ARMILLITA CHICO
EL TORERO GRANDE
Ayer 3 de mayo, fecha aniversaria del gran Fermín Espinosa “Armillita Chico”, considerado por muchos como la máxima figura del toreo mexicano.
Su aparición en el escenario universal de la fiesta, fue la confirmación del slogan que hizo famoso José Alameda: - El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega.
Desde párvulo se asomó al ruedo y “Armillita” se destacó como un privilegiado. Obediente y bien educado hermano menor. Hizo que sus hermanos Juan y Zenaido Espinosa, ambos Armillita, se convertirían en banderilleros del gran “Armillita Chico”.
Fue el año de la promisora alternativa de Heriberto García y de la consagración de Pepe Ortíz … Cuando surgió como un gigante el “Armillita Chico”.
Nació en Saltillo al norte del convulso México, y mató su primer becerro a los dieciséis años de edad, se retiró a los cuarenta y cuatro.
Hay muchos Armillitas, y los hubo en Sebastián Almancha, un novillero modesto que descendió a banderillero y siguió siendo modesto y desde luego el famoso Matías Aznar, banderillero destacado que figuró en cuadrillas tan importantes como las de Cocherito de Bilbao, Vicente Pastor y en sus últimos años en la de Marcial Lalanda.
¿Alguno de estos influyó en el apodo del banderillero mexicano Fermín Espinosa, padre de Fermín, Juan y Zenaido?
El hecho real es el de la fundación en 1888 de la dinastía taurina mexicana de los Armillitas que le dieron importantísimos toreros a la historia del toreo, siendo el mejor de todos, desde luego, Fermín Espinosa Saucedo.
No olviden a Juan Armilla, uno de los grandes banderilleros de todos los tiempos, tampoco a Zenaido, uno de los mayores lidiadores con el capote, peón de brega notabilísimo.
Ambos hermanos de Fermín, y los dos miembros de su cuadrilla.
En otro nivel Manolo Espinosa, matador de toros e hijo de Fermín de su primer matrimonio, triunfador muchas veces en la plaza México y quien inexplicablemente no consolidó su posición.
Lo mismo podríamos decir de sus hijos con Nieves Melendes, su segundo matrimonio: Fermín hijo, de quien los expertos dijeron cuando lo vieron en la plaza México que “Con este novillero no se puede equivocar nadie”… Luego Miguel, idiscutible figura del toreo en México y un profesional reconocido en España. Ahora su nieto, Fermín es torero de cartel en México.
Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico, considerado como una figura cumbre del toreo universal abrió el camino en su cuadrilla a profesionales, imortatísimos subalternos, como fueron don Felipe Mota, los Conejos - los picadores hermanos Aguire-, y el Güero Gadalupe . Lo hicieron como picadores. Hombres de plata, banderilleros y peones de brega los Armillita, Juan y Zenaido, y también el Chato Guzmán.
Escritores cronistas, taurinos de excepción además de Francisco Rubiales “Paco Malgesto”, y de Aurelio Pérez “Villamelón”, se han sumergido en el tema de” Armillita”. Lo han tratado eminencias del periodismo taurino, tal es el caso de José Carlos Arévalo, si de explicar la explicación de una tesis de grado se trate.
Antonio Casanueva Fernández y José Carlos Arévalo, un comunicador que brilla por sus logros periodisticos nos conducen a la explicación y coincidencia distintos historiadores, entre quienes está con el vigor de sus conclusiones, José Alameda, ayer, y Paco Aguado, hoy.
No podia ser de otra manera. Concluyen ellos, Malgesto, Villamelón, Alameda, Domingo Delgado de la Cámara y Paco Aguado , que el toreo moderno se gestó en el continuo Gallito-Chicuelo-Manolete (p. ej. Alameda, 1961; Aguado, 1999; Delgado, 2014; Morente, 2018). Pero en esta historiografía del hilo del toreo ligado en redondo poco se ha escrito de la importancia de quien fue el eslabón entre Chicuelo y Manolete: Fermín Espinosa Saucedo “Armillita chico”.
“Armillita chico” fue el pilar de una importante dinastía de toreros. Hijo de Fermín Espinosa Orozco, originario de Guadalupe, Zacatecas, decidió establecer su residencia temporal en Saltillo, donde nacieron sus hijos los toreros Zenaido, Juan y Fermín, y José “El Chato”. Este último por un defecto en la vista no pudo vestirse de luces y se convirtió en mozo de espadas (Rodríguez, 1984). Don Fermín originalmente usaba el apelativo de “Campanero”. Lo de "Armillita'' fue una ocurrencia del torero cubano José Marrero “Cheché” por la similitud que al banderillear tenía con el madrileño Esteban Argüelles “Armilla” (Rodríguez, 1984). El apodo hace alusión a la espiral que es parte de la base de una columna.
Armillita fue un niño prodigio. Arévalo (2011) afirma que tenía un don, una intuición especial hacia los animales que le permitía armonizar el entorno e, incluso, sentir que se comunicaba con los toros, que ellos le hablaban y que él les respondía con el capote y la muleta.
Su padre había meditado el toreo frente a bovinos criollos y recorrido las plazas del México de finales del Siglo XIX.
Conoció a Saturnino Frutos “Ojitos”, el gran formador de toreros en México, lo que le ayudó a rumiar los secretos del arte de Cúchares (Arévalo, 2011).
Fermín padre descubrió el don de su hijo e hizo que desarrollara la técnica matando animales en el rastro y viendo como Zenaido y él mismo bregaban y banderilleaban (Mariano Rodríguez, 1984).
Ese don natural, descubierto por su padre, fue la base de su técnica, aplomo y dominio para resolver los problemas de la lidia. Sin darse cuenta, sabía más de lo que le hubieran podido enseñar.
Resulta ilustrativa la inocencia con la que narra sus inicio en el esbozo de memorias que le entregó a su amigo Mariano A. Rodríguez:
- -Un buen día, jugando metras en mi casa, mandaron por mí pues en Tacuba tenían organizada una encerrona, y habían destinado para mí, para yo torearlo, un becerro. Era castaño, no se me olvida. Llegué a la placita de Tacuba justo en el momento en que ya echaban el becerro al ruedo (...) Lo toreé como si hubiera estado toreando a un muchacho. No se me dificultaron ninguna de las suertes que intenté. Todo me salió superior y los comentarios que allí se hacían eran muy halagadores. (Mariano Rodríguez, 1984, p.261)
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Con esa misma sencillez que denota una intuición natural, pero también algo de ingenuidad, narra su debut en el Toreo de la Condesa el 3 de agosto de 1924:
- -Recuerdo que era un novillo grandullón pero flaco y con unos pitones bastante desarrollados (…)
- -El becerro no fue malo y yo lo toreé como quise con el capote. Lo banderilleé y con la muleta creo que le hice una buena faena, el caso es que me dieron la oreja y el rabo y di varias vueltas al ruedo entre una lluvia de dinero que me arrojaba el público (Rodríguez, 1984, p.264).
A los 15 años se convirtió en el líder del escalafón novilleril. Entre 1926 y 1927 recorrió México triunfando en todos lados. El 17 de octubre de 1927 se despidió de novillero encerrándose con seis novillos en el Toreo de la Condesa.
Al domingo siguiente recibió la alternativa de matador de toros, llevando como padrino a Antonio Posadas y a Pepe Ortiz de testigo, con toros de San Diego de los Padres. Tenía tan solo 16 años.
Para Armillita torear era como jugar. Pero su padre sabía que estaba desarrollando el oficio que necesitaría para convertirse en la gran figura.
José Carlos Arévalo (2011, pp. 37-38) asegura que “fueron los años de empezar a ser. Un estímulo inconscientemente vivido, aunque muy gratificante en el caso de Armillita. Porque tenía el don. El don del toreo, que para profesionalizarse se convierte en oficio, es como el don de la voz o del baile. Se tiene o no se tiene. Y en el toreo hay que tener el valor suficiente para que la presencia del animal no impida pensar, y hay que sentir la música de la embestida”.
Pepe Alameda explica que fue formado “bajo la influencia de aquella orientación que Chicuelo había llevado a la tierra mexicana, línea que a su vez procedía de Joselito. Fermín entronca con éste y con la tradición sevillana, que ofrece como ninguna la dualidad de toreros largos y de toreros artistas. Supo ser lo uno y lo otro. Lo recordaré siempre en sus grandes tardes de Bilbao, donde lo vi enfrentarse a toros como locomotoras y a la roca inconmovible de Domingo Ortega; pero también lo recordaré cuando le corrió veinte veces la mano a Pituso, de La Punta en México, en una tarde colosal con Manolete; y en otra, con Clarinero, de Pastejé, al que le hizo la mejor faena que yo le he visto y una de las mejores que vi en mi vida” (Alameda, 1989, p. 228).
Es decir, Fermín Espinosa Saucedo, en forma inconsciente, bebió de las fuentes fundamentales del hilo del toreo. De Guerrita y Lagartijo por las conversaciones de su padre con Ojitos, y de Chicuelo que se convirtió en un ídolo desde su llegada a México en 1924, cuando Armillita debutaba como becerrista. Su intuición natural le hizo asimilar la tauromaquia y volverse una pieza clave en la edad de plata en España y el pilar de la época de oro del toreo mexicano, el eslabón entre Chicuelo y Manolete.
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