La tauromaquia viene de atravesar la crisis más grave de su historia, pero empieza a ver la luz con el regreso de la actividad. En 2019 los números ya no eran buenos.
Ahora que vuelve a salir tímidamente el sol de los toros, cuando asoma el verano como rayo de esperanza, la vacuna avanza y se flexibilizan las restricciones sanitarias (y los aforos), es el momento de mirar hacia delante. Algo se mueve después del tenebroso parón pandémico, algo ha habido -el ciclo de San Isidro en Vistalegre recién concluido- y algo habrá -el Corpus de Granada, Jerez y Valladolid, un abril de Sevilla en septiembre, el despertar de Francia-. La devastación provocada por el virus en 14 meses ha dejado una cicatriz como una sima en el cuerpo de un sector que no atravesaba por sus años más fértiles, vale, pero el tsunami del covid ha provocado incluso su añoranza. La grandes ferias de plazas insignia como la Monumental de las Ventas, la Maestranza, Valencia, Pamplona o Bilbao, la columna vertebral de la tauromaquia, tan enriquecedora para las ciudades donde se celebra, no han vuelto a abrir sus puertas. Es la hora de la remontada, si es que todos los estamentos del sector optan por huir de los errores del pasado, el inmovilismo y los sobrecostes del espectáculo entre ellos.
Para situar el poder económico de la industria cultural taurina, hay que retrotraerse, obviamente, al año inmediatamente anterior al estallido de la pandemia. O sea, a la temporada 2019. El impacto económico de la tauromaquia abarca los sectores primario, secundario y terciario. Hablamos de un importante sector transversal que influye sobre 103 actividades económicas (Clasificación Nacional de Actividades Económicas 2009 -CNAE-2009-) que van desde la cría ganadera hasta la hostelería y la restauración. Genera riqueza cultural, económica y social. Y fija población en la economía rural. Todo esto o nunca ha sido explicado en su verdadera magnitud por el sector taurino con todos los números sobre la mesa o las diferentes Administraciones han mirado hacia otro lado a la hora de potenciar una actividad tan enraizada en el pueblo español.
Una feria del calado de San Isidro provoca un impacto de más de 70 millones anuales en la economía de Madrid [la plaza de Las Ventas ha ingresado en las arcas de la Comunidad de Madrid 108 millones de euros en el periodo 1990-2019]; el ciclo de abril hace lo propio con la ciudad de Sevilla, con una cifra de impacto que ronda los 20 millones, y San Fermín inyecta en la economía de Pamplona en torno a los 74 millones también por temporada. Los sectores de restauración, hostelería y servicios esperan la llegada de las grandes ferias como el maná: el espectador/turista taurino, cuando viaja, invierte no solo en su afición, sino en todos los sectores que la rodean con un poder adquisitivo medio/alto.
Decadencia
Por los datos, pudiera parecer que la fiesta brava atravesase un momento de esplendor, apreciación alejada de la realidad. Desde la crisis de 2008, el toreo experimentó, como todos los sectores, una situación comprometida. Sin embargo, en 2015 su recuperación no fue pareja al resto de la economía nacional, que ya apuntaba indicios de remontada. El número de festejos en plaza siguió cayendo. Al mismo tiempo, no cesaron de crecer los llamados festejos populares. De hecho, en la temporada de 2017 los celebrados en las calles alcanzaron una cifra de 18.357 espectáculos frente a los 1.525 de lidia tradicional (19.882); en 2018 se organizaron 18.028 populares y 1.527 en plaza 19.555 festejos (19.555), y en 2019 fueron 18.331 los tasados en las calles frente a los 1.432 en cosos (19.763). En este último año pre pandémico, El Juli lidera el escalafón de matadores de toros con 43 corridas. Para ponernos en perspectiva sobre el terreno perdido: 20 años antes, en 1999, el mismo torero encabeza la clasificación con 135 tardes toreadas. Los números del 19 (antes de que el covid los sumergiese a profundidades jamás conocidas) se asemejan al año del inicio de la Guerra Civil: en 1936, Domingo Ortega alcanza 45 corridas y 35 en 1937; en el 38, en plena contienda, cae a 25 y se reparten el liderato Jaime Noain y El Estudiante; en el 39, Juanito Belmonte escala hasta las 39. Desde entonces el número de festejos no parará de crecer, pasando por diferentes fases, hasta el auge de los 90, parejo a la burbuja del ladrillo. A partir de 2008 la crisis se asienta en el planeta taurino. Y aun así, 11 años después, justo antes del covid devastador, 4.500.000 de espectadores, una actividad de 4.250 millones y el 0,34 del PIB, según datos de la Organización Nacional de Espectáculos Taurinos (ANOET).
Sin embargo, la opinión de Vicente Royuela, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, se aleja de una visión optimista o idealizada: “De acuerdo con la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales del Ministerio de Cultura, un 8% de la población asistió a espectáculos taurinos en 2019, y un 28% expresó interés por los toros, muy por debajo de otras actividades culturales. Con estas cifras, es difícil sostener que la Fiesta Nacional sea el segundo espectáculo de masas de España. Pese a todo, un 6% de la población manifiesta un interés entre 9 y 10 por los toros. Esto representa cerca de 3 millones de personas con un interés sobresaliente por la tauromaquia. Por lo tanto, sigue habiendo un volumen muy notable de aficionados dispuestos a mantener la tauromaquia, tanto asistiendo a festejos de plaza como a espectáculos populares, de largo los más numerosos”.
El día después
Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia, que aglutina a todos los estamentos, es realista sin soltar de la mano el optimismo cuando mira hacia el pasado reciente: “Realmente el tsunami del covid nos coge en un momento de involución, se dan una serie de factores que hacen que el mundo del toro esté experimentando un retroceso. ¿Por qué? La vida son ciclos y el toreo estaba en uno negativo desde hace más de una década por cuestiones económicas, sociales, políticas, también algunas internas del sector, como un modelo de negocio que necesitaba una revisión, y la pandemia agudizó todo esto”.
El toro bravo y su importancia económica y bioclimática
Raza bovina más antigua del mundo. La documentación histórica sobre la procedencia de las ganaderías permite trazar el origen del ganado de lidia en los siglos XVI-XVIII. 913 ganaderías se concentran en España, Francia y Portugal.
Joya del patrimonio genético español. Analizadas las ganaderías por encastes, se observa que el grado de diferenciación genética es muy superior al que hay entre las razas bovinas europeas, por lo que la raza de lidia debería ser considerada como raza de razas.
Guardián de la dehesa ibérica. El toro de lidia ocupa más de 500.000 hectáreas de dehesa y es el mejor protector de la dehesa ibérica al convivir en equilibrio y armonía con la flora y fauna autóctonas. El impacto de la ganadería de bravo en la economía se estima en 200 millones, según la patronal de ANOET.
Crianza sostenible. Las dehesas de toros de lidia se localizan principalmente en sierra o monte, zonas desfavorecidas de la Península Ibérica más agrestes y pobres, no aptas para el cultivo y amenazadas por la despoblación.
Factor de fijación rural. Las ganaderías de lidia contribuyen a aumentar la población rural en zonas deprimidas [la España vaciada], a través de la mejora de los salarios, por la necesidad de una mano de obra fija y cualificada [20.000 empleos directos].
Royuela abunda y ahonda en el argumentario que el presidente de la FTL expone. “Lo que es seguro es que el sector [tras la pandemia] no será el mismo. El darwinismo empresarial extinguirá empresas, ganaderías y profesionales que no aguanten este bienio asesino, o que no se adapten a un futuro muy incierto, tanto en términos de oferta (posibilidades de realizar espectáculos taurinos) como de demanda (capacidad económica de la población, carestía de los festejos, temor a asistir a los mismos, o pérdida de interés por la tauromaquia)”.
La Fundación Toro de Lidia concentró en 2020 todas las ayudas al sector (Premio Nacional de Tauromaquia incluido) del Gobierno de Pedro Sánchez en la peor crisis de su historia: 65.000 euros. La partida de los presupuestos generales destinada a cultura creció para 2021 más del 25% gracias al llamado Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de la Unión Europea, que aporta 5.917 millones extraordinarios a España. De ellos 200 irán a cultura y deporte, que ya contaba con una subida del 3,7%, con un incremento desde los 914 millones a los 948. Ahora el montante global es de 1.148 millones para la cultura. Y, para los toros, 65.000 euros, el 0,0056% del presupuesto cultural. La FTL dio por buena la palabra del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, de impulsar la reconstrucción del sector con los deseados y codiciados fondos europeos, que mucho deberán dar de sí. “La Administración nunca ha dado ayudas a la tauromaquia, quizás un poco por la inercia y también por la falta de exigencia por parte del sector. La tauromaquia siempre ha sido generadora de riqueza, no solamente nos hemos autoabastecido, sino que hemos dado riqueza a otros sectores. Por eso hemos aguantado muchas cargas que ahora mismo son excesivas para el desarrollo del espectáculo”, señala Victorino. La reducción de cargas referidas empezaría por la reducción del IVA del propio toro de lidia -que sigue en el 21% y no es tratado como producto cultural- seguiría por los costes de Seguridad Social y acabaría por la revisión de los cánones de las plazas de titularidad pública.
Una de las grandes lacras históricas del sector, más allá de su carácter invertebrado, ha sido la ausencia de un macroestudio sobre su huella económica. Así lo estima también Juanma Lamet, periodista de El Mundo: “Los profesionales del toro nunca han hecho un análisis pormenorizado de costes, gastos, efectos indirectos e inducidos, inversión privada y gestión pública en la tauromaquia. Ni siquiera han sufragado un informe extenso sobre la huella económica de la fiesta”. ¿Por qué? “Las razones de este error son variadas. La indolencia de los máximos dirigentes taurinos, la falta de músculo asociativo, los recelos atávicos entre los distintos estamentos, la omertá empresarial, la nula disposición a hacer lobby… y el miedo a que se conozcan las zonas de sombra de la economía taurina. Que son muchas”.
Triturados por el virus
De todos los estamentos triturados por el virus en el sector taurino, los ganaderos de toros de lidia han tocado fondo ante la crisis más grave de la historia de la tauromaquia. 913 ganaderías de bravo se concentran en España, Francia y Portugal como agentes dinamizadores del medio rural, capaces de sostener 20.000 empleos directos (entre 50.000 y 70.000 indirectos) en las zonas más deprimidas y con un impacto superior a los 200 millones, según cifras de ANOET. En torno a una explotación ganadera de bravo, hay veterinarios, fabricantes de pienso, productores de forraje y grano, agricultores, transportistas, empresas de zoosanitarios, gestión agrícola, de material ganadero, herreros, albañiles, electricistas…
Las pérdidas en las ganaderías superaron en 2020 los 150 millones de euros con la caída del 94% de la actividad taurina: 19.200 espectáculos dejaron de celebrarse. Y hay que sumar el cierre del canal horeca (con toda la hostelería clausurada) y el desplome del precio de la carne de bravo en el matadero. “Nos encontramos ante una situación sin precedentes en la cabaña de bravo, hemos tenido prácticamente limitadas al 80% las vías de ingresos de nuestras ganaderías”, subraya el presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), Antonio Bañuelos.
Sobre la importancia del campo bravo y la tauromaquia, Carlos Ruiz Villasuso, periodista especializado de TVE, sostiene un discurso más amplio que abarca lo rural como ahora prioriza la ONU (tanto como Europa) para su agenda 2030: “Nuestra actividad es cultural pero también es fundamentalmente rural, un muro de contención contra la España vacía y un pulmón de creación de crédito ecológico. Unidos a todos los sectores del mundo rural el potencial de la tauromaquia es incalculable. Mirar sólo a la actividad del toreo en la urbe, en la ciudad, es minimizar nuestra importancia social y económica de presente y futuro. Hay un toro verde que debe de ser explicado a la sociedad y debe de ser acogido y hasta liderado por nuestras Administraciones.
Televisión
La Fundación, mientras, ha trabajado en otros proyectos con diferentes comunidades autónomas, como Madrid, Andalucía o Castilla-León, que han dado buen trato a un espectáculo acorralado y sin otras vías de ingresos más que la taquilla. Victorino Martín abunda en los logros: “Hemos intentado menguar esos efectos negativos del covid en la fiesta promoviendo acciones conjuntas. El resultado visible fue la Gira de Reconstrucción [21 corridas de toros financiadas por Canal Toros de Movistar Plus], que considero un hito muy positivo para la tauromaquia por lo que representaba en sí misma, la unión de todos para el beneficio del toreo. A partir de ahí, esperamos que surjan muchas cosas positivas: la Liga Nacional de Novilladas, por ejemplo, con la que se pretende reactivar el escalafón de la cantera, el más afectado por toda esta problemática. Una más que nos preocupa a mediano plazo será la capacidad económica que vaya a tener el público para asistir a la plaza cuando salgamos de todo esto. Valoramos de manera muy importante la aportación de la televisión [otra vez el canal temático de la plataforma digital de Telefónica]”.
Las televisiones representan la última vía de ingresos atípicos para un espectáculo carente de ellos, imprescindibles ahora mismo, en esta época de aforos reducidos, para su viabilidad. José Pedro Prados El Fundi, presidente de la Unión de Toreros, máximo representante de los matadores de toros, asume que “en muchos casos, ya sea por las cadenas autonómicas o por Canal Toros, esos ingresos son imprescindibles, una vía importante. Tanto como que la televisión sepa que ese capital es una inversión a futuro que redunda en beneficio de las dos partes cuando las cosas se hacen bien. Hay que tener altura de miras. No hay más remedio que contar con la televisión y la televisión con nosotros para hacer entre todos el camino lo más largo y llano posible en estos tiempos de vacío”.
Pero para retransmitir las grandes ferias, como si fueran los grandes premios del Gran Slam de la ATP, solo alcanza el presupuesto del canal temático de pago de Movistar, que ha pasado a formar parte (imprescindible) del ecosistema taurino en estos tiempos de aforos limitados. “Canal Toros es una herramienta que nosotros ponemos a disposición del sector para dar sostenibilidad a un modelo económico necesitado de reformas y al espectáculo. Que se tiene que organizar pensando, eso sí, en que sus audiencias no se limitan a las audiencias de los tendidos. No solo por esto, sino porque es la deriva hacia donde van todos los contenidos hoy en día”, declaraba a El Mundo en una entrevista su director, Ignacio Frauca.
La crisis covid arruinó la temporada completa de 2020 de matadores y banderilleros -se perdieron 15.000 contrataciones directas-, y la del 21 tampoco promete demasiado con las grandes ferias suspendidas. Por segundo año consecutivo, ni Fallas ni Abril ni San Isidro (en Las Ventas) ni San Fermín. “La situación es complicada, dura, difícil. Hay diferentes niveles porque están los 10 ó 12 matadores de la cúpula, luego otros 10 ó 12 y después todos los demás. Pero angustiosa en cualquiera de las maneras. Distinto grado de angustia, como es lógico, entre los tres grupos diferenciados”, explica El Fundi. Que a la hora de valorar la gestión del Gobierno sanchista con la industria cultural del toro ante la crisis más grave de su historia se muestra tajante: “Ha sido vergonzosa, denigrante, escandalosa, total y absolutamente sectaria. No se puede gestionar peor. De juzgado de guardia, nunca mejor dicho”.
Gobierno sectario
David Prados, presidente de la Unión de Banderilleros, Picadores y Mozos de Espada (UNPBE), y hermano del Fundi, puede dar buena cuenta de ello. Su sindicato aglutina a más de 700 afiliados, el gremio más duramente castigado por la pandemia, si es que pudiese establecerse una escalada de damnificados. Las demandas contra el SEPE por las ayudas extraordinarias denegadas a los profesionales han superado la centena. De momento se han ganado todas en primera instancia. Incluso uno de los recursos presentados en el Tribunal Superior de Justicia. Pero la situación de la tauromaquia, aun siendo más favorable que en 2020, no ha mejorado lo suficiente. “Hay gente que lo está pasando muy mal. Queda mucho para alcanzar la normalidad. No se han dado las ferias de Valdemorillo, Olivenza, Valencia, Sevilla y Madrid y, si no se programan esas ferias de referencia, condiciona mucho a las demás”. Hay banderilleros repartidos por la construcción, el campo, la hostelería y las colas del hambre.
Publicado en El Mundo
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