La temporada europea está dando mucho que hablar, para bien y para mal como toda la vida ha sido, sin embargo, en este año 2021 muchos toreros están en la cresta de la ola, por muchas razones, una de ellas la que da el titular a estas líneas, un caro don, una extraña virtud que pocos tienen, que les da estatus de irrepetibles, y de paso los pone en el boca a boca de los aficionados, algo que solo unos privilegiados pueden presumir. La naturalidad, hacer ver fácil al toreo, tener suavidad en las yemas de los dedos para que capotes y muletas vuelen lacios, con aparente fragilidad ante las embestidas, trocar la violencia de los toros en cadencia, en pocas palabras hacer y decir el toreo. De toda la vida ha habido toreros que han toreado bien, otros muy bien y algunos han sido capaces de con un solo lance o un muletazo dejar a la gente llena de toreo, dejando huella incluso por encima de los espadas arrolladores que cortan cerros de orejas y rabos. Morante de la Puebla es sin duda el diestro que está llevando el peso de la temporada (hace años hubiese sido una utopía) porque encarna a la perfección el toreo de Gallito y Belmonte con la técnica moderna, pero no sólo es el genio de La Puebla del Río el que ha emocionado a la afición, Diego Urdiales representa la torería, la naturalidad y ese “no se qué” que tiene embelesado al mismísimo Curro Romero, uno de los primeros que apostó por el torero de Arnedo. Pablo Aguado y Juan Ortega sin duda han bebido de las fuentes de los toreros de arte, ambos tienen un misterio que decir y son capaces de ralentizar el toreo incluso toreando con el capote a los toros levantados, recién salidos de los chiqueros, imprimiendo una cadencia y un gusto inigualables, toreando tan despacio que incluso viendo las imágenes parecía que era a cámara lenta. Sólo por mencionar a estos toreros se puede apreciar que la tauromaquia ha dado un salto cualitativo en cuanto a calidad, cadencia y hondura, una fusión de lo antiguo y lo actual, que da al toreo una belleza tan frágil como eterna, tan deslumbrante como efímera, en unos tiempos donde los que están en la orilla de lo políticamente correcto te pueden tildar de “sádico”, desde luego ellos jamás entenderán que torear y ver torear es un bálsamo para el alma…
DEFENDER EL TOREO ES MISIÓN DE TODOS
Los ecos de la triunfal tarde de Valencia continúan en el ambiente taurino nacional, se puede apreciar en las tertulias, conversaciones de los grupos taurinos (en época de pandemia sin duda los grandes referentes de la opinión entre aficionados) y en el entusiasmo general de los profesionales. El festival valenciano fue el empujón que se necesitaba para echar a andar el carro, la inyección de moral que faltaba para ahuyentar a los fantasmas e inflar la llama de la ilusión. Ahora bien, una vez pasada la euforia inicial es deber de todos los estamentos taurinos consolidar la lucha, no bajar la guardia y fortalecer la unión de todos los sectores, en aras de procurar al toreo venezolano larga vida. Las dificultades son muchas, pero el tesón y trabajo abren los candados más cerrados, eso si articulando las acciones de forma ordenada, presentando propuestas y estrategias coherentes para lograr avanzar. Las iniciativas como la de la Asociación Venezolana de Tauromaquia, la de los profesionales por rescatar la Maestranza de Maracay y otras más deben fortalecerse, en una lucha común en la que el interés supremo sea preservar el futuro de la fiesta. La Venezuela Taurina nos necesita a todos, cada uno en su parcela, pero haciendo el trabajo, promoviendo los valores de la tauromaquia y de la crianza del toro bravo. Valencia nos demostró a todos que el toreo está más vivo que nunca, pero no por ello hay que dejarlo solo.
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