sábado, 13 de febrero de 2021

MANOLETE Y LA PLAZA MÉXICO. 75 AÑOS DE SU IGNAUGURACIÓN / por José María Sánchez Martínez-Rivero./ Publicado en DEL TORO AL INFINITO Por Juan Lamarca L.

 

De extraordinaria importancia para el toreo fue la inauguración, el día 5 de febrero de 1946, de la nueva plaza de toros que sustituía a la de El Toreo. Esta nueva plaza llamada la Monumental, la mayor del mundo y conocida como el Coso de Insurgentes, tiene un aforo de 45000 localidades con asiento. Vista desde el aire tiene forma de embudo.

MANOLETE Y LA PLAZA MÉXICO. 75 AÑOS
 DE SU IGNAUGURACIÓN

José María Sánchez Martínez-Rivero
Collado Villalba (Madrid) febrero de 2021
De extraordinaria importancia para el toreo fue la inauguración, el día 5 de febrero de 1946, de la nueva plaza de toros que sustituía a la de El Toreo. Esta nueva plaza llamada la Monumental, la mayor del mundo y conocida como el Coso de Insurgentes, tiene un aforo de 45000 localidades con asiento. Vista desde el aire tiene forma de embudo.

El ruedo mide 43 metros de diámetro y posee un callejón muy cómodo de dos metros de ancho.

Está situada en la colonia Nochebuena de la Capital en la región centro-sur de la ciudad, inmersa en la Ciudad de los Deportes.

La bendijo el Arzobispo de México, Dr. don Luís María Martínez que fue quien dio la primera vuelta al ruedo. A este respecto se cuenta la anécdota siguiente: el Arzobispo dirigiéndose a Manolete le dijo:

Por esta vez le he ganado la partida. Habrá observado que he dado yo la vuelta al ruedo en esta plaza antes que usted.

Y tenía razón la dio; pero en coche.

Está considerada, junto con la madrileña Plaza de las Ventas y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, como una de las tres plazas de toros más importante del mundo.


El cartel inaugural estuvo compuesto por los matadores, Luis Castro el Soldado; Manuel Rodríguez, Manolete y Luís Procuna, el Berrendito de San Juan. Toros de San Mateo. El ambiente era excepcional para ver al Monstruo de Córdoba que consiguió agotar todas las localidades. Lleno impresionante.


El primer ejemplar que salió al ruedo, se llamaba Jardinero, número 33, cárdeno oscuro y caribello, de la ganadería de San Mateo de don Antonio Llaguno. Abrió la puerta de toriles José Medina.

Las corridas de toros en la Monumental de México dan comienzo a la hora señalada. Esta corrida estaba programada para las cuatro en punto de la tarde. En aquella ocasión y, dado lo importante del acontecimiento, dio comienzo con veinte minutos de retraso porque los aficionados, que la abarrotaban, no encontraban su localidad o les era difícil llegar a ella.

El paseíllo fue encabezado por el famoso alguacilillo Rosalío Ramírez Chalío y tres más y el ruedo presentaba un espléndido aspecto al estar engalanado con diversos motivos florales.

Los matadores fueron recibidos con una atronadora ovación. Para corresponder a ella los toreros salieron al tercio rogándole, sus compañeros, a Manolete que se adelantara porque él era el centro del espectáculo.

Siguiendo con la estadística es preciso señalar que el primer capotazo lo dio el Chato Guzmán. El picador José Noriega el Cubano, dio el primer puyazo, quien sufrió, también, el primer tumbo. Chato Guzmán tuvo el honor de poner el primer par de banderillas de la historia de esa plaza.

El Soldado, primer espada, lidió los toros Jardinero, número 33, cárdeno y Gallito, número 14, negro.

Manolete estoqueó a Fresnillo, número 3, negro y  a Monterillo, número 13, negro. El toro titular –segundo de su lote- que le correspondía a Manolete, de nombre Peregrino, número 6, negro, fue  devuelto a los corrales tras ser protestado porque era un animal feo, levantado de cuerna y manso.

Luís Procuna despachó a Gavioto, número 55, negro y a Limonero, número 82, de capa también negra. Tuvo un lote aceptable que no aprovechó en su totalidad. En su primero, estuvo genial e inspirado y al matar de una estocada entera se le concedió una oreja.

Manuel Rodríguez, Manolete tuvo la satisfacción, en su vida profesional, de haber inaugurado esta magnífica plaza junto con sus otros dos compañeros. Manolete sentía un gran cariño por México.

El diestro de Córdoba, que vestía de tabaco y oro, uno de sus colores preferidos, recibió a su primer toro por verónicas con la planta quieta y lanceando muy templado. La faena de muleta puede calificarse de heroica. No era un toro claro. Era probón. Manolete tuvo que arrimarse mucho para provocar la embestida. Consiguió dominar a su enemigo y entusiasmar al público por el valor derrochado. De pinchazo y estocada despachó al de San Mateo. El público pidió con fuerza la oreja que le fue concedida. Esta fue la primera oreja que se concedió en la nueva plaza. El Monstruo dio una vuelta al ruedo apoteósica.

Salió el sobrero, y Manolete realizó una de las faenas más emocionante y magistral de las que se le recuerdan por esas tierras. Entregado ya el público solo quedaba rematar la faena con una estocada. No fue así y el cordobés pinchó en cuatro ocasiones hasta rematar al toro. Se pidió la oreja por gran parte del público; pero no se concedió.

Inenarrable e inolvidable, tituló la prensa. El periódico Dígame publicaba:

Era uno de esos toros a los que se les torea con la muleta a base de telonazos por la cara y con gran lujo de precauciones. Manolete necesitaba ese toro en Méjico. Había de deshacer la leyenda de que solo sabía torear toros pequeños y fáciles. Ninguna de esas condiciones reunía el que tenía delante. Cinco estatuarios ayudados por alto, sin enmendarse, fueron la iniciación de la faena, y otras tantas ovaciones sonaron. Después se pasó la muleta a la mano izquierda y ligó una serie de naturales inconcebibles de ejecutar con aquél toro. Pero hubo más: con la franela en la derecha enardeció al público con sus derechazos, redondos, manoletinas, etcétera, hasta emborracharse toreando y emborrachar al público que lo presenciaba. Cuadró el toro y el cordobés no agarró la estocada presentida porque el bicho se encogió al sentirse herido y tuvo que repetir la suerte. Esta desgracia le impidió cortar la segunda oreja de la tarde. Pero la afición, en pie, aplaudía estruendosamente al matador, mientras que durante el arrastre silbó al toro. Con la faena realizada a este toro, grande, cornalón, difícil y bronco, Manuel Rodríguez (Manolete) ha acabado con la fama de que solo era grande con toros pequeños. 

Dio dos vueltas al ruedo entre aclamaciones.

Luís Castro, el Soldado, tuvo una actuación discreta y el público dividió sus opiniones.

Manuel Rodríguez, Manolete, era en México una figura del toreo admirada y querida. Actuó en 38 tardes. Aún hoy se le recuerda con cariño.

Don Neto, maestro del periodismo taurino mexicano decía de Manolete:

Torero de sentimiento porque el torero fuera de la plaza era muy sentimental Manolete. Torero de pundonor. Un torero que en su rostro reflejaba, precisamente, el sentimiento, el sufrimiento del torero. Y ese sufrimiento y esa ansiedad la demostraba en su toreo. Ése era Manuel Rodríguez, Manolete. Fuera un gran hombre, muy sentimental, dentro del ruedo, un gran torero, un torero muy sentimental. Ése era Manuel Rodríguez, Manolete.

   Las figuras mexicanas del torero que alternaron con él opinaron así del diestro de Córdoba:

Tenía una muñeca sorprendente para manejar los toros. 

Era extraordinario; todo un maestro dentro y fuera de la plaza.

Inolvidable para cuantos tuvimos la fortuna de tratarle.

Era un maestro fuera de serie, excepcional, formidable.

 Por otra parte el diestro de Córdoba era un enamorado de México y de su afición. Así se expresó en una entrevista concedida en su tierra natal, Córdoba:

A los mejicanos no los conocemos aquí: son muy buena gente, muy sentimentales, muy apasionados y muy entendidos en toros; por eso da gusto torear en México...

Tuvo amistad con muchas de las figuras del toreo mexicano, Armillita, Silverio Pérez, Jesús Solórzano y Liceaga entre otros.

Pero la máxima rivalidad y gran amistad la tuvo con la figura del toreo mexicano Carlos Arruza con el que alternó en 60 tardes. En 1948 y para el libro Manolete, de Francisco Narbona, Ediciones Espejo, se expresó así Arruza hablando del cordobés:

Desde 1944, cuando en Lisboa le vi por primera vez, comprendí que Manolete era, sin duda alguna, uno de los mejores toreros de España. Yo había visto torear a varios en Portugal, pero Manolete me impresionó intensamente. Recuerdo que solo cambiamos unas frases –apenas un saludo- antes de hacer el paseíllo. Aunque se hablaba del próximo arreglo del pleito taurino entre España y México, yo no tenía todavía grandes esperanzas... Sin embargo, al ver a Manolete, creció en mí el deseo de poder alternar con él en los ruedos de España. Pocas semanas después comenzaba yo mi primera campaña española. Recuerdo que alterné con el cordobés, por primera vez, en Cieza (26 de agosto de 1944 N.A)

Cuando terminó, en octubre la temporada, mi nombre se manejaba como rival de Manolete. Confieso que al comenzar el año siguiente andaba yo muy preocupado. Manolete era el primer torero de España y el intentar acercarse a él era, a mi juicio, una temeridad. A los públicos, en cambio, les parecía magnífico hallar un nombre que pudiera molestar a Manolete cuando no le salieran bien las cosas. Esto me dolía mucho...

En la feria sevillana de abril de 1945 fue donde nuestra rivalidad alcanzó, a mi juicio, su más alta cumbre. No estaba yo aún en la intimidad del torero, pero pude comprobar que si en el ruedo era un enemigo terrible, nunca dejaba de ser cordial –sinceramente cordial- con sus compañeros. Fue naciendo entonces, en mi, una admiración, que si en el terreno profesional jamás dediqué a nadie, halló en un afecto entrañable su expresión más natural y afectiva. En Valencia, poco después de la feria sevillana, coincidimos en una típica paella. Allí sellamos nuestro pacto de amistad, que no rompió ni su muerte, porque para mí el recuerdo de Manolete no se extinguirá nunca...

Si como torero, Manolete alcanzó la más alta estimación de los tiempos modernos –por su arte excepcional y su estilo sobrio y auténtico-, yo creo que su condición de caballero y amigo de verdad sobrepasaba en él su calidad profesional con ser tan singular...

No quisiera desaprovechar a ocasión para señalar cuanto cariño mostró a México el infortunado torero en cuantas oportunidades tuvo...

Manolete, siguiendo el ejemplo de todos los grandes maestros españoles, estuvo siempre de nuestro lado, con una cordialidad que no le agradeceremos bastante...

El Monstruo de Córdoba estimaba que para un torero español triunfar en México era de vital importancia para su fama...

Yo estaba en Francia cuando un toro mató a Manolete en Linares... Creo que pocas veces había sentido yo un pesar tan profundo. Lloré. No me avergüenza decirlo, porque Manolete merecía las lágrimas...

Cuando días después estuve en Córdoba se avivó el dolor... Yo dejé sobre su tumba las mejores flores que encontré y las más fervorosas oraciones que han salido de mis labios. ¡Que la Virgen de Guadalupe – a la que Manolete profesó también gran devoción- le haya guiado hasta el Señor!

Él fue la máxima figura de nuestro tiempo. Fue el mejor torero de España. Y sobre eso, un amigo cabal y entrañable. Un caballero sin tacha ni doblez. Lo que se dice todo un hombre.  

Grandiosas palabras del torero azteca.

El 5 de febrero de 1945 se vivió la fiesta de la tauromaquia mexicana con la apertura de la Plaza de Toros México. 

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