lunes, 16 de agosto de 2021

CAPÍTULO OCHO DEL LIBRO GARFIAS, EL TORO DE MÉXICO: LA GUERRA CALLADA por Víctor José López EL VITO

 


Capítulo Ocho

LA GUERRA CALLADA


Tarde memorable de la divisa de La Punta: 

Armillita,  Madrazo, Manolete y Solórzano

 en El Toreo de La Condesa, México


Dos  grandes vertientes coinciden en el enfrentamiento, o en la contienda: la rivalidad y la competencia.  El 10 de agosto de 1924 se recordarán en la historia callada de la ganadería mexicana un par de detalles que germinaron envueltos en situaciones no conocidas con exactitud, pero que generaron conflictos muy serios y enfrentaron a los hermanos Madrazo, los ganaderos de La Punta con don Antonio Llaguno González, el ganadero de San Mateo.


 El conflicto tuvo consecuencias lamentables y un final irreparable, tan considerable que ni la misma muerte logró solventar. 

 

Relata en su libro El Color de la divisa don Francisco Madrazo Solórzano, aficionado muy interesante entre todos los que he conocido. Le conocí a los pocos días de haber llegado a México en octubre de 1969 la tarde que él como ganadero estrenaba la divisa de Pastejé. Eran los toros de la corrida para la presentación de Manuel  Benítez El Cordobés, en la plaza de toros Monumental Lorenzo Garza de Monterrey. Toreaba El Cordobés con Manuel Capetillo y Eloy Cavazos.

 De Pastejé también fueron los toros de la corrida de Torreón, Coahuila. Corrida anunciada para el día siguiente en un mano a mano entre Curro Rivera y Eloy Cavazos.

 Comentaban los taurinos extrañados la adquisición de la ganadería de Pastejé, aquella fue vivió días de gloria con los toros Clarinero, Tanguito y Andaluz, la tarde de la alternativa de Antonio Velasquez con Armillita Chico de padrino y Silverio testigo de la gran tarde. Aquel fin de semana reunió grandes aficionados en Monterrey, toreros de diversas épocas y periodistas curiosos de los más distintos medios. 

Es que toreaba El Cordobés. 


Tuve la oportunidad de conversar con don Francisco Madrazo. Como es de imaginar, por el apellido, Madrazo, estuvo muy  ligado a la ganadería de La Punta por ser sus propietarios su familia cercana. Aprovecho la ocasión y recurro a Carlos Castañeda Gómez del Campo, romántico ganadero, taurino muy entendido y estupendo escritor de la historia del toro mexicano.


 Carlos Castañeda Gómez del Campo  publicó en la revista “Campo Bravo” Nº 1, año 3, junio de 1997 (pp. 22-25) el interesante trabajo: “Pastejé, un siglo de pasión e ilusiones”. Sería muy atrevido de mi parte apuntar cosas que alterarían tan seria apreciación. Solo interesa agregar que en 1936 Antonio Pliego y Villalba vendió, a Lorenzo Elízaga la entonces hacienda de Pastejé. Antonio y Javier Algara Sánchez se asocian con Elízaga y en ese momento la hacienda se convierte en fuerte promesa que consolidó, a partir de 1937 Eduardo N. Iturbide, cuyo tío tatarabuelo fue el sufrido primer emperador de México, don Agustín de Iturbide.

   Como es sabido, en 1938 Pastejé se nutrió de casta de Murube, con lo que dicha ganadería conquistará grandes triunfos a partir de 1943.

   Luego, en 1950 Luis Javier Barroso Barona es el nuevo propietario de Pastejé que también acumuló otro buen conjunto de notas extraordinarias. 

Como dice Carlos Castañeda Gómez del Campo, “es en abril de 1960 cuando Alejo Peralta, industrial y principal impulsor del desarrollo de esta zona del estado de México, asume control y responsabilidad sobre Pastejé”. 

 Ocho años después, Paco Madrazo adquirió hierro y ganado de tan célebre hacienda que pasó a los potreros de la otrora famosa ganadería de La Punta.

 La corrida de Eloy, Capetillo y El Cordobés fue en 1969, es decir al año de Madrazo como  propietario de Pastejé.

   Hoy en día, ¿qué puede escribirse en el nuevo capítulo de Pastejé?

   Todo lo que tenga que ver con la compra y administración que ha recaído en el Ing. Carlos Peralta, que materialmente ha hecho emerger de las sombras del pasado una floreciente ganadería que lentamente acumula calidad, misma que será reconocida de nueva cuenta cuando los toros de Pastejé vuelvan a salir a los ruedos de las mejores plazas de México.


Escribe don Francisco Madrazo en El color de la divisa:

 -El mismo día que falleció don Ignacio Madrazo y Carral, coincidencialmente, ese mismo día nacía en Saltillo Coahuila “Armillita Chico”. Aquella mañana del 3 de mayo de 1911 es el día que está sellado el documento de la herencia de la ganadería de La Punta a doña Carlota García Granados, un documento en el que se nombra  al padre de Paco Madrazo Solórzano, administrador general de los bienes de doña Carlota entre los que estaba la ganadería de La Punta.


Ha sido la ganadería de La Punta un referente histórico en años dorados de la tauromaquia mexicana. 

Ganadería formada con vacas de San Nicolás Peralta, vacas cuneras o criollas, como se conocía la denominación de ese ganado en Sudamérica que cruzarían con los toros españoles Pincha Sapos 23 de Parladé y  Finezas 18 de Saltillo. 

Dos sementales de casta española vendidos a Ignacio Madrazo y Carral por el cuñado de Joselito el Gallo, Ignacio Sánchez Mejías. 


 Las cruzas de las vacas criollas con Parladé y Saltillo, no funcionaron. La fórmula de los Madrazo era diferente a la de los LLaguno y los toros de La Punta, procedentes  de aquellos empadres, fueron rechazados por empresarios y toreros. 

En 1919 el padre de don Francisco Madrazo fue nombrado por la heredera de los bienes de la familia encargado de la administración de La Punta. Ante la decepción de la cruza con los toros españoles Madrazo y Carral le compró a los hermanos Llaguno vacas de San Mateo y dos toros  sementales para sustituir a los sementales de Parladé que desilucionaron en su intención de mejorar el hato bravo de las vacas cuneras. Fueron los toros  3 y 6, de la ganadería de los Llaguno, entonces ubicada en el Municipio Valparaiso, Estado de Zacatecas. Toros de San Mateo encargados de corregir los entuertos en La Punta.

 Cinco años más tarde fue el debut, o presentación  oficial de La Punta, con seis novillos producto de la cría de las vacas de los hermanos Llaguno González de San Mateo, lidiados el 10 de agosto de 1924 por Juan Espinosa “Armillita”. Hermano mayor de “Armillita Chico”; Porfirio Magaña y el novillero español Manuel Navarro completaron el cartel. El novillero sevillano  hijo del conocedor  de la ganadería de Benjumea, famosa porque la había comprado Joselito a finales de 1918. Benjumea llegó a ser una de las más renombradas vacadas de la casta vazqueña en sus mejores momentos, pero para cuando Gallito la compra  estaba en franca decadencia, hasta el punto que la afición en un primer momento no creyó que el diestro hubiera pagado las 800 mil  pesetas de las que hablaba la prensa. Noticias que se conocieron el 28 de diciembre de 1918, Día de los Santos Inocentes, por lo que inicialmente pasó por una traviesa inocentada, al extremo que el propio Joselito tuvo que enviar un telegrama a los medios los primeros días del nuevo año dando fe de la compra de la ganadería.

 No era para menos.

 El otrora famoso hierro se había convertido en un criadero de marrajos ilidiables, de hecho, el redactor de El Día -el primero de enero de 1919- le pide a Joselito que no vuelva a lidiar en Madrid, pues las tres corridas lidiadas durante la temporada capitalina habían sido un completo fracaso.


Continúa su relato Madrazo: -Navarro, como era de esperar, estuvo mal con  los novillos Cachetero, múmero uno y Picorete, número dos.

 Sobresalieron los novillos Limonero, castaño bociblanco y el cárdeno Campanero, número 6 de San Mateo hijo de la vaca Campanera, 124. 

El novillo dió muy buen juego y fue indultado tras emotiva faena de Magaña. Lidiado el sexto lugar fue la parte muy importante de un inesperado y aún no dilucidado conflicto entre los ganaderos más importantes  en el México de aquella época.  Nuestra especulación, amable lector es que  aquello fue lo que influyó años más tarde (1948) cuando Javier Garfias rechazó las vacas y los toros de La Punta, que los hermanos Madrazo le ofrecieron a su padre, su  amigo Antonio Garfias Peña.

Se refiere don Francisco Madrazo en El Color de la divisa que:

  - … al poco tiempo, por cosas de la ganadería brava que tiene tantas pasiones y enciende pronto el carácter de los hombres metidos en este medio, al toro Campanero, número 3, indultado por Porfirio Magaña el 10 de agosto de 1924 : -Lo mandó a castrar mi padre, don Francisco Madrazo, para dárselo al mediero Luis Pérez. 

Se refiere Madrazo a la persona que alquilaba las tierras de la finca para sembrar. Se conoce como mediero a la persona  que explota a medias con otra un negocio, en especial una explotación agrícola o ganadera como era La Punta.

 Luis Perez, así se llamaba el mediero,  castró y  amansó a Campanero, unciéndolo a su yunta de bueyes.Luis Pérez convirtió en buey a un toro indultado por bravo y por noble.  Gravísima ofensa a su criador y a la especie del toro bravo. Humillado Campanero hasta el día que llegaron los cristeros estuvo arando la tierra de La Punta el toro de San Mateo. 

Cristeros se llamaban aquellos que participaron en los alzamientos armados entre 1926 y 1929 en México, al grito de “¡Viva Cristo Rey!”


 Los Cristeros se levantaron en armas en los estados mexicanos de Jalisco, Colima y Michoacán, en contra de la prohibición gubernamental, basada en la Constitución.  Quemaron la casa de La Punta y mataron a Campanero.

 Jamás hubo reconciliación con don Antonio Llaguno.


 Juan Antonio de Labra, sobrino de los señores Madrazo propietarios de La Punta, destacado periodista y conocedor de la historia verdadera del toreo mexicano, hace objetiva referencia al hecho en esta situación en una nota publicada en Al Toro México cuando se conmemoraron 90 años de los acontecimientos a los que su tío Francisco  Madrazo Solórzano hace referencia en su libro El Color de la Divisa y el destacado periodista Juan Antonio de Labra, en Al Toro México, relata:

 - Hoy se cumplen 90 años del debut de la ganadería de La Punta en la plaza El Toreo de la Condesa, debut que se saldó con un triunfo que quizá no imaginaban los hermanos Francisco y José C. Madrazo García-Granados, ya que en ese entonces, en la finca jalisciense  apenas comenzaban a dar sus primeros pasos como ganaderos.

El trabajo genético de manera profesional comenzó en el año de 1919, cuando compraron un lote de 50 vacas y dos sementales a la ganadería de San Mateo, propiedad de don Antonio Llaguno González. Antes habían tenido ganado criollo,  con la intención de lidiarlo de manera casual, para su goce y entretenimiento.

De esta guisa, en aquella tarde del 10 de agosto de 1924, la empresa de El Toreo que gestionaba José del Rivero, adquirió un encierro de La Punta que procedía completamente de reses descendientes del hierro de San Mateo. Se trataba de una corrida mixta. En el cartel figuraban los nombres del matador sevillano Manuel Navarro, un torero de poco fuste, y de los prometedores novilleros Juan Espinosa "Armillita" y Porfirio Magaña, que hicieron el paseíllo en medio de un llenazo.
-Los diarios se hicieron eco de la presencia en la plaza de la "bella señorita" Eva Platt, candidata del gremio de ferrocarrileros para "embajadora de la simpatía por el Distrito Federal", pues el festejo fue en su honor.
-Los nombres de los ejemplares de La Punta que se lidiaron en este festejo se llamaban así: "Limonero", "Cachetero", "Relamido", "Picorete", "Tapatío" y "Campanero", y se saldó con un balance de sendas vueltas al ruedo y un indulto. En las páginas de El Universal Taurino, el excelente semanario que marcó toda una época de las letras de toros del periodismo mexicano, el reconocido cronista Rafael Solana "Verduguillo" escribió:  -El triunfo ha sido completo para los señores Madrazo, que deben estar orgullosos de que, de los seis ejemplares enviados por ellos a la plaza, cuatro hayan sido calurosamente ovacionados, y uno, el sexto, de nombre ‘Campanero’, cárdeno claro, bien puesto, marcado con el número 2, haya sido indultado. Triunfo más rotundo que el de esta tarde hace tiempo que no lo obtiene ningún ganadero mexicano. Mi enhorabuena, y que siga la casa por ese camino.


-El poco sitio que tenía Manuel Navarro se evidenció en la lidia del segundo toro de su lote, al que tardó en dar muerte. Y más notoria fue su falta de recursos para haber aprovechado mejor la condición de dicho ejemplar, que recibió el premio de la vuelta al ruedo.
-Uno de los pasajes interesantes corrió a cargo de Porfirio Magaña delante del tercer novillo, al que dio varios naturales ligados con el clásico pase de pecho, en una clara evocación belmotina. Y tuvo que enfrentar al toro que lesionó a Juan Espinosa "Armillita" cuando éste intentaba gallearlo en banderillas, percance que le impidió continuar la lidia, lo que obligó al michoacano a torear un total de cuatro novillos: los dos de Armillita y los dos de su lote.

El indulto del bravo "Campanero"
- El novillo "Campanero" era hijo de la vaca "Campanera", número 124, cárdena bragada, marcada con el hierro de San Mateo, y le tocó en suerte a Porfirio Magaña, pero dejemos a Verduguillo continuar con su relato, en el que se puede advertir la singular terminología de la época:
- "Cerró plaza un bonito ejemplar, cárdeno salpicado y con buen armamento en la sesera. El desorden que reinaba en el ruedo era terrible. Los peones de Magaña, disputándose el toro con los peones de Armillita, que eran los que tenían la obligación de lidiar este animal, ya que le correspondía a su matador.
- "En medio de indescriptible baraunta, Porfirio se abre de capa y es aplaudido. Diablito también suelta unos lances. Los peones capotean a diestra y siniestra. Pero ‘Campanero’, que así se llama el bravo toro, tiene para todos.
- "Al fin se restablece el orden para que veamos cómo ‘Campanero’ toma un puyazo sin recargar. Luego entra en funciones Felipe Mota y coloca la vara de la temporada; el toro empuja fuerte y el picador aprieta el palo.

 ¡Bello espectáculo es el de un buen puyazo! ¡Lástima que sólo podamos saborearlo de tarde en tarde!
- "El público se entusiasmó con la bravura del burel y, después de banderilleado, éste, pide el indulto que concede el Presidente, ordenando que ‘Campanero’ vuelva a los corrales. 

Ovación grande para los señores ganaderos”.
- Bien vale la pena hacer un apunte, se detiene en su relato Juan Antonio de Labra:

  -  Mi abuelo Paco y mi tío Pepe Madrazo no salieron a saludar la ovación al tercio, ni tampoco los invitó Magaña a dar una vuelta al ruedo. De hecho, nunca fueron muy dados a este tipo de reconocimiento. Además, y como señala Guillermo E. Padilla en su obra cumbre "Historia de la Plaza El Toreo": 

- "Aquella tarde los señores Madrazo, por encontrarse de incógnito entre el público y no instalados en el palco de ganaderos, no salieron al ruedo a recibir las ovaciones con que los aficionados deseaban premiar la bravura de sus pupilos".

- Solamente conozco dos fotografías de mi abuelo,  apunta Juan Antonio dando la vuelta al ruedo: La foto que quedó para la historia, al lado del maestro Fermín, su cuñado, Jesús Solórzano Dávalos, y Manolete. Tras la célebre corrida del 16 de enero de 1946 en El Toreo, y otra con Antonio Vélázquez, luego de una memorable corrida de La Punta durante un intenso mano a mano entre el aguerrido torero leonés y Silverio Pérez que tuvo lugar en la clásica fecha del 1 de enero  –tristemente desaparecida– en "El Progreso" de Guadalajara.

- De las cuadrillas que actuaron en la tarde del 10 de agosto de 1924, merece destacar la actuación de los picadores Felipe Mota, que esa tarde se sobrepuso a un aparatoso tumbo en un toro anterior al del gran puyazo que nos refirió Verduguillo. Con el paso de los años, Felipe Mota se convertió en el tentador oficial de La Punta. También actuaron otros varilargueros de acreditada fama, como El Güero Guadalupe y Juan Aguirre "Conejo Chico"; y de los de plata se las vio con los punteños el popular Francisco Gómez "El Zángano", al que todavía me tocó ver hace ya muchos años en el comedor de la ganadería de Peñuelas, amputado de una pierna, postrado en su silla de ruedas, pero con toda su picaresca a cuestas

- Supongo que el distanciamiento se debió a algún comentario desafortunado de parte Antonio Llaguno que, según cuentan quienes lo conocieron, era un hombre proclive a la crítica; un ser egocéntrico al que no le gustaba que nadie le hiciera competencia. En esos años, La Punta desechó todo el ganado procedente de San Mateo. Es muy posible que este enfado de mi abuelo coincidiera con el ofrecimiento que le había hecho Juan Belmonte para comprar el ganado español cuya venta obligó al Pasmo, tiempo después, y entre otros conflictos, a escindirse de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de España.

Una importación sin  precedentes - El primer lote de Parladé (vía Gamero Cívico) llegó a La Punta a mediados de 1925, y se componía de 16 vacas (menos una, la "Coquinera", que murió en la travesía), los erales "Comparito", número 29, y "Candilejo", número 83, así como los utreros “Sardinero”, número 29, y "Conco", número 20.
- El segundo lote de ganado adquirido por los Madrazo en 1927 fue más numeroso, ya que venían 40 vacas, cuatro sementales, nueve erales y dos añojos; es decir, un total de 55 individuos con el hierro de la ganadería andaluza de Campos Varela. También arribó una parada de cabestros, lo que se traduce en un fiel reflejo del grado de profesionalidad que los ganaderos jaliscienses pretendían infundir a su torada. 
- Y fue precisamente con los productos de este ganado con los que La Punta adquirió su verdadera dimensión al cabo del tiempo, siendo la primera ganadería mexicana, que en su tiempo, realizó  la importación más grande de vacas de vientre y sementales españoles, mismos que ya no fueron cruzados con ganado criollo, como sí lo hizo San Mateo en su día con los dos lotes de reses adquiridas al Marqués de Saltillo en 1908 y 1911, respectivamente.
- En esos años del insalvable distanciamiento con Antonio Llaguno, fue cuando estalló la "guerra" entre los bandos conformados por ganaderos de Tlaxcala y Zacatecas. La Punta, sumada al ejército de los criadores tlaxcaltecas, estableció una estrategia para la lucha sustentada en dos grandes generales del toreo –el maestro Armillita y Jesús Solórzano– y obligó a Llaguno y sus aliados echaran mano de la fuerza de otros dos colosos del toreo, como fueron Lorenzo Garza y El Soldado. La lucha de poderes desembocó en el famoso "Pacto de Texmelucan" firmado en 1941.
- Así estaban las cosas en aquellos años de la Época de Oro del Toreo en México, ahí cuando todavía el amor propio, y las mechas de la rivalidad y el encono, se encendían con el ligero chasquido de una chispa. La fulgurante chispa del orgullo


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