Ver torear a César Rincón
“Es como hablar con Dios”
¡Y que Dios te conteste!”.
“Lo de César Rincón es como si le hablaras a Dios... ¡Y que Dios te conteste!”. Frase de Pepe Dominguín, cuando le preguntaron el porqué tanto escándalo alrededor de lo que había hecho el colombiano en Madrid.
Francisco Aguado, sin cruzar opinión con Dominguín, sentencia: “Cesar Rincón arrinconó el toreo, imprimiéndole a la fiesta sello de “clamor rinconista”,
Ambos se refieren a las cuatro salidas a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas. Fue cuando todo comenzó: 21 de mayo de 1991. Fue cuando César Rincón, que había entrado por la puerta de atrás a la Monumental de Madrid, salió a las horas a hombros y por el medio de la Calle de Alcalá.
Rincón venía de Colombia, donde era la primera figura del toreo neogranadino. De todos es sabido que, en los toros, sin la consagración de España, de nada valen los triunfos americanos.
El primer viaje de César Rincón a España lo había hecho como novillero en la temporada de 1982. Fue de la mano de Pedro Domingo, un torero antioqueño, de influencia y tendencia política, que con la firme convicción de nacionalizar la fiesta de los toros en Colombia se dedicó al sindicalismo taurino. Darío Piedrahita, el nombre de pila de “Pedro Domingo”, torero de Medellín, que de novillero se anunciaba en los carteles como “El Paisa”. Nos referimos a un buen profesional, torero inteligente, con fundamentos y conocimiento de la fiesta. Gracias a Pedro Domingo fue que César Rincón incursionó como novillero en plazas de España. Oportunidad que le sirvió a Rincón para reunirse con gente bien calificada en la fiesta, hablar y escuchar con entendidos y destacados profesionales aplacando su sed taurina con el agua del toreo en la fuente de la fiesta. El torero de Medellín le ayudó al bogotano, en su formación inicial; pero más tarde sucedieron situaciones que provocaron una ruidosa ruptura entre César y Pedro Domingo.
De regreso a Colombia luego de su primera incursión en España, César Rincón tomó la alternativa en Bogotá, plaza de toros Santamaría el 8 de diciembre de 1982. Fue su padrino quien era y sería el torero de su admiración: Antonio Chenel “Antoñete”. El abrazo ocurrió en presencia del joven maestro alicantino José María Manzanares. Los toros fueron de Vistahermosa, ganadería propiedad de Antonio García.
No lograba Rincón ubicarse en el sitial que le aguardaba el toreo. A mitad del año 1983 viajó a México para confirmar su alternativa 31 de julio con el toro Cartujo, de Mariano Ramírez. Fue su tocayo César Pastor el padrino y el hidrocálido Ricardo Sánchez el testigo.
De anodina pudiera considerarse su fugaz paso por Insurgentes, de no haber sido que Francisco Lazo, cronista del diario Esto, que se atrevió lanzar las campanas al vuelo para anunciar que la afición de México estuvo en presencia de un buen torero sin darse cuenta.
Se ponían las cosas en orden en la vitrina de la fiesta de los toros, luego de los triunfos de Madrid. México como también Venezuela y la propia Colombia, verían muy pronto sus plazas azotadas por el tsunami que “arrinconaba” el toreo.
Fue contratado a México para la Temporada Grande por la influencia de su epopeya madrileña. Su regreso a Insurgentes fue inolvidable. Ocurrió la tarde del 12 de noviembre de 1995, la tarde de la corrida de Javier Garfias en la que César Rincón alternó con Mariano Ramos y Jorge Gutiérrez. Al primero de su lote, tercero de la corrida le cuajó el de Bogotá una faena magistral. El del genial ganadero potosino atendía por “Ventanito”. Fue la consagración del ya consagrado maestro en el embudo de la Colonia Nápoles. Le concedieron las dos orejas y hubo petición, muy fuerte petición de rabo. Esta presentación le bastó al de Bogotá para confirmar ante la muy difícil y entendida afición de México que él, César Rincón era la primera figura del toreo.
Cuando César Rincón regresó al Hotel Camino Real se encontró con la muy desagradable situación de que alguien se metió en la habitación y le hurtó prendas y dinero. Fue un escandalaso del que se hizo eco la prensa. Ruido que llegó hasta Mario Moreno “Cantinflas”, quien de inmediato invitó al maestro a compartir en su casa una comida. Apenas el gran Cantinflas vio a Rincón le dijo:
–Matador, ¡estamos iguales! – ¿Y cómo es eso?
– ¡Ah! Es que cuando fui a Bogotá, un carterista me robó la cartera en la plaza de toros.
Risas aparte, la conversación entre dos americanos universales trascendió con afecto y mutua admiración.
Además de refrendar su categoría, César Rincón ratificó su maestría al dictar cátedra de torería con magnífica faena sobre la mano izquierda realizada al hilo de las tablas. Largos, templados los naturales de enorme dimensión rematados con forzados de pecho. Firmó la monumental cátedra del más exquisito toreo, con una cercera y bien ejecutada estocada. No regresaría a La México. Había cumplido consigo mismo.
Ha relatado Luis Álvarez, en varias ocasiones, que aquel día, 21 de mayo de 1991 Rincón estuvo en el apartamento de José Nelo “Morenito de Maracay” supervisando el trabajo de fontaneros, albañiles y obreros y echando una mano como pintor de brocha gorda. Matando el tiempo en la propiedad de su compañero venezolano mientras el minutero cubría la esfera del tiempo que le separaba para el inicio de la corrida. Morenito era también poderdante de Álvarez y junto a Rincón formaba una mancuerna con los que Luis Álvarez pretendía abrochar la temporada americana. En Colombia Rincón era ídolo. En Venezuela Morenito jugaba de local con mucha fuerza.
La ambición no se dormía, como dice la letra del tango “Silencio”, de Alfredo Lepera, que Carlos Gardel, acompañado por las guitarras de Barbieri y Riverol aún canta con sentido y acierto. Tampoco el cuerpo descansaba en la hamaca del horizonte de las tierras americanas. En España se movían las piezas en el ajedrez de los ayuntamientos. Luis Álvarez lo hizo en La Coruña, con el Alcalde Paco Vázquez, se metió al rescate del Coliseo que se hundía. Aquella tarde del 21 de mayo llevaba el brindis político en el esportón, y le bastaba a Álvarez que le brindara a José María Blanco, político gallego. Habría sido suficiente. Todo bien anotado para que César Rincón brindara la lidia de Santanerito de Baltasar Ibán, el toro sexto de la corrida, a uno de los concejales del Ayuntamiento de A Coruña. Luis colocó al concejal muy cerquita del burladero de matadores en la barrera de la Monumental. Había un proyecto entrelazado con muchos sueños y desvelos para aquella feria que nacía para el calendario taurino. Sólo planes, sueños, ideas, nada concreto. Ignoraba lo que provocaría haber colocado las cartas tapadas sobre el paño del juego de la vida, no sabía el torero, tampoco su apoderado, que esa distinción, con ese toro y aquella tarde provocaría cambios muy profundos en las vidas de todos.
La temporada la había iniciado César Rincón convaleciente de una terrible cornada que sufrió en Palmira el 2 de noviembre de 1990. Herida muy seria, de consecuencias terribles que le seccionó la femoral. Una transfusión lo salvó de morir aquella tarde del 2 de noviembre de 1990, pero casi le causa la muerte al contagiarle de hepatitis C. Sería, de allí en adelante, la permanente lucha por su existencia. Repuesto de la herida de Palmira, pero con el volcán de la hepatitis formándose en su interior, comenzó la temporada española de 1991.
Fue en Las Ventas de Madrid, el 28 de abril de 1991 ante una dura corrida de Celestino Cuadri. No estuvo mal, pero tampoco destacada su actuación. Sin embargo tuvo suficiente rédito para que Luis Álvarez luchara cuando se presentara la oportunidad, a exigirle a la empresa de los Hermanos José Luis, Pablo y Eduardo Lozano, Toresma, una sustitución. Rincón y Álvarez necesitaban con urgencia un respiro en Madrid. Nada importante había ocurrido en la vida del torero colombiano, desde su confirmación en Las Ventas el 2 de septiembre de 1984. Con “Manili” como padrino y de testigo a Pepe Luis Vargas con el toro “Fojanero”, perteneciente a la ganadería de Lamamie de Claricac... Pero llegó la ocasión: 21 de mayo en San Isidro. Curro Vázquez y Miguel espinosa “Armillita Chico” en el cartel. Toros de Baltasar Ibán. El sexto toro de la corrida, que atendía por Santanerito de Baltasar Ibán fue el segundo toro del lote del bogotano César Rincón. Faena cumbre la realizada por Rincón a Santanerito, que fue la llave con la que abrió la Puerta Grande de Las Ventas tras cortarle dos orejas a este bravo y emocionante toro de Ibán, sorprendiendo al público de
Madrid que, gracias a la bravura del toro y a la entrega del torero, descubrió la dimensión de la expresión con la que Pepe Dominguín le describiría el acontecimiento a José Carlos Arévalo más adelante, en el camino de sucesos triunfales en el sendero de César Rincón:
–Es como hablar con Dios, y que te responda.
Cuando Rincón comenzaba a saborear su apoteosis personal en su habitación del Hotel Foxá, cuando salía de la ducha de la habitación del Hotel Foxá que “Antoñete” convirtió el Cuartel General en la esplendorosa época de su vuelta a los ruedos, Luis Álvarez irrumpió en aquel recinto disminuido en su espacio por haberse convertido en continente de los paisanos colombianos que celebraban el triunfo del torero.
Luis Álvarez empujó a César y lo reingresó en la sala de baño: “¿Te atreves volver a torear mañana?”.
La empresa de los hermanos Lozano, por diligencias de Gerardo Roa, apoderado de Emilio Oliva, iba a anunciar al chiclanero en sustitución de su sobrino Fernando. Al enterarse Luis Álvarez de lo que sucedía, le propuso a José Luis Lozano sustituirlo por César Rincón. Luego de un pulso entre los Lozano y Álvarez, pues se resistía creer que el primer colombiano que había abierto la Puerta Grande de Las Ventas se atrevería volver a la Plaza de Las Ventas antes de pasar 24 horas de su triunfo a Madrid. Antes de proponérselo a Rincón, Luis Álvarez se reunió con Manolo Chopera y su hijo Pablo, en Kuliska, un restaurante vasco de Madrid. Quería conversar y sobre toro comentar con su amigo los acontecimientos. Chopera le dijo: “Cuando juegas y triunfas, hay que jugar”.
El cartel había quedado con la corrida de Murteira, a la que le habían rechazado tres toros que, a su vez fueron sustituidos por tres de la misma ganadería portuguesa procedentes de un semental indultado en Málaga y que escogió en el campo Rafael Moreno, apoderado de Espartaco. Luis Álvarez, conocedor de todo esto, y consciente que Moreno lucharía por lograr la reivindicación de su torero, Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, reconocido en Sevilla pero que no acababa de entrar en el gusto de los tendidos de Madrid, sabía que por lo menos en buenas intenciones había garantía en la corrida portuguesa. El otro compañero de cartel era Francisco Ruiz Miguel, el torero de la Isla de San Fernando que aquella temporada hacía campaña de despedida por toda la geografía española.
– ¿Te atreves volver a torear mañana? – ¿Dónde? –preguntó Rincón.
–En Madrid –respondió el apoderado. –Ni hablar, ¡A Madrid yo no vuelvo!
Las opiniones de los amigos de César le recomendaron que no lo hiciera. Entre ellos el Embajador de Colombia en Madrid, Williams Jaramillo, que le dijo al apoderado: “¿Estás loco? ¡Devolverías las orejas!”.
Luis Álvarez recurrió herido en su amor propio y le increpa, diciéndole: “¿Acaso yo me meto en sus asuntos?”. El apoderado se atrevía apostar fuerte por su torero porque sabía a plenitud porqué podía confiar. Rincón había hecho una gran temporada en Colombia, con toros de aquella ganaderías que no aceptaba la
Asociación de Ganaderos. Sus condiciones hicieron que fuera el triunfador de la Feria de Cañaveralejo en Cali cuando Ernesto González Caicedo era el empresario cuando se competía junto a los mejores toreros de España.
Ante la decisión tomada por César Rincón, fue cuando Luis Álvarez lo mete de un empujó en el baño y le dice “¡Vamos a hablar!”. César se sienta sobre la tapa de la poceta y Álvarez en el bidet. Habían cerrado la puerta del baño y estuvieron un buen rato, hasta que “salió humo blanco”.
Acordaron la oferta de la empresa y “echaron pa’lante”: Rincón sustituye a Fernando Lozano, le anuncian junto a Francisco Ruiz Miguel y Juan Antonio Ruiz “Espartaco” el 22 de mayo en una corrida de Murteira Grave. Regresa Luis Álvarez a su reunión con Manolo y su hijo Pablo, en el Kuliska, donde le ofrece a Chopera el torero. Manolo le ofrece Almería, Bayona y 13 corridas de toros. Luis Álvarez no se cansa de ponerle fichas al paño de la ruleta y le dice: “Si Rincón sale a hombros, duplicas la oferta”. Pablo Martínez Labiano, hijo de Manolo Chopera le responde: “¡Hostia! Si te lo vas a llevar todo”.
La voz profunda y de autoridad de Manolo Chopera re responde: “¡Vale!”.
Otra vez, en el sexto toro consigue cortar las dos orejas. Alentejo era el nombre por el que atendía el toro lusitano. Rincón arrasó con todos
los premios de aquella Feria de San Isidro de 1991, lo que le abrió un camino amplio en oportunidades, ante los organizadores de la Corrida de la Beneficencia. El festejo más importante de la temporada de Madrid estaba programado para celebrarse el 6 de junio con una corrida de toros de Samuel Flores y Curro Romero. Había que rematar el cartel y César Rincón era uno de los candidatos junto a Ortega Cano.
Luis Álvarez se reunió con Victoriano Valencia que, para la época, era el apoderado de Ortega Cano que la Beneficencia fuera un mano a mano entre Ortega y Rincón, “ya que los toros de Samuel, muy anchos de sienes y a contra estilo de Romero, amenazaban con llevar al fracaso las mejores intenciones de los organizadores.”
César Rincón entre los derechos de la Televisión, la transmisión de Fernando Fernández Román con retransmisión a México y Sudamérica gestionadas por el Director de TVE, Jordi García Candau y gracias al apoyo de RCN Colombia, agregó a su cuenta bancaria más de 20 millones de pesetas
Otra vez la puerta grande de Madrid se abrió para el neogranadino, tres orejas y salida a hombros. Tres salidas a hombros en Las Ventas eran la base de la fortaleza de su cartel para ser contratado para la Feria de Otoño con José María Manzanares y David Luguillano. Fue el primero de octubre de 1991, la última fecha en Madrid en tan glorioso año para Rincón. César cortó una oreja a cada uno de sus toros, uno de Sepúlveda y otro Joao Moura. Abrió por cuarta vez consecutiva la Puerta Grande de Las Ventas del Espíritu Santo. La Plaza Monumental de Madrid.
¡Lo que no estaba escrito!
Aquella temporada de “Clamor rinconista” –frase de Paco Aguado–, marcaría historia 68 tardes en la campaña franco-española, consagrándose como la máxima figura del toreo universal y héroe de su tierra colombiana.
Cuando César regresa a Bogotá, vuelve a una nación polarizada. Un país sometido por los bandidos al terror de los grupos armados de las FARC y del ELN. Rincón se une a los grandes ciudadanos universales de Colombia, Gabriel García Márquez, el periodista William Ospina, el poeta Darío Jaramillo Agudelo, el escritor Héctor Abad Faciolince y el maestro Fernando Botero, seres tan universales como él, como el sencillo Maestro del Toreo César Rincón, que son hombres que sembraron extramuros la imagen positiva de la gran nación colombiana, en aquel año de 1991. El mismo año cuando un grupo de estudiantes realizó el milagro político de la nación. Cuando el proceso Constituyente partió en dos a la historia política y social de la Nueva Granada. Logrando la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente el 4 de julio de 1991.
Desde ese momento César Rincón se convirtió en ejemplo de un pueblo desesperado, arrinconado como lo está ahora el pueblo de Venezuela, por el terror, resultado de la guerra, los secuestros, la confrontación y la corrupción. Ejemplo vivo el del gran torero, reflejo del espejo de su logro descubierto por su temple al entregar la vida a cabio de la gloria cada tarde en el ruedo.
Había sido en 1989 cuando César Rincón participó por primera vez en la temporada de Venezuela, en la plaza de San Cristóbal. Lo hizo en el marco de la Feria de San Sebastián con una corrida de La Carbonera. Tarde de irrelevante actuación. También en Mérida, Feria del Sol. Desafortunado también, de nuevo en La Carbonera. No sería sino hasta después de Madrid que los empresarios le tomarían en cuenta para nuestras plazas. A Colombia, tierra de buenos toreros y excelentes ganaderos, no se le abrían los cuarteles venezolanos, como debieron de abrirse entre dos naciones vecinas y taurinas. Tampoco los venezolanos interesaban en el firmamento neogranadino.
Nito Ortega y José Pulido habían sido dos espadas de antaño que gozaron del favoritismo de los públicos venezolanos. Ortega, torero de masas, imaginativo en la variedad de su repertorio y Pulido, que según Alberto Lopera “...insiste en proclamarse como el primer matador colombiano por haber recibido una alternativa en Quito (Ecuador) el primero de diciembre de 1935, de manos de Lagartito y Cayetano Palomino como testigo”. Más tarde Pulido recibió otra alternativa, esta vez en su natal Bogotá de manos del zamorano Félix Rodríguez y un toro de Mondoñedo.
El primer torero colombiano de importancia que hizo campaña en ruedos de Venezuela fue el vallecaucano Joselillo de Colombia –José Zúñiga–, figura en su tierra a quien los venezolanos debemos en gran parte nuestro desarrollo taurino integral por sus esfuerzos en la siembra el toreo en nuestra nación. Torero con la confirmación de su alternativa en Madrid, de manos de Antonio Bienvenida. Sembrador de ilusiones con sus temporadas en Táriba, San Cristóbal y Valencia. Endebles plazas de talanqueras en La Guacamaya y La Concordia para las que se
atrevió contratar figuras del toreo y ganaderías de primera. Hablamos de Antonio Ordóñez, Juan Silveti, Manuel Benítez “El Cordobés”, por nombrar algunos. Estas plazas convertirían sus tablas en ladrillos, transformándose en las más modernas de Sudamérica, como son las plazas de El Coliseo de El Torbes en Táriba, La Monumental de Pueblo Nuevo en San Cristóbal, la plaza de Las Trinitarias en Maracaibo, la Monumental de Mérida y la de Valencia en El Palotal.
Todo se le debe, sin regates, a Joselillo de Colombia, el gran transformador de la fiesta. Tanto en territorio colombiano como en Venezuela. Fue José Zúñiga quien desarrolló el toreo en todas las ferias importantes de Colombia, Cali, Bogotá, Medellín, Armenia, Bucaramanga, Manizales, el creador de la feria de Cartagena de Indias y sembrador de ganaderías.
Sin embargo, el gran torero de Colombia fue Pepe Cáceres –José Eslava Cáceres. Llegó a tener en Venezuela mucho cartel, muchos admiradores y entre varias organizaciones una peña muy importante, que aún existe, en San Sebastián de los Reyes en Aragua. Una peña que competía con las que le rendían homenaje a los hermanos Girón, César y Curro, toreros que vivían sus mejores días. La rivalidad entre Curro Girón y Pepe Cáceres se dirimió en Maracay, y con César Girón fue inolvidable el mano a mano de la Corrida de la Prensa, celebrado bajo un torrencial aguacero que no fue capaz de ahuyentar al público que llenó hasta las banderas la plaza de toros del Nuevo Circo de Caracas. Cáceres, fue el primer Maestro del toreo colombiano. La gran figura, antes de la desbordante presencia de César Rincón, respuesta a la época de expansión del toreo en Colombia cuando las empresas españolas que manejaron las ferias neogranadinas llevaban a la temporada a los ases del toreo ibérico como fueron Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, Paco Camino y Diego Puerta, El Cordobés y Palomo Linares... En fin, era Cáceres el torero más importante de Colombia, con el respaldo de la entrega llena de la pasión de la competencia por los públicos de su tierra. Murió Cáceres en agosto de 1987, como consecuencia de la cornada por un toro de San Esteban de Ovejas en Sogamoso. La cornada la sufrió Cáceres el 20 de junio, luego de una dolorosa y terrible convalecencia. Cuatro años antes del estallido en el firmamento estelar de César Rincón en Madrid.
Han sido muchos los buenos matadores de toros que de Colombia, como Vázquez II, el primer novillero colombiano en viajar a España con un contrato de 20 novilladas y el respaldo de la Casa Camará.
Oscar Cruz prometía ser un figurón del toreo por su presencia, concepto del arte y técnica, mas su disposición le decantó por el mundo de la farándula donde se destacó como representante y apoderado del Ballet de María Rosa; el torero de Palmira.
Enrique Trujillo, quien vivió en Venezuela, fue un artista de los que destacaban su clase y su finura. Diego Martínez, destacado taurino español le llevó a España ilusionando a la afición. No “reventó” en el torero que de él se esperaba, pero se le recuerda como un buen torero.
De Pedro Domingo dicen que fue el descubridor de César Rincón. Torero de familia pudiente hizo carrera universitaria en los Estados Unidos y decantó su afición por los toros por la dirigencia sindical. Desarrolló una Ley Taurina cuya esencia era darle sentido nacionalista a la fiesta. El presidente Pastrana Borrero, afortunadamente, no la sancionó. Es posible que su hijo Andrés, más tarde Presidente de Colombia, pudo haber influido para que no se aprobara aquella locura de Pedro Domingo. Andrés Pastrana era aficionado, fue muy amigo de Palomo Linares y de los hermanos Lozano. Compartimos en Aranjuez varios tentaderos en la ganadería de Sebastián (Palomo). Habla bien de toros e imagino habrá hablado con el doctor Pastrana Borrero. Pedro Domingo fue fundador de la Empresa Escol, en sociedad con los hermanos Eduardo y José Luis Lozano. Como escritor escribió una “biografía no autorizada” de César Rincón donde cuenta cosas terribles del maestro. Es posible que haya sido la tinta del rencor la que dibujara el trazo de lo escrito.
Hernán Alonso, considerado como una figura del toreo desde su rango de novillero, llegó a mandar en la fiesta colombiana donde le consideraban “el mejor novillero de todos los tiempos”. Manolo Chopera se entusiasmó con Alonso, le apoderó en España, y a su regresó a Colombia lo recibieron como a un ídolo. Tarde a tarde fue mermando la ilusión sembrada, porque el triunfo convincente nunca llegó. Sus ideas políticas lo convirtieron en el líder natural de la Unión de Toreros de Colombia, donde su primer objetivo era el sacar de los carteles de Colombia a los toreros extranjeros.
Jaime González, “El Puno”, fue torero de mucha presencia en Venezuela desde sus días de novillero. En España le apoderó Diego Martínez. Le conocí a “El Puno” en Bogotá, una mañana que nos invitó Martínez a que acompañáramos al Parque Nacional, cerca de donde le entregaría las llaves de una bella mansión a su madre. Una casa adquirida con el dinero producto de sus éxitos taurinos en España. Le vi muchas tardes en España, una inolvidable en Bilbao, con toros de Miura;
pero fue un Festival a beneficio de las guarderías infantiles, en el que sustituyó a Diego Puerta el que lanzó al estrellato a Jaime González. Festival que reunió a Litri, Gregorio Sánchez, Andrés Vázquez, Paco Camino y Curro Vázquez, en el que Jaime González, “El Puno”, fue el máximo triunfador luego de cortarle las orejas a su novillo. El festival fue televisado a toda España. Fue un tacazo de Diego Martínez. Un triunfo tan importante que trascendió con la firma de 50 corridas de toros, incluyendo la confirmación en Madrid el 19 de mayo en la Feria de San Isidro con El Viti y Dámaso González y todos de Baltasar Ibán.
El bogotano Germán Ureña reunió las esperanzas de los colombianos apostando por su futuro. Melanio Murillo, su mentor, lo trajo varias temporadas a Venezuela donde ganó mucho cartel. Cartel que tuvo en España y en México, donde vive desde hace años y goza de la estimación y respeto como profesional de todo aquel que le trata
La incursión de un grupo de novilleros que se convertirían en toreros importantes de Colombia fue la camada de novilleros sobre la que se sostuvieron las temporadas que, a partir de 1971, organizó en las plazas de Caracas, Maracay y Barquisimeto, el empresario Gregorio Quijano gerente de la Empresa Taurivenca.
Fue Taurivenca una empresa con apoyo de Jerónimo Pimentel en Colombia, gracias a quien logró el concurso de diversas ganaderías neogranadinas que alimentaron aquellas temporadas en Venezuela que formaron camadas de toreros que a la postre sostendrían temporadas con aires de competencia alternando con sus pares venezolanos y mexicanos. El ganado diverso procedente de Colombia sentó las bases para el desarrollo taurino nacional.
Sería larga la lista de divisas que ha participado en el desarrollo taurino nacional, como importantes los hierros de nuestras ganaderías como Mondoñedo que nutrió la camada fundacional de Tarapío. González Piedrahita, Ernesto Gutiérrez y de Vistahermosa tuvieron mucho que ver con Los Aránguez y Tierra Blanca. La costeña ganadería de Aguas Vivas, sirvió como experiencia para el reto de la ganadería de tierra caliente en los trópicos caribeños. Rocha, Dosgutiérrez, Fuentelapeña las que en sus días formaron ganaderías como Bella Vista, Tarapío, Rancho Grande, El Prado, La Carbonera ... Otras como El Socorro, Villaveces, El Encinillo, Pepe Estela, Ambaló Nicasio Cuéllar, Domiciano Cameno sirvieron de base para los carteles de las importantísimas novilladas cuyos espectáculos forjaron afición en ciudades como Maracay, Valencia, Barquisimeto y la misma Caracas. De aquellos novilleros son muchos de los matadores que como Jorge Herrera y Enrique Calvo “El Cali”, llegaron a reposar la responsabilidad en las primeras exitosas temporadas de Taurivenca. Herrera, ídolo de la afición de Caracas, torero favorito del público capitalino. Enrique Calvo “El Cali”, espada de mucho cartel y mucha calidad; Alberto Ruiz “El Bogotano”, padre de una gran promesa del toreo neogranadino; Fabio Zerrato, toreó mucho por Maracaibo y el occidente; Hernán Quintero “El Solo”; Oscar Silva, ídolo de Maracay y triunfador en el Nuevo Circo; Álvaro Torel, Jairo Antonio Castro, Leónidas Manrique, Arturo Villa “El Villano”, Luis Alerto Meza, Raúl Gómez un torero con proyección para haber sido figura del toreo.
Repasando las huellas del camino de la presencia de César Rincón en Venezuela, decíamos que fueron las plazas andinas de San Cristóbal y de Mérida las que le dieron la bienvenida al maestro a tierras venezolanas. Bienvenida sin mucha fortuna allá por 1989 cuando alternó, de acuerdo a los archivos ordenados por Nelson Arreaza “Numerito”, con Curro Zambrano y Tomás Campuzano en Pueblo Nuevo y en Mérida con Christian Montcouquiol “Nimeño II” y Nerio Ramírez “El Tovareño”, con doble ración de La Carbonera.
En 1990 no toreó en Venezuela, pero luego de su apoteosis madrileña César Rincón fue requerido por las empresas venezolanas lo mismo que pedían su presencia en los carteles de México, Ecuador y El Perú
La presencia del maestro Rincón en plazas venezolanas, insisto que de acuerdo al registro del notario del toreo nacional, Nelson Arreaza, es de 43 corridas de toros y 50 orejas desde su presentación el 28 de enero de 1989, hasta el 26 de enero de 2008. Ambos festejos en San Cristóbal. En su última actuación César Rincón cortó tres orejas a los toros de Juan Bernardo Caicedo. Aquella tarde alternó con Rafael Orellana y Miguel Ángel Perera. Con lo de Madrid sucedió lo que bien señaló Aguado: “Arrinconó al toreo”, aquella temporada invernal de 1991- 1992 el bogotano toreó nueve tardes en plazas venezolanas. Mientras en el 89 su paso por Venezuela fue de puntilla, su presentación en Venezuela ya con la investidura de Sumo Pontífice de la Fiesta fue en Maracay, mano a mano con José Nelo “Morenito de Maracay” y toros de Hugo Domingo Molina. El recibimiento fue de apoteosis: se agotó la boletería y Rincón fue ovacionado hasta por estornudar, toda la tarde, por un público que se le descubría, que deseaba entregársele a como diera lugar. Al cuarto le cortó dos orejas.
En Valencia se presentó en el Forum, un gimnasio de baloncesto
acondicionado especialmente para que Rincón toreara. Fueron dos tardes, 30 de octubre y primero de noviembre de 1991, mano a mano con “Morenito” el sábado con toros de Los Aránguez (3 orejas), y el domingo con José Antonio Valencia y Ortega Cano toros de La Carbonera (2 orejas). A la Monumental fue en febrero de 1992, oficializando su presentación ante la entendida afición del Cabriales, Rincón hizo el paseíllo en la Corrida de la Policía Técnica, uno de los festejos de mayor jerarquía de la temporada venezolana.
En el Nuevo Circo de Caracas César Rincón fue breve: su debut fue el 16 de febrero del 92, mano a mano con “Morenito de Maracay” y con toros pertenecientes a la ganadería de Tierra Blanca. Una gran expectativa que los descastados astados falconianos echaron por la borda. Luego, al año siguiente, en enero de 1993 fue el triunfador en la Corrida de la Prensa lidiándose toros de Hugo Domingo Molina. Con José Nelo Morenito de Maracay y Enrique Ponce.
Repitió en 1994 en Caracas la tradicional Corrida de la Prensa con “Morenito de Maracay” y El Cordobés. No sería afortunada su última actuación en la capital venezolana ante toros de El Encinillo con Erick Cortéz y José María Manzanares en aciaga tarde con bronca muy fuerte.
La plaza de San Cristóbal fue en Venezuela el gran escenario para sus actuaciones. Aquella plaza cuya arena había cruzado de puntillas, en sus primeros tiempos, fue el escenario de sus mejores actuaciones en Venezuela y fue en Pueblo Nuevo donde Rincón se despidió de la afición de Venezuela en el 2007 con dos presentaciones con toros colombianos de El Capiro el 27 de enero y de Juan Bernardo Caicedo el 26 la tarde del hasta luego con Miguel Ángel Perera y Rafael Orellana como compañeros de cartel en una tarde brillante en la que cortó tres orejas y sufrió una aparatosa voltereta a causa del arrimón que se pegó, como si de su primera tarde se tratara, porque César Rincón siempre fue un torero de absoluta entrega defendiendo su jerarquía de primera figura del toreo.
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