martes, 15 de febrero de 2022

EDITORIAL DE ENTRE TOROS / entretoros.com

Ser figura,

la libertad de comercio

y el futuro del toreo 

EDITORIAL – 




Antes las cosas estaban claras. Había toreros mediocres que interesaban poco y llevaban poca gente a la plaza. Había buenos toreros, incluso grandes toreros, que interesaban a los aficionados y solo iban los aficionados a la plaza. Y había figuras del toreo que interesaban a los aficionados y a los que no lo eran y llenaban las plazas. Máximos exponentes de la figura del toreo en los últimos 80 años, Manolete, El Cordobés y José Tomás.


Manolete

 

El Cordobés


José Tomás


Sin embargo, las figuras del toreo de hoy cumplen el requisito de interesar a los aficionados, pero no  al gran público. Y no se les puede culpar. La tauromaquia ha sido excluída de los medios de comunicación de masas –es decir, de la televisión  generalista, de la radio en los horarios de audiencia, y la prensa escrita cubre mínima y muy fragmentariamente la actualidad taurina, por lo que es imposible seguir la temporada a través de los periódicos- de modo que todos los toreros son desconocidos para el gran público: lo que no existe en los grandes medios deja de existir. Ahora, la popularidad, no mucha, de las actuales figuras se labra a base de años. Con el tiempo, mucho tiempo, sus nombres empiezan a sonar. En consecuencia, ya no importa que haya un buen número de toreros buenos a la vez, mejores que bastantes figuras del pasado y algunos equiparables a los mejores de otros tiempos. Por eso, hace años la presencia de una figura en un cartel bastaba para llenar la plaza y hoy se precisan tres. Pero esta fórmula tripartita es inabordable porque los cosos son pequeños, altos los sueldos de las figuras,  los precios de las entradas están congelados por la propiedad de las plazas públicas –un atentado a la libertad de comercio-, por la rigidez que imponen los abonos –un tramposo precio igualitario entre las corridas caras y baratas-, y porque los ingresos de las corridas televisadas –en el caso de que se televisen- son limitados pues corresponden a una televisión de pago, de audiencia reducida limitada.

El vacío informativo –los portales taurinos en la Red somos la excepción y un espejismo, porque solo nos visitan los aficionados, aunque son muchos más de lo que se suponía- ha deparado al empresario de toros una libertad de programación de la que nunca había gozado. De alguna manera, años atrás la información taurina ejercía de portavoz de los aficionados y del gran público, y sin necesidad de presionar en los despachos representaba a la opinión de la calle. Hoy, el silencio informativo ha disuelto a la opinión taurina y otorga al empresario la libertad de quitar o poner a quien quiera impunemente, sin que nadie diga ni pío. Viene a cuento esta reflexión para entender por qué los carteles de las primeras ferias –Castellón, Valencia, Sevilla- son como son, y ya veremos cómo serán los de Madrid. Es cierto que lo ya anunciado es muy bueno. Por ejemplo, sobre el papel la Feria de Castellón es la mejor que yo he conocido. Y tanto La Magdalena como Fallas entusiasman porque hay ajustados muy buenos toreros, pero cabrean porque también hay discriminados toreros de mucho interés y toreros favorecidos por estar bien colocados en los despachos. Duplicar y hasta triplicar las actuaciones de figuras cabales y de figuras que por sí mismas no llenan la plaza es una estrategia económica –“te compro más actuaciones pero me cobras menos por actuación”- que no está mal pensada, porque hay más carteles rematados en los abonos, los festejos son algo más viables y favorecen el atractivo y la rentabilidad de las ferias. Pero esta exitosa e injusta programación puede ser pan para hoy y hambre para mañana. No es de recibo dejar sentados en casa a toreros de alto nivel, con pleno derecho a torear. La Fiesta no se lo puede permitir. En su paradójica situación, rica en buenos toreros y en buenas ganaderías, pero atacada por todos sus flancos, el antitaurino, el animalista, el oficial y el mediático, la Fiesta debe unir fuerzas y no desperdiciar sus valores. La rica variedad de toros y toreros al servicio de la brillantez de las corridas es el mejor argumento contra sus potentes y tenaces enemigos. Y la garantía de su futuro.

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