, convirtieron en favorito de los caraqueños aquella temporada de 1918, organizada Eloy M. Pérez.
La misma empresa que había proyectado a Rodolfo Gaona como atracción aunque no llegó a pisar suelo venezolano, y mucho menos la arena de la vieja plaza de Caracas. Rodolfo Gaona no salió del camarote del vapor y dejó a Caracas con los crespos hechos, marchádose con su novia a Puerto Rico.
Rodolfo Gaona venía de Lima, donde había realizado una temporada premonitoria a las muy importantes presentaciones de Juan Belmonte, Rafael El Gallo y Joselito, integrando en póquer de ases de los cuatro toreros más importante en la historia del toreo. Cartel que que Lima contrató, aunque no reunió.
Gaona, Joselito y Belmonte, juntos solo en España, en la Edad de Oro del Toreo…
Pero regresemos a América, al Hotel en Lima donde se hospedaba Rodolfo Gaona que vivía una apasionante relación con Carmen Ruiz Moragas. Una de las actrices más atractivas de la Compañía de Teatro María Guerrero; y la más deseada. Amores tempestuosos los de Carmen con Gaona, tempestad que se prolongó, hasta un siglo más tarde cuando Leandro Alfonso Ruiz Moragas el hijo ilegítimo del Rey Alfonso XIII protestó, protesta pública 73 años más tarde del affaire de Rodolfo Gaona con Carmen Ruiz Moragas, rompiendo su silencio en ruidosas declaraciones en toda la prensa ibérica:
«Me niego a seguir en la oscuridad que me ha sido impuesta. Exijo que se me reconozcan los privilegios a que mi nacimiento me hace acreedor y a los que nunca voy a renunciar».
Dijo a la opinión pública Leandro Alfonso Ruiz Moragas, el segundo de los hijos ilegítimos del monarca Alfonso XIII y de la actriz Carmen Ruiz Moragas, en el preámbulo de sus memorias, “El Bastardo Real”, recuerdos publicados por La Esfera de los Libros, desbordando en una relación tensa, tan tensa que trascendió hasta la Famila Real Española, los Borbones, por haberse deslumbrado el monarca español a los encantos de Carmen Ruiz, hija del Gobernador Civil de Granada, don Leandro Antolín Ruiz Martínez y de su esposa doña Mercedes Moragas Pareja.
Malagueña de cuna, la muy hermosa Carmen Ruiz Moragas, la pasión de Rodolfo Gaona provocó en el torero mexicano una tempestad de sentimientos encontrados.
La Ruiz Moragas dio a luz su hijo, el vástago que el torero mexicano pretendía y creía era su hijo, que en realidad era hijo ilegítimo del Rey Alfonso XIII. Bautizado con el nombre de Leandro Ruiz Moragas.
Es por ello que la guasa madrileña comentaba que “el hijo de Gaona tiene cara de peseta”.
LIMEÑO, PRESENCIA DE GALLITO EN CARACAS
Enrique Gárate Echenique, torero peruano de nacimiento, apodado Limeño por su origen, nacido al borde del Rímac desde muy niño inició su carrera taurina en España. Actuó en las cuadrillas de Rafael Gómez “El Gallo”, Antonio Montes y Cocherito de Bilbao.
Enrique “Limeño” casó con Natividad Hernández, hija de Joaquín Hernández Parrao, matador de toros sevillano y miembro de dinastía importante, tuvieron tres hijos. Los tres toreros: Joaquín, el mayor, banderillero enrolado en las cuadrillas de su hermano José, matador de toros y la de Manuel Gárate Hernández, “Limeño Chico”.
El menor de los hijos de Enrique y Natividad, que a la sazón tenía 17 años y que apenas iniciaba su carrera como novillero, muere tragicamente en Santa Olaya como consecuencia de haber sido corneado por el toro Gitano de la ganadería de don Fernando Alvarez. Desde aquella tarde del 25 de agosto de 1914, las niñas de SantaOlaya del Cala lo recuerdan con la sevillana, que cantan: “El capote de Limeño su madre se lo bordó y en la plaza de Santa Olalla lleno de sangre se vio”.
José Gárate Hernández ( Sevilla,1895), hermano menor de Manuel, que a fin de cuentas es el torero al que nos referimos se hizo en l profesión de la mano de Joselito en La Cuadrilla de Niños Sevillanos. José Gárate, ya de matador de toros vino a Caracas en ocupando el sitio en los carteles que nunca ocupó Rodolfo Gaona.
Es el mismo Limeño que tomó la alternativa en 1915 de manos de Rafael “El Gallo”, como padrino, y con Curro Posada de tercero en el cartel con toros de Anastasio Martín.
Tarde desafortunada la se Sevilla, para Limeño: le echaron los dos toros al corral, hecho insólito en Sevilla, más aún en tan singular fecha.
Repitió “Limeño” aquella temporada el 20 de abril en Sevilla, con El Gallo junto a Ricardo Torres “Bombita” y toros de Guadalest.
El doctorado le llega precisamente de la mano de El Gallo que le cedió el toro Bucalero de Campos Varela y Joselito tercero en el cartel en la plaza de Valencia el 24 de junio de 1913.
EL CATIRE SANANES CON 17 AÑOS
Eleazar Sananes, entonces con 17, años de edad, era el año de 1917, a quien por su rubia cabellera, ojos azules, los muchachos que se reunían en el Circo Metropolitano donde funcionaba una escuela taurina, distinguían al aspiarnte caraqueño como “Rubito” que en la cuadrilla bufa destacaba en en el papel de Charlot, remedo del personaje que Charles Chaplin inmortalizó en la era del Cine Mudo. Era la cuadilla de los bufos, bajo la dirección del aficionado práctico Anán Salas.
A todas estas Eleazar, su madre y sus dos hermanas y un hermano, que habian nacido en Santa Rosalía, se mudaron a San José.
Desde ese momento fue considerado “josefino”, rival, que más tarde rivalizaría en el afecto de los aficionados capitainos con el “sanjuanero” Julio Mendoza Palma, “El Negro” Mendoza.
A los 17 años de edad, Eleazar Sananes había debutado en Caracas en el Metropolitano, mayo del 17, alumno de Luis Laviana Manene. Torero cercano a Manuel Mejías Bienvenida y a Rafael Gómez Ortega El Gallo qujienes nutrieron su hambre de conocimientos en la lidia de los toros de los hermanos Gorrondona y delos Gómez de Mariara que nutrían las temporadas de novilladas, corridas mixtas y festivales en el Circo Metropolitano donde la plantilla de matadores se nutría conafcionados prácticos como el mencionado Anán Salas, Ramón Artahona, Ramón Hernández, Juio Groscors y los hermanos Perera López, quienes según don Carlos Salasorganizaron un festival en homenaje a la compañía de María Guerrero que se presentaba en el Teatro Municipal de Caracas.
Si don Carlos Salas es conocido por su magnífico libro sobre los Toros en Caracas, les informo amables lectores que su relato e investigación del teatro en Caracas es sencillamente brillante.
Aquella temporada del año 17 se inauguró con el fracaso y decepción del famoso torero español José García Alcalareño. Nutriéndose del chisme social con los amores de Gaona y la Moragas que dejó plantado a Eloy M. Pérez con 20 mil bolívares en oro. Un dinero que repondría con creces el empresario al contratar en 1918 a Juan Belmonte que contrataría 30 mil bolívares oro por actuación.
Triunfando cada tarde y fundando en lo valores de la amistad una importante relación de admiración y afecto con el presidente de la República, Juan Vicente Gómez. Todavía no figuraban en los carteles de las temporadas de Venezuela aquella pareja que ha de ser considerada como base fundamental de la tauromaquia venezolana: Eleazar Sananes “Rubito” y Julio Mendoza.
EL TROMPA, ANTECEDENTE CRIOLLO
Antes, la venezolanidad la vistieron muchos aspirantes, y en especial un personaje histórico que el doctor Francisco Betancourt Navarrete dibujó en una semblanza xomo de “ Feo, como un dolor de estómago. Elástico, como un caramelo de papelón, tan largo de brazos como un gorila. Liquiliqui de drill. Una cachucha a cuadros, sucia, de forma y color inverosímiles. Debajo, unos ojos de parapara, una nariz de estudiante de astronomía y, de impedimenta a la respiración, un hocico que si no que si no igualaba al del oso hormiguero podía fácilmente competir con el de la danta, más aún si se ponía en la comisura el clásico tizón hediondo de una panetela de las de a dos por puya, que basculaba de lado a lado. Eso era el Trompa. Armazón de alambre y gutapercha, algo así como los fuegos artificiales que en los días festivos se quemaban en las plazas públicas y de cuyo esqueleto, después de detonar en colores y estampidos, surgía la imagen de un héroe.
Así lo retrata Francisco Betancourt Navarrete, un buen aficionado, ciudadano muy culto y valenciano a carta cabal que firmó crónicas y reseñas con el seudónimo Pepe-Hule. Betancourt Navarrete fue cronista de El Universal. El “Conde Federico”, Eliseo Delgado, a la sazón el periodista con más crédito entre los taurinos en Venezuela, se refirió a él como de “distinguido y chispeante escritor taurómaco. Su amena sección semanal “Sándwiches Taurinos” le conquistaron merecidamente popularidad y simpatía. Más tarde, en el recordado diario de la tarde “El Radio”, impuso entre sus lectores aficionados su original seudónimo, ofreciendo frecuentes reseñas y crónicas bajo el título “Coletudos y Cornudos” en las que campeaba donosamente su estilo enjundioso y satírico.
El Trompa creía en sí, él estaba convencido que era un genio lo mismo que muchos toreros se creen ser figuras del toreo. Era, decía la guasa caraqueña, un Belmonte al revés con el forro de la chaquetilla de Joselito.
Cuenta el relato que cuando Juan Belmonte estuvo admirable en su primera corrida en Caracas, “el público se comportó agresivo, le tiraron granjerías, alpargatas, cochinadas, y dos Juan esperando que la policía despejara el paso, hallábase con su enorme quijada sobre el puño, recostado en una barrera. Llegó El Trompa por detrás y golpeándole sobre la hombrera de oro, le dijo al pasmo de Triana: - No se aflija maestro que todos tenemos tardes malas…
El epigrama que Francisco Betancourt Pepe Hule dedica a Joaquín Briceño El Trompa, que don Carlos Salas califica en su libro como “… el torero de las masas populares; insustituible en las temporadas económicas de Caracas” porque era para lo empresarios la salvación. Su solo anuncio suponía un éxito de taquilla porque arrastraba gente que veía en él a un héroe social, un miembro de la orilla social rebelado y que provocó risas y admiración con sus proezas taurinas: - ¡Pobre Trompa!, tú que fuiste el Quijote transmigrado en Pepe- Hillo, tú que fuiste la encarnación de lo que sueña ser y no llega, tú que en sacrificio rudo de tu cuerpo alentaba la esperanza de un triunfo que no cuajó, sobre tu árida tumba cubierta de ñaragatos recibe un puñado de rosas frescas, cortadas en las vertientes de Galipán.
(*) Toros y toreros en Venezuela. Pepe Hule, / Francisco Betancourt Navarrete. Gráfica Americana. Caracas junio de 1972.
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