jueves, 9 de septiembre de 2021

OFERTA AL PROFESOR KARL KRISPIN, CON INGREDIENTES DE MORANTE DE LA PUEBLA Y JAVIER GARFIAS por Víctor José López EL VITO




En una de aquellas largas tenidas con el maestro Pepe Alameda tratamos un tema que él calificaba como “la relatividad de la faena”. Su fórmula era imaginaria: dividir el tendido de la plaza de toros en cruz, con cuatro puntos cardinales en cada extremo. Colocar en cada uno de los puntos cardinales a un aficionado; para luego, a los cuatro testigos , a cada uno desde el punto en el que fueron colocados les pediremos una reseña de lo que hemos visto.


Este cuarteto de cronistas resucita en la hojarasca de mis recuerdos leyendo a Karl Krispin, joven escritor venezolano, profesor de historia y un articulista que va mucho más allá en sus relatos en lo convencional. 

Revisten sus escritos de gracia y equilibrio arropando el valor que provoca atreverse entre intelectuales. 


Y, valientemente. Krispin se ha atrevido. Lo hizo entregándome un libro -¿ Es posible leer La montaña mágica en nuestros días?

 Allí encontré a un Borges comprensible; un Camus cercano;  y descubrir a Lawrence Durrell, antes de entrar en la lucha con Koestler sin necesidad de leer los Suicidos ejemplares, haciendo Durrell uso de su coordenado diapasón con el que afina su tetralogía: cuatro novelas,  cuatro perspectivas, un mismo tiempo y cuatro personajes, en un lugar: Alejandría. El cuarteto de Alejandría.


Con un gran respeto, hacia el profesor y escritor amigo, Karl Krispin, siento un movimiento pasmoso que en mis recuerdos coloca a Alameda frente al grupo en su flagrante intención de explicar magistralmente su teoría de la relatividad taurina.

Hoy creo comprenderlos … a los dos, o a los tres si agregamos a Durrell; y para explicarlo, rescatando el sentido del toreo, aquel que reclamó Gregorio Corrochano en Madrid, asombrado cuando descubrió a César Girón en Las Ventas, no se me ocurre otra cosa que colocar a Morante de la Puebla en el centro del redondel, en medio de la plaza de toros, con un toro de Javier Garfias y cuatro buenos aficionados como observadores desde sus puestos, colocados en cruz como cuatro puntos cardinales, los cuatro …


Me gustaría, más bien le propongo a Karl Krispín escribir no una novela, ni cuatro, sino la crónica por todo lo que me ha provocado el renacer en mi memoria de aquella magna cátedra de Pepe Alameda. 

 


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