En la ganadería la estafeta pasa en silencio. Quienes crearon el toro mexicano estaban criando su propio toro. El gentilicio lo acuñaron la afición y la crítica décadas después de la gestación de este toro único. Singularidad emanada de su propia crianza. De varias puntas de ganado ladino en distintas partes de la geografía nacional, tres familias de románticos, los Barbabosa, los González y los Llaguno, sin saberlo y sin buscarlo, sembraron la semilla, que al tiempo germinaría y daría vida al árbol de la vida del toro mexicano. Importaron ganado español de distintas procedencias, principalmente Saltillo y al paso de tiempo dieron forma y fondo a un toro distinto. Los ganaderos originales supieron evolucionar al paso del cambio en la fiesta. Lograron conformar un toro que se fue adaptando al continuo cambio que vive desde siempre la tauromaquia.
San Mateo, la casa de los Llaguno, juega un papel estelar en esta obra. Capitulo a capitulo, los toros de Zacatecas aparecen con sus nombres en letras de oro en el libro del toreo en México.
Sin duda es el toro zacatecano, el toro Llaguno, el que más influencia tiene en la ganadería nacional. Sobre todo, de 1970 en adelante.
Para esos años, las ganaderías de los Barbabosa tenían ya poca influencia en las nuevas que estaban naciendo. El toro de los González fue para los González prácticamente siempre. Y el de los Llaguno también, hasta que se fueron los viejos.
El cambio generacional de padres fundadores a hijos continuadores en todas las casas significó también un cambio toral en la historia de México. Especialmente a la muerte de don Antonio Llaguno.
En los años cincuenta nacen Reyes Huerta y Mimiahuápam. Las dos primeras grandes escisiones de San Mateo. Y a principio de los años 60, Javier Garfias de los Santos, adquiere ochenta vacas y dos sementales de su amigo Antonio Llaguno hijo. En una carta fechada el 2 de octubre de 1963, detalla Antonio los lotes y los precios de estas. Es en esas fechas donde se da un cambio de estafeta fundamental en la historia ganadera de nuestro país.
Javier Garfias, don Javier siempre para mí, es quizá la bisagra central de la puerta que abren Antonio Llaguno y sus primos. Amigo desde joven de don Julián Llaguno ganadero de Torrecilla, “el patrón” le decía el, vivió y absorbió el concepto de crianza y cruza original. Por algunos años estuvo al frente de San Mateo. Y ahí entendió y obtuvo el conocimiento necesario para poder ser después el ganadero más influyente en la genética del toro Llaguno de 1970 en adelante. Es el primer no descendiente de las casas fundacionales, acompañadas por los Madrazo desde los años 20´s, que se vuelve ganadero de ganaderos. Ganadero para ganaderos. Otras casas también tuvieron gran influencia, pero la particular sensibilidad y comprensión del toro zacatecano de este criador potosino, fue especial.
Es el constructor del puente al futuro. Recibe en silencio la estafeta y al tiempo liderea la carrera.
El futuro es hoy, cuando el ya no está, sin embargo, cinco décadas de intención y triunfo siguen vivas en los libros y en los hatos de las ganaderías que llevaron de sus potreros, sangre cuidada y buscada por don Javier. Y vivirán por muchos años más. Cincuenta años, que forman este puente, que dio vida a la sangre Llaguno hacia el futuro.
Así lo vivió el, así lo diseñó día a día, pensando en Garfias. Los demás se acercaron y crearon a su alrededor. Llegará el día que se tenderá el siguiente puente, ese que será el paso de una tierra a otra, de una fiesta a otra, ahora cimentada sobre el toro de Garfias. Sobre el encaste Garfias. Que, en justicia, el tiempo, la afición y la crítica, reconocerán sin duda alguna como tal. Garfias, vida, puente y paso al futuro del toro mexicano.
Carlos Castañeda Gómez del Campo
Ganadero y Escritor
22 de abril 2021
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