Como a Trumpo, Tiitter le canceló la cuenta a Morante por ser torero, ¿O por ser simpatizante de Vox?
Este reciente fin de semana, la red Twitter ha cancelado temporalmente una cuenta dedicada al torero Morante de la Puebla, por el hecho de se había colgado en ella parte de la faena del maestro en Algeciras, lo cual, según los responsables de esa red, infringía sus reglas de uso, a pesar de que lo que se veía en esos videos es un ejemplo de lo que la ley española considera patrimonio cultural inmaterial: una corrida de toros.
Este hecho no es una anécdota, por el contrario, es frecuente que se produzcan censuras en cuentas de contenido taurino en redes como Youtube o Vimeo. Seguramente a muchos antitaurinos esta noticia les podrá alegrar, pero cometerían un grave error si así fuera, porque aquí lo que se está jugando es si vamos a permitir que empresas gigantescas decidan sin ningún control sobre el ejercicio de los derechos fundamentales como el de la libertad de expresión.
Se ha dicho que estas redes son empresas privadas, que establecen sus propias reglas de uso las cuales aceptas cuando te das de alta, y que por tanto si las incumples, según su criterio, ya sabes a qué atenerte. Pero esta sería una opinión que estaría fuera de la realidad de lo que son, de verdad, estas redes sociales. Youtube, Facebook, Twitter, Vimeo, Tik Tok, Instagram,, etc. no son empresas "normales" y no pueden tratarse como si lo fueran. Se ha dicho, con razón, que conforman una oligarquía digital, tal es su enorme influencia. Son poderes salvajes, en el sentido de que no quieren ser limitados por ninguna norma que no sea la que ellos establezcan, ni por ningún Estado, y que ahora mismo tienen en sus manos la infraestructura clave para el ejercicio de la libertad de expresión en el mundo.
Estas grandes redes sociales no son simples empresas privadas que deciden el contenido de aquéllas con sus reglas de admisión, sino verdaderos actores sistémicos para la comunicación social en el mundo, irreemplazables, imprescindibles, con un poder incontrolado y que pretenden decidir los límites de la libertad de expresión y de la cultura por sí mismos, sin atender a las leyes de los estados democráticos.
En ese sentido, que se cancelen cuentas taurinas debería ser motivo de preocupación y rechazo no solamente para los propios aficionados y profesionales, sino incluso para los que querrían prohibir la tauromaquia. Porque significa ni más ni menos que una sola persona, el CEO de la red social correspondiente, puede decidir en soledad sobre lo que publica cualquiera y eliminarlo si le parece, sin dar explicaciones, aunque el contenido no sea ilegal, o sea considerado cultura en un estado democrático como España, o esa cuenta contenga material de años que ya no se podrá recuperar, o incluso esa cuenta sea una parte del negocio del propietario y su supresión un perjuicio empresarial. Esto es malo para todos.
Si alguien considera aceptable que sea cancelado en redes contenido taurino -el cual es considerado legalmente en España patrimonio cultural inmaterial- porque es contenido que le disgusta, entonces está aceptando poner en manos de gente que ya es demasiado poderosa y que no tiene intención de respetar la legislación democrática derechos esenciales como la libertad de expresión o el debate público. A partir de ahí, debería admitirse que Facebook, Instagram, Twich o Twitter cancelaran cuentas de personas negras, o de derechas, o de religión cristiana, o de partidarios de la energía nuclear, o incluso imágenes de cuadros de museos que tengan contenido erótico, simplemente porque así lo pone en sus reglas de uso. Por tanto, a cualquier persona defensora de la libertad, el estado de Derecho y la democracia, incluso aunque fuera antitaurina, debería preocuparle esta censura.
Este asunto es muy complejo y está ganando importancia muy rápidamente, tan rápido como el crecimiento exponencial de la influencia de las redes sociales en la política, la sociedad, la economía y la democracia mundiales. Y la tauromaquia es, de nuevo una piedra de toque en relación con el tipo de sociedad que queremos. Si nos parece bien que se supriman contenidos taurinos porque personalmente no nos gustan, estamos aplaudiendo que los CEO de las redes sociales, muchas veces unos completos ignorantes sociales y culturales, decidan qué es lo que podemos o no podemos ver, y nos traten como a menores de edad. Y si esto último nos parece totalmente rechazable, entonces no caben matices en función de nuestros gustos personales y hay que defender sin fisuras ni titubeos la libertad de expresión dentro de la legalidad. Nos va mucho en ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario