A Isabel Anzola,
generosa en el afecto,
estimulante en la amistad,
para quien los toros
ha sido un vínculo
para reforzar
ser venezolano;
latente en el recuerdo,
vibrante en la unidad.
Comentábamos días atrás con un compañero de tertulia sobre la suerte de recibir. Tema infinito, atractivo que surge en estos días de toros en Madrid y en Sevilla, por tratarse de la suerte en la que José María Manzanares se ha convertido en máxima autoridad, entre todos los toreros.
Es José María el Pontífice en la parte fundamental la tauromaquia.
Recordamos que hubo un tiempo pasado muy cercano que cuando un torero mataba recibiendo, cuando lo hacía con acierto, se recordaba ese instate como uno de los momentos sobresalientes de la temporada.
El torero que, con acierto, ejecutaba la suerte de matar recibiendo, se le distinguía con la misma jerarquía de una faena de rabo o de cuatro orejas en una tarde inspirada en un gran triunfo. Fue tal el ansia de los aficionados por vivir el momento de una estocada recibiendo, que se profanaron encontronazos como si de estocadas recibiendo se tratara. Muchas con clara intención de fraude, y otras de ignorancia ejercida por el ejecutor.
Manzanares lo hace con regularidad, tanta que ya dejado de sorprender al público. Al contrario, el público espera de Manzanares la ejecución de la suerte de recibir cada tarde, sin aburrirse, anhelando siempre descubrir la raíz más profunda de las corridas de toros.
Es la suerte calificada como suerte suprema, y si se ejecuta recibiendo, como lo hace Manzanares, con la regularidad del alicantino, podemos considerarlo parte importante de los tiempos que afortunadamente vivimos en la fiesta.
Nos explicamos: con la propagación de los festejos más importantes de la temporada española, gracias a Toros Plaza de MovistarCanal +, hemos descubierto quienes que como Gardel estamos “anclados en Paris”. Hemos descubierto, entendido y comprendido toreros como Morante de la Puebla, ascendido a su jerarquía de maestro rector de la fiesta; los sevillanos Pablo Aguado y Juan Ortega, comparables con el percal con los recuerdos de los Gitanillos Francisco y Rafael, y del gitano de los ojos verdes, Joaquín Rodríguez “Cagancho”; descubrimos en Valladolid al adelantado de Tomás Rufo, quien por sus despaciosas verónicas sacó del ostracismo taurino al histórico binomio de José Luis y de Eduardo Lozano, y con ellos a Fernando Fernández Román que pisó tierra vallisoletana para explicarle al mundo los terrenos de Quevedo y de Cervantes en los días que ellos fueron “revisteros” de los ejercicios taurinos de aquella milicia castellana; pero hablamos de Manzanares y de la suerte de recibir, insisto que la más profunda, natural y valerosa de matar los toros; en Las Ventas de Madrid en dos oportunidades el ascenso estremecedor de Emilio de Justo, y con él el toro de lidia en expresión inédita para el aficionado hispanoamericano… ¿Sabe usted, amable y paciente lector que, esta suerte, la de “matar recibiendo”, fue creación de Costillares. Ocurrió como señalan las viejas tauromaquias, cuando se le ocurrió el volapié – vuelapiés lo llamó el maestro - ; y como refirió en su momento el gran periodista Gregorio Corrochano, Costillares se apoyó en el dilema taurino, “a toro que no parte, partirle”.
Fue en Bilbao, 1972, la primera vez que escuché una amplia explicación de las diferencias que existen entre el volapié, matar a toro arrancado, a un tiempo, al encuentro, a paso de banderillas y el tema que hoy abordamos de matar recibiendo. Tarde que Domingo González Lucas, hermano mayor de Luis Miguel, nos invitó a un Caserío cercano Bilbao. Asistimos junto a un grupo de amigos muy apreciados entre quienes estaba Curro Fetén, fraternal colega, a un agasajo que le diera a los maestros amigos Raúl Acha Rovira, Raúl García, autor de leyendas en la Plaza México y el joven Curro Rivera, el potosino que cautivó Madrid en Las Ventas la tarde que le cortó cuatro orejas a la corrida de Atanasio Fernández . Nuestra amistad con Domingo era de antes, a raíz de la muerte de César Girón, cuando Julio García Vallenilla nos presentó luego de la muerte accidental de César. El interés de Domingo era contratar a Carlos Martínez, y organizar una temporada con grandes figuras entre quienes se encontraban Antonio Bienvenida, Pepe Cáceres, Palomo Linares y Curro Girón. Se lidiarían para Luis Miguel, Plomo y Carlos toros de Chucho Cabrera, y la presentación de Tarapío para Bienvenda, Curro Girón y Pepe Cáceres.
Entre invitados de honoren la reunión de Bilbao estuvo el maestro Martín Agüero, casado con la hermana del maestro Fermín Rivera Malabehar, la madre de Currito Rivera.
Martín Agüero ha sido considerado uno de los históricos con la tizona; compitió con Fortuna, Villalta y Luis Freg.
Aunque no me consta, me atrevo asegurar que ninguno de estos grandes matadores recurrió de manera tan frecuente y acertada como ha sido el caso de José María Manzanares a matar recibiendo.
Don Gregorio Corrochano comenta en su libro Cuando Suena el Clarín que : “Aplaudo y aliento el intento de matar toros recibiendo, pero aconsejo se haga bien, porque si se hace mal – puede salir mal, como todas las suertes del toreo-, pero si se hace mal de una manera repetida y sistemática, no es que sale mal, es que se acostumbran el torero y el público a dar por buena una cosa mal hecha, y esta cosa es nada más que la suerte de recibir, la raíz más profunda del toreo. Bastante hemos falseado el volapié de Costillares y la estocada arrancando de Frascuelo, para que ahora se nos ocurra emborronar la plana a Pedro Romero, que envejeció recibiendo toros.
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