Antonio y Eduardo Miura:
“Morante pidió estar en el cartel de Sevilla
y dijo que mandáramos los que quisiéramos”
Su ganadería tiene dos siglos de historia y nació con Juan Miura, que era sombrerero. LOC visita ‘Zahariche’, donde se crían los toros más difíciles y valorados de la Fiesta.
Por Ana García Romero.
Dos cráneos de toro flanquean el nombre de Miura en la entrada a Zahariche. Al final del camino se encuentra la casa familiar del cortijo, adquirido en 1941 con alrededor de 600 hectáreas dedicadas a la explotación agrícola y a la cría de sus reses bravas.
Tras 79 años seguidos lidiando en la Maestranza de Sevilla, llegó la pandemia y todo se paró. “Tuvimos que aguantar, como todos los ganaderos. No tenemos televisión como en el fútbol y nos alimentamos de quienes van a la taquilla. ¿Que queremos subvenciones? El Estado recibe de los toros 140 millones de euros en IVA”, explican Eduardo y Antonio Miura Martínez, actuales propietarios de la ganadería.
En Valencia no habrá toros en julio. El empresario, Simón Casas, lo ve inviable dadas las condiciones. “Pero sí conciertos y fútbol, en donde la gente grita y se abraza. En los toros eso no ocurre. Si hubiera aparecido algún contagio, se habría organizado la mundial”.
Comentan que “el sector no ha recibido ayuda alguna desde el Gobierno. Pero la Comunidad de Madrid y la Junta de Andalucía “sí nos han ayudado. El año pasado vendimos un 80% menos que el anterior y nuestros gastos son los mismos, porque sigue la misma gente trabajando y los toros comen cada día”.
Sobre el acoso a la Fiesta, opinan que “la sociedad no está acostumbrada a la violencia de los toros, la sangre es muy escandalosa. El público está influenciado por una cultura norteamericana, está muy sensible con los animales. Tampoco quieren menores en la plaza. Pero les dejan las maquinitas con juegos de matar, peleas, tiros… La Fiesta siempre ha sufrido crisis, pero ésta se llevará a mucha gente por delante”.
Ya piensan en el próximo 3 de octubre, su vuelta a la Maestranza. Compartirán cartel con Morante de la Puebla, Manuel Escribano y Pepe Moral.
Morante visitó Zahariche a principios de año. “Pidió estar en el cartel de Sevilla -su primera vez frente a los Miura-. Los toros le parecieron bien y dijo que mandáramos los que quisiéramos”.
El de La Puebla también quiere matar seis toros de Prieto de la Cal. Difíciles. Como los Miura, que tienen “personalidad. Es un toro que aprende, tiene reacciones imprevistas e inesperadas. Como note inseguridad, se viene arriba y dice ‘éste es mío’. En su mirada se ve que sabe lo que le van a hacer y por dónde y se adelanta. Requiere un esfuerzo mayor del torero. Pero el público lo valora más”.
También son reconocibles. “El Miura es más largo, tiene mucho cuello, no tiene barriga, la piel es muy fina… Cuando salen al ruedo, miran al público meneando la cabeza, volviéndose, barbeando tablas, como queriendo llegar a quienes están en las barreras”.
Delante de la casa espera un automóvil. Un recorrido por el campo, donde viven los cuatreños y cinqueños que pronto pisarán los ruedos. Algunos tienen los cuernos enfundados porque son “más peleones”. Dos de ellos se enfrentan sin éxito gracias a la valla que los separa. “Por la mañana están más acostumbrados al movimiento. Por la tarde puede ser más peligroso. Yo por si acaso los estoy vigilando”, comenta Antonio.
En la casa familiar, un salón impoluto, repleto de fotografías, cuadros, recuerdos, trofeos y cabezas de toro. El primero que herró el hijo de Eduardo y mató Domingo Valderrama. Los dos que herraron los hermanos. Uno que mató en Málaga Lagartijo. Otro, muy premiado, regalo de Salvador Pascual. El toro Catalán de Bombita (Madrid, 1902). Dos más que mató Joselito el Gallo (Sevilla, 1915). El último, lidiado en Madrid en época de su abuelo.
Todo comenzó en 1842 con Juan Miura Rodríguez, que era sombrerero. Tenía un buen negocio en el centro de Sevilla. “Vendió uno al duque de Montpensier por unos 656 reales, unas 160 pesetas. Entonces era una fortuna. Los normales valían 120 reales”.
Sin abandonar su sombrerería, compró ganadería brava convencido por su hijo Antonio. Tras su muerte, lidiaron a nombre de la viuda durante casi diez años. Al fallecer Antonio, la hereda su hermano Eduardo. Tras él, sus dos hijos varones, después el padre de Eduardo y Antonio y más tarde ellos.
Eduardo es el mayor de cinco hermanos y Antonio el pequeño. Entre ambos, Maruja -que falleció-, Reyes (madre de Eduardo Dávila Miura) y Loli. La ganadería pertenece a los dos varones. Como siempre en su familia.
Cuentan con unas 600 cabezas, y lidian entre 8 y 10 espectáculos al año. Además, su ganadería de caballos españoles, casi con la misma antigüedad, a los que sumaron hispanoárabes.
Antonio y Eduardo Miura Martinez se criaron en Zahariche, el cortijo que su familia adquirió en 1941 y al que trasladó su ganadería desde el Cortijo del Cuarto, en el que comenzó su andadura.
Eduardo no fue al colegio hasta los 7 años de edad. Estudió en los Maristas en Sevilla, y más tarde enviaron a todos a los Marianistas en Jerez. “Nuestros padres vivían aquí. La carretera era infernal y no tenían coche. Papá iba a caballo a Lora del Río y cogía el tren a Sevilla. Se casó con mi madre en 1941. Y el viaje de novios fue a Zahariche”, cuenta Antonio riendo.
Recuerdan los inviernos. “Con las tormentas la luz se iba cada dos por tres y nuestro padre, muy manitas, arreglaba los fusibles”. Una época feliz. “Íbamos en coche sin aire acondicionado. Abríamos las ventanillas, nos íbamos en agosto a las dos de la tarde a Pamplona en un Dos Caballos y no pasaba nada. Ahora se estropea el aire o la luz y es una tragedia”.
Celebran tentaderos. Rafaelillo, El Juli, Luque, Pepe Moral, Escribano, Pablo Aguado. “Yo era muy amigo de su padre, Julio Aguado Sáinz de la Maza -ex hermano mayor del Rocío de Triana, fallecido en 2018- y soy muy amigo de su tío Luis. He ido mucho al Rocío con Triana”, cuenta Eduardo.
Recuerdan a Pepe Luis Vázquez, muy amigo de su padre. Y a Ponce. Retirada sorpresa. “Eso serán las cosas de don Enrique. La verdad de su retirada la sabrá él. Estaba toreando mucho, empujando para que esto saliera adelante y sin poner pegas”.
Recuerdan a Doña María de las Mercedes. “Era compañera de colegio de nuestra madre –Mercedes Martínez Fernández-, y a veces venía a comer”.
En Zahariche, un azulejo recuerda la visita de S.M. el Rey Don Juan Carlos con la Infanta Doña Elena y su nieta Victoria Federica en 2016. “Nos llamó Javier Benjumea -entonces teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla-. Habían venido a los toros. Creíamos que venían de visita. Pero resultó que se quedaban a dormir. Hicimos una cena informal en este salón, con tortilla, pescadito frito, gazpacho… Y vino tinto”.
Al día siguiente organizaron un tentadero con Eduardo Dávila Miura. “Me pidieron que no lo dijera a nadie, y no lo hice, ni siquiera a mis hermanas”. Se interesaron por sus botos. “Me los hace a medida un talabartero de Cantillana, y Doña Elena quiso encargarse unos. Ella y su hija aprovecharon para montar a caballo”. Y destacan la personalidad de Don Juan Carlos. “Muy sencillo. Incluso se hizo fotos con los empleados del cortijo. Tiene derecha, izquierda y centro. Para eso es un fenómeno”.
Publicado en El Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario