jueves, 23 de septiembre de 2021

MEMORIA MÁGICA. por Carlos Castañeda Gómez del Campo



Mnemosine era la personificación de la memoria en la Grecia Antigua.
La “mnemotecnia”, o arte de la memoria, fue una técnica de desarrollo de la inteligencia para los antiguos, y una forma de mágica de pensamiento para los modernos.
La oratoria para los griegos y los romanos era el arte de crear para convencer. De forma natural solo para los privilegiados que habían nacido con la virtud de la memoria, de forma artificial para aquellos que ejercitaban distintas técnicas. A fin de cuentas, los relatos hablados tenían como objetivo crear imágenes mucho más evocadoras que el discurso mismo.
El gran orador es el que es capaz de introducir en nuestra mente imágenes o fantasías del mundo. De crear magia en nuestro pensamiento.
El toreo ha tenido grandes oradores. Sobre todo, aquellos que pelearon contra el soborno y otros imperecederos males. Los que fueron capaces de decir haciendo verdad. Locos audaces que plasmaron imágenes mágicas que al tiempo crean recuerdos, a veces deformados por nuestra propia oratoria interna. Por nuestra memoria.
Manolo Vázquez Garcés, “manolovaque”, es uno de mis grandes recuerdos. En mayo de 1983 pise por primera vez los tendidos de Las Ventas. El murmullo, la elegancia en el tendido, el orden en el ruedo, el tamaño del toro, la exigencia del público; todo era nuevo para mí. Pero en mi memoria queda la tanda de naturales de frente de un torero “ya viejo”, en los terrenos del 5. Tres muletazos dados a pies juntos, con el pecho y la palma de la mano.
Años después, en 1991 tuve el gusto de conocerlo y al tiempo de gozar de su amistad. Comiendo en Sevilla recuerdo su invitación: “Carlos, ven, vamos a entrenar”. Me levanté de la mesa confundido y emocionado. Salimos a la calle, a disfrutar el azul andaluz. Me pidió un cigarrillo y luego otro más. Regresamos después de un agradable paseo a la mesa y a la pregunta “¿ya entrenaron?, el maestro respondió: “si, el toreo es caminando”. ¡Si maestro¡Siempre ha sido. Porque en el toreo la quietud es movimiento. Los pasos justos del buen caminar. Esos poquitos que compartí con usted y me permitieron crear memorias fantásticas de su hacer, que disfruté tan sólo dos tardes. Dos tardes de Madrid.
Ayer debutó de luces en la Plaza de la Real Maestranza de Sevilla, Manolo Vázquez. Y mi memoria volvió a jugar con mi oratoria.
Lo sigo oyendo maestro, sigo gozando su sonrisa y su mano extendida. Y continúo creando en mi memoria la mañana que no toreamos, pero que caminando muleta en mano nos dirigimos a la plaza de tientas de Las Cruces con la ilusión de un niño.
Manolo su nieto tiene la oratoria como don innato.
Ahora habrá que esperar sus pasos.
Carlos Castañeda Gómez del Campo
22 de septiembre 2021

MEMORIA MÁGICA.
Mnemosine era la personificación de la memoria en la Grecia Antigua.
La “mnemotecnia”, o arte de la memoria, fue una técnica de desarrollo de la inteligencia para los antiguos, y una forma de mágica de pensamiento para los modernos.
La oratoria para los griegos y los romanos era el arte de crear para convencer. De forma natural solo para los privilegiados que habían nacido con la virtud de la memoria, de forma artificial para aquellos que ejercitaban distintas técnicas. A fin de cuentas, los relatos hablados tenían como objetivo crear imágenes mucho más evocadoras que el discurso mismo.
El gran orador es el que es capaz de introducir en nuestra mente imágenes o fantasías del mundo. De crear magia en nuestro pensamiento.
El toreo ha tenido grandes oradores. Sobre todo, aquellos que pelearon contra el soborno y otros imperecederos males. Los que fueron capaces de decir haciendo verdad. Locos audaces que plasmaron imágenes mágicas que al tiempo crean recuerdos, a veces deformados por nuestra propia oratoria interna. Por nuestra memoria.
Manolo Vázquez Garcés, “manolovaque”, es uno de mis grandes recuerdos. En mayo de 1983 pise por primera vez los tendidos de Las Ventas. El murmullo, la elegancia en el tendido, el orden en el ruedo, el tamaño del toro, la exigencia del público; todo era nuevo para mí. Pero en mi memoria queda la tanda de naturales de frente de un torero “ya viejo”, en los terrenos del 5. Tres muletazos dados a pies juntos, con el pecho y la palma de la mano.
Años después, en 1991 tuve el gusto de conocerlo y al tiempo de gozar de su amistad. Comiendo en Sevilla recuerdo su invitación: “Carlos, ven, vamos a entrenar”. Me levanté de la mesa confundido y emocionado. Salimos a la calle, a disfrutar el azul andaluz. Me pidió un cigarrillo y luego otro más. Regresamos después de un agradable paseo a la mesa y a la pregunta “¿ya entrenaron?, el maestro respondió: “si, el toreo es caminando”. ¡Si maestro¡Siempre ha sido. Porque en el toreo la quietud es movimiento. Los pasos justos del buen caminar. Esos poquitos que compartí con usted y me permitieron crear memorias fantásticas de su hacer, que disfruté tan sólo dos tardes. Dos tardes de Madrid.
Ayer debutó de luces en la Plaza de la Real Maestranza de Sevilla, Manolo Vázquez. Y mi memoria volvió a jugar con mi oratoria.
Lo sigo oyendo maestro, sigo gozando su sonrisa y su mano extendida. Y continúo creando en mi memoria la mañana que no toreamos, pero que caminando muleta en mano nos dirigimos a la plaza de tientas de Las Cruces con la ilusión de un niño.

Manolo su nieto tiene la oratoria como don innato.
Ahora habrá que esperar sus pasos.
Carlos Castañeda Gómez del Campo
22 de septiembre 2021


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