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Huracán Benítez abrazado a Cantinflas ilumina con personalidad cegadora el ala oeste de los comedores de la planta alta. No le hace sombra la enorme imagen del homenaje a Juan Belmonte que se rindió en esta santa casa que es Casa Salvador allá por los años 50 del siglo pasado. Por la escalera cuelga una de las múltiples portadas internacionales (Paris Match: «El Cordobés défie la mort») que protagonizó. ¡Y tres de Life! Átenme ese galgo entre tanta torería, el icono pop, el mito universal. Los 60 alumbraron a los Beatles, Alí y Benítez.
Al maestro Raúl del Pozo le juró odio eterno por el pasaje de Un ataud de terciopelo en el que hacía vuelos rasantes sobre la Mezquita de Córdoba con su avioneta privada. Raúl sostiene que el quinto Califa lo malinterpretó.
Los manteles de cuadritos rojos y blancos confieren al restaurante el aire de la vieja taberna castiza que fue. No hay otro en Madrid con más fotografías de toros por centímetro cuadrado. Cuento hasta tres grandes obras de Pepe Puente en las paredes atestadas y recuerdo cuando inundó las tascas y bares del centro con su arte, desde la plaza de Santa Ana a Sevilla, para pagar con óleos los odres de tinto que se bebía con Curro Fetén. La cosa no está en la pared de Casa Salvador sino en la mesa: la merluza rebozada sigue con su toque imbatible. Hacía un puñado imperdonable de años que no volvía. De cuando en la calle Barbieri, una manzana después, camino de Chueca, aún permanecía abierto Los Jiménez, que era lugar de tertulia de domingo y aperitivo largo.
Alfredo Relaño no perdona los huevos a la flamenca cada vez que pisa el ruedo salvadoreño. «¿Por qué hay tan pocos toreros zurdos?», pregunta entre viaje y viaje de pan a la yema. Le contesto encogiéndome de hombros con otra cuestión: «¿Qué hace especial a los zurdos en el fútbol?». Señala a Maradona, Messi y Puskas sin desvelar la clave de su secreto. A Ignacio Frauca lo ha premiado la Asociación Taurina Parlamentaria por el determinante papel de Canal Toros (Movistar Plus), que dirige, en el desarrollo y supervivencia de las últimas temporadas. Ni por esas conocemos el color de su cartera. Pero Alfredo y yo celebramos el reconocimiento con la misma alegría. Acierto de lejos y sin gafas el lugar y la plaza de la fotografía de Luis Miguel y Hemingway, clientes de Salvador, por la barandilla inconfundible del patio de caballos y el caserío que asoma tras ella: Bayona (Francia). Le había apostado 100 euros a Frauca, absurdamente.
Me pareció ver en la foto a Gustavo Reyna.
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