Gento y su "gentina" / por Fernando Fernández Román
Ahí lo tienen, impecablemente trajeado, con el oro de la insignia de su club brillando por entre el ojal de la solapa, corbata anudada sobre el cuello de la camisa blanca –el blanco, que no falte—, la raya del pantalón impecable y los zapatos lustrados a golpe de cepillo por un limpiabotas de la Puerta del Sol. Observen su gesto, su apostura, su serenidad, y encontrarán el retrato de un personalidad inimitable. Olvídense de estéticas o estáticas. No le saquen punta al estilo.
Gento y su "gentina"
FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
Obispo y Oro / 20.01.2022
La muerte de Paco Gento, punta de lanza del mejor Real Madrid de todos los tiempos, y su gran afición a la fiesta de los toros –por él manifestada reiteradamente-- me lleva a rescatar la muy conocida fotografía de hace ¡sesenta años! que recoge su personal concepto del llamado Arte de Cúchares, versión capotera, y en concreto del lance que popularizara aquél Chicuelo magistral, que naciera sobre la margen derecha del viejo Betis. Ahí lo tienen, impecablemente trajeado, con el oro de la insignia de su club brillando por entre el ojal de la solapa, corbata anudada sobre el cuello de la camisa blanca –el blanco, que no falte—, la raya del pantalón impecable y los zapatos lustrados a golpe de cepillo por un limpiabotas de la Puerta del Sol. Observen su gesto, su apostura, su serenidad, y encontrarán el retrato de una personalidad inimitable. Olvídense de estéticas o estáticas. No le saquen punta al estilo. Cuando se torea, sea quien sea quien lo hace, sea cual fuere el escenario, el ejecutante de la acción deja entrever –sin quererlo—los caracteres virtuosos que le adornan… o las carencias de todo tipo que se acumulan y precipitan al albur de una suerte. “Se torea como se es”, dijo Belmonte, sin hacer excepciones en los intérpretes.
Así, pues, mirando atentamente la foto, se puede observar cómo Gento esquiva la embestida de la becerra sin descomponer la figura, impulsado hacia adelante, en línea recta, con la vista clavada en la parte de su anatomía que le inspira mayor confianza: el pie izquierdo. Mira para abajo, sin importarle lo que ocurre a su alrededor, con la impertérrita serenidad de quien sabe que dentro de nada resolverá la situación con precisión y solvencia. Es la chicuelina de Gento, uno de los futbolistas más importantes de la historia del fútbol en nuestro país. De haber tenido un atisbo de ínfula, como cualquier advenedizo, lo hubiera bautizado como la “gentina”; pero Paco Gento era un tío abrazado a la normalidad en que conviven las gentes de bien, y solo entraba en explosión cuando metía el empeine de su zurda entre la parte baja del cuero y la alta del césped y salía disparado hacia el marco contrario. “No me impresiona la velocidad con que corre, sino ¡cómo se para!” declaró a un periodista el zaguero alemán que le sufrió en una célebre final de Copa de Europa. Pues eso mismo podría haber dicho la becerra a sus vecinas de cercado del Jaral de la Mira, de regreso a la paz de la dehesa. Quienes, neófitos e imprudentes, han tenido la tentación de probar fortuna en tesituras semejantes, habrán podido comprobar cuán terrible es el miedo que exhala una becerrita, con su tenue mugido, sus ojos chispeantes, sus patas nervudas y sus cuernos a medio formar.
De ahí, el mérito de gentes como Gento, que asumiendo el riesgo a sufrir una voltereta inoportuna, con resultados impredecibles –a veces, irreparables; mira el maestro Antonio Bienvenida--, se echan para adelante y burlan a la vaquita de rabo empinado con el vuelo de un capote y la agilidad de sus pies. Esto lo ve Domingo Ortega y lo incluye en su alegato sobre el Arte del Toreo, en el que propugna, como axioma inviolable “el avance de la pierna para la cargazón de la suerte”. Pues ahí lo tienen: la pierna avanzando y la vaca buscando el bulto por el lado que no es. Dicen quienes asistieron a esta fiesta campera en la finca propiedad de la Empresa de Las Ventas, integrada por Livinio Stuyck, José María Jardón y Escanciano Sancho, que Gento se llevó las mayores ovaciones, y que algunos compañeros suyos –la inmensa mayoría-- no se atrevieron a salir del burladero; y quienes lo hicieron fueron revolcados sin contemplaciones. Lo que causa extrañeza es la permisividad de los directivos del Real Madrid, con don Santiago Bernabéu a la cabeza, ante tan gratuita como irresponsable exposición a males mayores de sus jugadores por simple diversión. Bien es verdad, que entonces (recuerdo, año 62) se daban con frecuencia algunos festejos de regocijo taurino, con fines benéficos, en que intervenían futbolistas profesionales (Gento, entre ellos) en la Plaza de Las Ventas. Y era en invierno, es decir, con la Liga de Fútbol en plena efervescencia. Ahora la cosa está mucho más vigilada y severamente castigada. Recuerdo a Raúl González, futbolista emblemático de no tal lejano Real Madrid, toreando en la finca Cetrina de Enrique Ponce, ya muy de madrugada. Salía a todas las becerras. Era a finales de octubre y dos días después tenía partido oficial, contra el Celta de Vigo, si no yerro. Como le recomendara que no saliera con la muleta a una becerra ya muy “currada”, me susurró: “por eso voy a salir”. Y salió, aunque apenas pudo esbozar un pase, regateando al avispado animal con unas “colas de vaca” muy oportunas para el caso. “No se te ocurra contarlo, por favor; lo tenemos prohibido por contrato”, me rogó. Por supuesto me lo guardé hasta este mismo momento, en que el tema no deja de ser una anécdota. ¡Grande Raúl! Suyas han sido las mejores verónicas –siempre con un capote de Enrique-- que se han dado en el Bernabéu, en noches de triunfos memorables.
El relevo lo tomó Sergio Ramos, lanceando al viento con el de Talavante. Por delante de ellos, Juan Gómez, Juanito, taurófilo de pro, a quien traté tangencial pero intensamente. Y Joaquín, el bético inmarchitable que “camelaba ser torero”, según me dijo Curro al presentármelo una tarde en la Maestranza de Sevilla. Fútbol y Toros. Futbolistas toreros y toreros futbolistas. Curioso tema, para tratar con más calma. Hoy tocaba Gento y su ”gentina”.
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