domingo, 31 de enero de 2021

ADOLFO GUZMÁN EL TRIUNFADOR DE MARACAY por Víctor José López EL VITO

Adolfo Guzmán en foto de César Obertein en la Maestranza
 

En marzo del 74 llegó procedente de Bogotá un novillero mexicano que haría época en Venezuela. En especial en Maracay, donde se radicó Adolfo Guzmán, que se presentó en la Maestranza del Calicanto junto a Fermín Figueras “El Boris” y Rodríguez Vázquez con novillos de Santiago Dávila.

Adolfo vino de México sin haberse destacado entre los toreros aztecas, aunque traía escuela y ganas de triunfo, agregandole a sus virtudes una contagiante simpatía que lo convirtieron desde el primer día el ídolo de Aragua.

No ha habido otro novillero en Maracay que haya destacado tanto, dentro y fuera del ruedo, como lo hizo este mexicano. Adolfo Guzmán toreó aquella temporada de 1974 nada más ni nada menos que 23 novilladas. Un record, no hay duda; más aún si acentuamos que la mayoría de los festejos fueron en Maracay. Algo que no han logrado ni aquellos que fueron ídolos nativos, toreros de la tierra, figuras de la plaza de Maracay.


Alternativa de Adolfo Guzmán, toros de Balcones del Río con Joselito López, padrino, y Adolfo Rojas testigo de la ceremonia en la Maestranza de Maracay

Además de sus éxitos profesionales, Adolfo Guzmán se convirtió en un personaje de la Ciudad Jardín donde invirtió dinero de sus triunfos. Fundó un bar-restaurante, hizo negocios exitosos y se convirtió en ídolo de las mujeres.

Adolfo, con la inteligencia que le caracteriza, supo quitarse a tiempo de la actividad como torero aunque se mantiene ligado a la fiesta como apoderado y organizador de festejos. Apoderó en su momento de mayor éxito a Valente Arellano. Lo mismo hizo con Jorge de Jesús Glison, antes del trágico accidente con el novillo de Tepeyahualco en Tlaxcala. Fue apoderado de Federico Pizarro, también un torero muy de México.

Un día, en Aguascalientes, cuando presenciabamos una corrida de la Feria de San Marcos, me encontré con Adolfo. Apenas cruzamos unas palabras y me dijo que pensaba organizar una novillada en San Juan del Río, Querétaro. Para la fecha se encontraba en Chichimeco, Aguascalientes, en el rancho del matador Miguel Espinosa “Armillita” el novillero venezolano Manolo Rodríguez que vivía, comía, dormía y toreaba gracias a la generosidad de la familia Armillita.

Le pedí a Adolfo Guzmán un puesto para Manolo; y Guzmán sólo me respondió: “No te prometo nada. Si hay algo le aviso a Manolo.”


En funciones de apoderado con Federico Pizarro

Fue el día de San Juan, la primera novillada que toreó en México Manolo Rodríguez, en San Juan del Rio, Estado de Querétaro, y todo gracias a Adolfo Guzmán, un hombre agradecido como pocos y un caso para la historia del toreo de Aragua. Ídolo sin par de la afición maracayera.

Para nombrar a Guzmán es imprescindible hacer referencia a Omar Sánchez, quien le representó y apoderó desde sus primeros pasos en arenas venezolanas. Omar ha sido un infatigable caminante en el sendero de los espectáculos. Organizó corridas de toros, espectáculos musicales, ferias, representó boxeadores, cantantes y toreros con un criterio amplio y certero. Pero han sido las mujeres en la vida de Omar las que le han quitado el oro. Es que de todas se enamora y a todas les entrega todo. Ha sido un tipo muy simpático, derecho y correcto, al que hay que estudiar a fondo para comprender. Aunque lo que está a la vista no necesita anteojos y, como dice la copla aquella sobre las mujeres y la perdición de los hombres.


El cartel de la alternativa del ídolo

El “guzmancismo” llegó a tales extremos en Maracay, que una tarde hubo una trifulca en El Cubanito, entre Omar Sánchez y Vitico Sandoval. Sánchez acusó públicamente a Vitico, Antonio Arteaga Arteaguita y a otros novilleros que no habían tenido suerte en la plaza de haberle agredido. Sin embargo, al día siguiente Sandoval desmintió la cayapa y confirmó su lance personal con Omar.


Hasta ese día y momento llegó el cruce de acusaciones; pero todo tenía que ver con las novilladas que cada domingo toreaba Guzmán, mientras que los toreros de Aragua se quedaban sentados en las gradas, porque no habían triunfado en las oportunidades que les daba la empresa que administraba Omar Sánchez, en sociedad con Ramiro Machado, un hombre del boxeo con varias incursiones en los ensogados del toreo, radicado en Maracay.


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