Quien tanto arriesgó frente a los pitones de los toros; quien tanto ayudó a lidiarlos, a colocarlos en suerte, a banderillarlos, poniendo el cuerpo por carnada, vino a morir tras una simple caída en el baño de su casa.
Ya desde hace días se daba cuenta del delicado estado de salud de Alberto Preciado Meléndez, en gran subalterno mexicano, que tras caer durante una ducha en el baño de su casa potosina, sufrió un derrame cerebral y tuvo que ser hospitalizado de urgencia.
Si hay un nombre que puede dignificar y señalizar con distintivo de excelencia el trabajo de los subalternos, es el de Beto Preciado, quien en la cuadrilla de varias figuras del toreo paseó su sapiencia por las plazas de toros de México y el mundo.
Da pena verlo morir así, luego de su exitoso paso por los cosos, y también tras su desempeño como apoderado; da pena que un torero de plata de sus tamaños se vaya apenas a los setenta y dos años.
Preciado Meléndez se acercó al mundo del toro aun siendo niño, ahí mismo, en su natal San Luis Potosí, y luego se decidió por ser novillero, llegando a presentarse, incluso, en la Plaza México. Apenas un año después de aquella presentación decidió trocar el oro por la plata y se convirtió en el mejor de su especialidad.
Trabajó al lado de Manolo Martínez, de Curro Rivera, de Jorge Gutiérrez, de Miguel Espinosa, “Amillita Chico”. Estuvo con los mejores, porque no podía ser de otra manera, siendo un subalterno de su calidad, de su capacidad, de su sapiencia.
El mundo del toro pierde a una pieza de lujo.
Publicado en El Diario de Querétaro
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