La Tauromaquia triunfante rompe en la prisión de la pandemia y con triunfo de apoteosis saca a Emilio de Justo a la Calle de Alcalá para gritar que ¡La Fiesta Vive! (Foto larazón.es)
Ayer en Madrid la afición a los toros ganó la partida.
Las Ventas rugió con el triunfo de un torero y de un ganadero, lo hizo imponiéndose, como cruje la novedad a lo largo de la actuación que vivimos los que descubrimos a Emilio de Justo, un torero inédito que antes, mucho antes del vacío creado por la pandemia, había salido a hombros y por la puerta grande camino de la calle Alcalá.
Como era antes.
El público venteño es posible que no le recordara; porque rara vez los anónimos son recordados por los relatores de la información taurina
Ayer se creyó haberlo redescubierto. No sabían que existía. Hoy los titulares de la prensa, parte de ellos. Diríamos que una minoría, pocos en número, se atreven reprender al aficionado que ha respaldado la gran actuación de un torero como Emilio de Justo y censurar con acritud la premiación de la autoridad impuesta como expresión sincera y honesta. Diáfana como desde hace tiempo no veía iluminada por la razón de la exigente afición de Madrid.
Insiste, cierta crónica, en el papel de creerse directores de orquesta con un pentagrama emborronado con sinfonía particular. Crónica que reprocha, insisto, la coherencia y armonía que vivió Madrid ayer con Emilio de Justo, entregándosele en cada lance, cada pase de sus amplia actuación con los trazos de Victoriano del Río con los que estoy seguro un altísimo porcentaje de los profesionales del toreo ayer no había podido salir avante.
Es una vieja manía la de pretender dirigir una orquesta desde un atril desconcertante, hasta inferir como lo han hecho los veterinarios en la presencia del toro de lidia, atemorizados por el qué dirán en los tendidos, hasta provocar la desaparición de muchos encastes.
Planteamientos sin armonía sustentados de cualquier manera en viejas consejas de lo que debió haberse hecho.
En Madrid ayer, en su plaza de Las Ventas, hubo una corrida de toros hecha y derecha. Cinqueña, sometida por Antonio Ferrera, que en amplitud cumplió su función de director de lidia, desde ordenarle a la propia autoridad que cumpliera con su obligación de supervisión del ruedo y, cómo para favorecer el desarrollo de la lidia, colocar un caballo más allá de los círculos concéntricos que proponen para ejercer la suerte de varas.
Emilio de Justo, siendo el favorecido por la fortuna al cortar tres orejas, justamente laureado con tres orejas, que de no haber fallado con la espada en el sexto de la tarde muy bien pudo la cosecha haber sido de cinco trofeos.
El curso de la corrida la disfrutamos a muchísima distancia, a través de una estupenda transmisión televisiva como pocas veces hemos visto en la televisión universal con tantas tomas y escenas sobresalientes que exaltan los valores del toreo, valores que consideramos deben ser exaltados y no emborronados con trazas de amargura o criterios desviados.
Ayer viví intensamente la fiesta de los toros en Madrid… y eso que estaba a 6 mil 990 kilómetros de la plaza de toros de Las Ventas.
Estrechamos las distancias, apretamos los lazos de la confraternidad taurina o los ignorantes lograrán imponer el sello del desprecio a la fiesta más culta, y más española.
Vito, estupenda cronica. Como tu, he vivido la Fiesta con emoción.
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