domingo, 4 de abril de 2021

EL SABOR TORERO DE PACO CAMINO Por Juan Antonio de Labra

  Conversación con Paco Camino...
 Juan Antonio de Labra


El maestro Paco Camino, y su esposa Isabel

Desde el montículo donde se alza la casa de la finca Los Camino, se domina la vega del Tiétar. Abajo, la calma invade la tibia mañana en medio de los sembradíos de tabaco y espárragos. Arriba, la Sierra de Gredos vigila majestuosa el horizonte en aquel emblemático entorno de sosiego y labor de los prósperos campos de la alta Extremadura, a unos 200 kilómetros de Madrid. Mientras un campesino supervisa las labores de riego en una parcela, los vaqueros reúnen a las vacas bravas para que el veterinario las desparasite. Aparece entonces el maestro Paco Camino con toda su sencillez a cuestas. Se le nota atareado, pendiente de lo que ocurre más allá de su vista. Sin preámbulos de ninguna especie, montamos en un coche cualquiera, porque su "todoterreno" está en el taller, y comenzamos a recorrer los cercados de su ganadería.


 Primero nos muestra los erales gordos que tiene listos para ser lidiados en festivales: "Salen muy buenos" -se ufana- "y siempre que los toreros saben que van a jugarse novillos míos van con más gusto a la plaza". Unos 40 becerros, de procedencia Santacoloma y Parladé (vía Marqués de Domecq) se reúnen en una loma para comer el primer alimento del día. 

La charla discurre por el sendero de la crianza del ganado bravo, y el maestro no oculta su gran amor por el encaste Santacoloma: "Desde antes de debutar con caballos comencé a matar novilladas de Santacoloma. Más tarde, cuando ya me apoderaba don Pablo Chopera, como él había comprado reses de este encaste pues le mataba las camadas enteras; es un toro que me gusta mucho". 

En cada palabra del torero de Camas se esconde un sentimiento de orgullo al mirar lo que ha conseguido no sólo con el dinero que ganó en los toros, sino con el esfuerzo diario de alguien que disfruta del trabajo en esta finca hace más de 25 años. Avanzamos entre los alcornoques y de pronto aparece un hermoso semental de estirpe santacolomeña: 

"Es el número 33, se llama Dinerito". 

Se trata de un toro recortado de caja, bajo de agujas y corto de manos, que luce en la paletilla el guarismo del "1". Arribamos al corral que está detrás de la plaza de tientas para ver los otros toros padres, entre los que sobresale, por sus armoniosas hechuras, el número 138, muy clavado en el tipo. Más delante, entramos en un cercado donde se encuentran las vacas "del Marqués". Los pelajes colorados, castaños y negros, se contraponen con el tono amarillento del pasto. El maestro baja del coche para mostrarnos las bien puestas cercas de color verde botella que delimitan el cercado, mientras un semental de su compadre Diego Puerta merodea entre las vacas: "Hombre, no podía faltar, siendo tan amigos..." Conforme transcurren los minutos, la conversación se anima y Camino no desaprovecha la ocasión de lanzar una saetilla de humor con su cerrado acento andaluz: "No toreó desde hace unos cuatro años. Fue un día que Manolo Escudero me pidió que le echara un par de becerras y vaya lío en el que me metió, porque yo no quería coger la muleta pero después de verlo, con cerca de ochenta años encima pegando naturales, no me quedó más remedio". Evocamos su última tarde vestido de luces, el día en que en Nimes hizo matador de toros a su hijo Rafael, y al preguntar si para aquella ocasión se entrenó de manera especial, responde con guasa: 

"¡Sí, pescando truchas allá en la sierra!" (risas). 

El recuerdo más vivo de esa tarde fue que pasó mucho miedo. Llegamos al cercado donde pastan las vacas de Santacoloma. Dentro del coche se percibe un aire de satisfacción cuando el maestro comienza a hablar una vez más de Santacoloma. El pelaje cárdeno de las reses, tan habitual en este encaste, ofrece un aspecto de uniformidad tanto en la capa como en el tipo, consecuencia de una selección tan escrupulosa que asombra: "De las cincuenta becerras que tenté en el invierno sólo me quedé con seis; el resto se fue en un camión al matadero y quiero decirles que no llevo libros, porque sé que lo que tengo es bueno porque si no, no lo hubiera dejado". Entre las vacas, casi imperceptible por su discreto tamaño, ronda un semental herrado con el número 26, que Camino define como un "zapato". Se entusiasma el maestro al evocar la bravura del toro en la tienta, donde se le dieron hasta 30 puyazos. Es un ejemplar de seis años de edad pero muy bajo de agujas y recortado, con el que intenta reducir el tamaño de las crías de las santacolomas altas que le quedan de Chopera. De regreso, nos confiesa que no lidia corridas porque tiene miedo de que le ocurra un percance a alguno de sus compañeros. Ya en la casa, ordena que traigan algo de beber. Admiramos la cabeza del famoso toro "Serranito" de Pablo Romero, al que le tumbó dos orejas en San Isidro de 1971. También conserva el vestido grana y oro de la Corrida de la Beneficencia cuando se encerró en Madrid y cortó ocho orejas en 1970: "Fue el único vestido colorado que tuve. No me gustaba ese color. Nunca me lo volví a poner, por eso todavía tiene manchas de sangre y algunos alamares están destrozados, porque aquel tumulto quería quedarse con algo en el momento en que me llevaban en hombros". Salimos a la fresca terraza, desde la que se contempla un jardín bien cuidado. El fondo azul de la piscina brinda al lugar refrescante aspecto de oasis. Nos sentamos y de inmediato llegan correteando dos perros pequeños que buscan la caricia de su amo. Continuamos hablando... 




EL TORO DE SANTACOLOMA 

A lo largo de su dilatada carrera, Paco Camino toreó muchos toros de Santacoloma. Tan solo de la ganadería de Joaquín Buendía, una de las vacadas mas representativas del encaste, estoqueó 145 ejemplares. 

- Siendo un especialista de este encaste, ¿cómo debe torearse al toro de Santacoloma?

 -Como a todos: con valor, con oficio, con arte, con inteligencia. Sin embargo, con una precisión técnica especial para poderle, pues se trata de un toro diferente a los demás y no perdona que le hagas las cosas mal. Es un toro muy listo y si lo sabes torear embiste con nobleza y cuando sale malo es definido desde el principio y el público lo puede ver. -El toro de Santacoloma tiene mucha transmisión y si se le hacen bien las cosas resulta más fácil cortarle las orejas con menos muletazos... 

-Bueno, es que en mi época las faenas eran muy cortas. El otro día por casualidad vi en una estadística mía que de cincuenta y tantas tardes en Madrid, nunca me tocaron un aviso y ahora al que ha toreado tres tardes en San Isidro le han tocado siete avisos. Creo que el toreo no es dar una cantidad determinada de pases, sino los que tenga dentro el toro y nada más. El toro era más enrazado que ahora y es cierto que hoy se torea mejor que antes, pero quizá también porque el toro de hoy te permite andar por el ruedo con más aplomo por su falta de movilidad. 

-Algunas ganaderías formadas con santacoloma que intentan lidiar en plazas de primera categoría han sacado de tipo a este toro, que más bien admite pocos kilos y nunca ha sido muy grande de hechuras, ¿qué opina de ello?

 -El toro de Santacoloma debe de lidiarse siempre en su tipo porque si no es la perdición. El toro tiene que tener su peso ideal y el trapío correspondiente al encaste, que más bien es justo. Si el ganadero que tiene Santacoloma no puede ir a Sevilla o a Madrid presentando sus toros en tipo, pues que no vaya o busque una simiente con la que sí pueda ir. Creo que ahora el público se ha dado cuenta que aunque el toro de Santacoloma tenga menos peso y el trapío justo, tiene más movilidad que los otros y da espectáculo. Este año en San Isidro se han lidiado dos novilladas de Santacoloma y las dos han servido; la gente ha salido contenta de la plaza. Eso quiere decir que quizá el público ya está volviendo a aceptar al toro de Santacoloma. 

-Hablando concretamente de las novilladas que menciona, la de La Quinta y la de San Martín, ¿qué le parecieron? 

-La de La Quinta me pareció una novillada muy brava, hasta un tanto molesta y la de Chafik fue muy dulce, buena para el torero. Yo hubiera preferido un juego intermedio entre una y otra. 

-¿Cómo le gusta hacer sus tentaderos?

 -Nunca he toreado a las becerras porque me parecerían todas buenas, por ello prefiero que vengan muchachos novatos a torearlas; me gusta observar el comportamiento y la viveza de las vacas con chavales que no estén muy puestos. En cuanto a la edad, prefiero echarlas de dos años cumplidos para tres, porque creo que así está el ganado más definido para bueno o para malo. 



Dos Maestros, un toro y una foto




 La afición al ganado bravo y al campo se fraguó en los primeros años del Camino becerrista, cuando acudía de pantalón corto a tentaderos y capeas para forjarse como torero. El sueño de aquellos años de poder comprarse una finca se cumplió hace mucho, pero es hoy cuando realmente disfruta la tranquilidad del paisaje y reflexiona sobre su vida con la agudeza de alguien que ha vivido el peligro tan de cerca. 

-¿Qué representa el hecho de saber torear en su existencia?

 -La satisfacción de salir de una familia muy humilde y sin tener estudios, llegar a un sitio casi prohibido. Ha sido bonito.

 ¿Cómo fue su evolución como torero? 

Fue poco a poco, como creo que sucede con todos, pero la diferencia es que yo empecé muy chico. Con el paso de los años se van corrigiendo los defectos y acrecentándose las virtudes, aunque nunca se alcanza la perfección. En el toreo nadie ha sido perfecto. Fui un profesional que estuvo siempre pendiente del toro, y jamás le perdía la cara, ni siquiera cuando era el toro de un compañero. Ahora, muchas veces observas que los toreros están de cotilleo en el callejón y eso me parece una falta total de respeto a la profesión. 

-¿Quiere decir que hay toreros con mayor afición que otros?

 -¡Por supuesto! Toda mi vida he tenido una gran afición. Siempre me ha gustado estar con gente mayor porque de ella he aprendido. Escuchaba con mucha atención a mi padre, y más delante a los ganaderos que sabían del tema, tales como don Atanasio Fernández, don Joaquín Buendía, don Antonio Pérez-Tabernero, el viejo, y también a los toreros mayores. Y fíjate lo que son las cosas: cuando hacía aquellas primeras campañas tan intensas entre Europa y América y tenía algunos días libres, había quien decía que no tenía afición porque no aceptaba una invitación al campo para torear unas becerras. Creo que también era justo ir a ver a la familia y a los amigos.

 -¿Le llamó la atención que muchos aficionados se expresaran tan bien de usted cuando apenas era un chaval? 

-No le daba importancia porque tuve un intenso rodaje que duró cuatro años, de los 12 a los 16, y cuando debuté en Zaragoza en 1958 sabía que no se me podía escapar la oportunidad, porque de otra manera hubiera tenido que regresar a trabajar a la panadería y esa idea no me gustaba nada (risas). Finalmente, causé muy buena impresión aquella tarde y me pusieron 14 veces sin caballos y tres con caballos. -En su carrera hay una frase recurrente que dice: "Es preferible que digan que no has querido, a que digan que no has podido", ¿por qué? -Porque si no has podido, da lástima. Y si no has querido, da envidia. Siempre preferí que me dijeran que no había querido a que me dijeran que no había podido. 

-Aunque a veces sabemos que en los toros "querer no es poder", porque no sólo depende del torero sino también de un toro que te dice que no vas a poder, y ya está...

 -Es lo que le da sabor a la profesión porque todos los días sale un toro distinto y eso implica estar preparado mentalmente y capacitado técnicamente para afrontar los problemas que se presenten.

 -¿Ha habido en su carrera un toro que no haya podido con él? 

-Sí. Una tarde me salió en Vinaroz un toro de la viuda de Galache que no pude con él. Durante toda la faena sentí me que iba a coger y me trajo de cabeza. Me comía... fue la única vez que he sentido impotencia. Lo pasé tan mal que ese día no me hubiera importado quitarme de torero. Y es que otras tardes me vi con distintas adversidades en contra, pero que podía con ellas. 

-¿Es la impotencia el sentimiento adverso más profundo que ha sentido vestido de luces? 

-Sí, porque lo de Lima fue un arrebato. Allí me tiraron una botella de coca-cola que me cayó en el pie y si me da en la cabeza no se qué hubiera pasado, así que dije: "¡Vámonos"!, en plena suerte de descabellar, y me dejé vivo al toro.

  LA INTELIGENCIA

 En general, los toreros son inteligentes por naturaleza. Unos cuantos privilegiados, aquellos que alcanzan el grado de figuras del toreo, tienen una inteligencia muy superior a los demás para poder mantenerse en los primeros sitios del escalafón durante muchos años.

 -¿Qué es lo más importante en la técnica del torero? 

-Lo primero: dominar al miedo. El miedo se elimina teniendo la cabeza despejada. Con el corazón no, porque el corazón es bruto. Si un torero no tiene cabeza... ¡puuff! La gente comienza a decir: "es muy torpe; tiene valor, pero es torpe". Sin embargo, el torero inteligente, a pesar de que le falte un poco de valor, generalmente resuelve con eficacia.

 -¿Qué hay de la inteligencia? 

-Ocurre una cosa inexplicable con lo de la inteligencia: hay toreros que a lo mejor han tenido inteligencia para el toro, pero no para otras cosas. Yo me he esforzado en aplicar la inteligencia que Dios me ha dado para echársela al toro. Si no eres inteligente como torero resulta difícil mantenerse muchos años. Los que llegan a figuras del toreo y llevan siete, ocho, diez o quince años arriba, tienen "algo" especial de lo que carecen los otros. No sé lo que será, porque en esto la suerte no existe.... Bueno, existe un día: te embiste un toro en Madrid y le cortas las orejas pero después hay que buscarla. 

-¿Cómo definiría el temple?

 -El temple no es precisamente torear despacio, como mucha gente cree, sino acoplarse al ritmo que embista el toro. En el toreo hay muchos tópicos con respecto al temple, pero la verdad es que si el toro es brusco y no tiene ritmo en la acometida resulta más difícil templarlo. -¿Y qué temple disfrutaba más en una faena, cuándo el toro embestía despacio o rápido? 

-Cuando me embestía con raza, con temperamento, por eso me gustaba dejarlos un poquito crudos y pegarles poco en varas. En cambio, otros compañeros, como El Viti, les gustaba que el toro llegara más parado a la muleta para torear con más reposo.

 ¿LA ÉPOCA DE ORO?

 Camino está convencido que la verdadera Época de Oro del Toreo va a ser la suya; aquellos años comprendidos en las décadas de los sesenta y setenta, en los que se hicieron varias de las faenas más bellas del siglo. -¿Se torea hoy mejor que antes? -Sí, aunque hay mucha monotonía en los toreros y en las faenas. Torean todos igual... Bueno, José Tomás es distinto porque su concepto del toreo es diferente; El Juli es muy joven y todavía no podría hacer un juicio sobre él, pero fuera de ellos dos los otros son muy parecidos. ¿En su época se preocupaban los toreros por no parecerse entre sí? 

-No sé si se preocupaban o no, pero el caso es que ahí estaban "Pedrés", Rafael Ortega, Antonio Bienvenida, Julio Aparicio, Litri, Antonio Ordóñez, Gregorio Sánchez, Manolo Vázquez y detrás, en cuanto a generaciones se refiere, estábamos "Chamaco", "Mondeño", Puerta, "El Viti", yo, Andrés Vázquez... Había dos mil toreros, coño. Cada uno tenía su estilo: Puerta, por ejemplo, era un torero de un valor y una garra que le llegaba a la gente muy pronto; "El Viti" tenía un sello único; Ordóñez, clase... pero todos sabiendo torear. Estoy convencido que la historia del toreo dentro de 50 o 60 años me va a dar la razón y va a reconocer como la época dorada a aquellos años. 

¿Y El Cordobés?

 -En su estilo, era un fenómeno y de loco no tenía nada porque si no, no hubiera funcionado como funcionó. Cortó un rabo en Sevilla y eso no lo consigue cualquiera. Tenía una técnica única y por ello solamente le servía a él y no debemos olvidar que también convenció a las grandes aficiones de las plazas importantes.

 ENTRE MANOLETE Y MEXICO, UN SOLO CAMINO 

En diciembre de 1962, Camino llegó a México para confirmar su alternativa el 16 de diciembre, cuando contaba entonces con 22 años recién cumplidos. La expectación que había generado no obtuvo igual recompensa, pues a pesar de haber cortado una oreja y resultar herido en la axila, no entró de lleno en el ánimo del público. Sin embargo, conforme se fueron dando los triunfos, en los meses siguientes, Camino se apoderó del ánimo de la afición hasta convertirse en un auténtico ídolo, como lo había sido Manolete quince años antes. 

-¿Cuál es el recuerdo más vivo que tiene de su primera etapa en México?

 -La tarde de Guadalajara, cuando toreamos los ocho toros de San Mateo. Ahí fue donde me "encontré" con el público, porque al principio me costó mucho trabajo. 

-Aquel triunfo en la plaza "El Progreso" de Guadalajara fue el comienzo de una decena gloriosa, comprendida entre el 21 y el 31 de marzo de 1963, pues en las tres corridas que toreó en esos días, consiguió enamorar definitivamente al público mexicano... 

-Primero fue la tarde de El Progreso, en Guadalajara; después, la corrida por la Oreja de Oro en El Toreo de Cuatro Caminos, un miércoles por la noche, donde le hice una buena faena al toro "Catrín" de Pastejé. Y al siguiente domingo fue la tarde de los berrendos de Santo Domingo.

 -¿Cuál fue su visión de los toreros mexicanos? 

-Había muy buenos toreros: El Calesero, Luis Procuna, Juan Silveti, Manuel Capetillo, que atravesaba por un gran momento, Jesús Córdoba, Rafael Rodríguez, Alfredo Leal...

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