Los nombres de los personajes más repetidos en las seis horas de magnífica charla con el doctor Joaquín López del Ramo han sido Joselito y don Carlos Fernández de Valdemoro, el maestro Pepe Alameda.
El primero como bandera en el mástil en el velero que navegaba hacia el toreo moderno. Genio indiscutible por su aporte técnico y artístico, en el camino de la fiesta que le llevaba a lo que hoy expresan revolucionados como Alejandro Talavante y José Tomás.
El otro, Alameda, por la claridad de su tesis crítica. Su idea, aunque es un cronista pragmático, la idea de Pepe Alameda se teje por medio del Hilo del Toreo. Ovillo que tiene partida de nacimiento para la formación de los aficionados en sus textos literarios y crónicas en diarios y revistas. Aunque su aula como maestro fue la radio XEW, una respuesta a un reto de uno de los lideres de la diáspora republicana en México, Eugenio Aparicio que le dijo: “Estás muy ufano porque elogian tus crónicas, pero como cronista no tienes categoría. No se tiene categoría mientras no se tenga una tribuna importante” . Este comentario lo llevó a replantearse su situación laboral y comenzó a poner los medios necesarios para conseguir una “tribuna importante”.
El 4 de noviembre de 1945 debuta en laXEW y ese día lanza al aire su famoso: “El toreo no es graciosa huida, el toreo es apasionada entrega”.
La radio, las conferencias, la televisión proyectó a don José Alameda a la cúspide de la crítica taurina, y también de la literatura de los toros como nunca antes la tauromaquia había vivido. Hablamos de textos fundamentales, como, entre ellos y por ejemplo, El Toreo Arte Católico y Los Arquitectos del Toreo Moderno.
De este título es el tema que quiero conversar, con mis pacientes lectores.
Hoy martes 13 de diciembre leí en nuestro chat Ventaurino varias definiciones de un tema casi tan añejo como pueden ser los análisis del toreo de Joselito, o de Juan Belmonte, al paso de los años.
En el mencionado libro Los Arquitectos del Toreo Modero (B.Costa.Amic, Editor México D.F. 1961) el sumario del capìtulo 8 anuncia que se trata de: “Cargar la suerte”. – Confusión con abrir el compás.- “cargar la suerte”, como inducción…
Late en los párrafos citados de Gregorio Corrochano, la acusación, aún más explícita en otros, que “Manolete” no cargaba la suerte. Llega a decir literalmente: “… el toreo de perfily el pase consecuente, rígido, sin flexibilidad, sin cargar la suerte”. (Qué es torear? Pág. 206)
Lo sentimos mucho, pero es también un error. Lo que “Manolete” suprimía no era eso, sino otro momento anterior. Ya hemos visto que era el de tender la suerte, no el de cargarla. Y lo suprimía en función del cite corto, de su técnica de obligar. El otro momento posterior, el de cargar la suerte, ni lo suprimía, ni ello era posible, pues sin cargar la suerte no se puede torear.
No cargar la suerte es tanto como no hacer la suerte. En cuando un torero realiza una suerte, en su cetro la carga, en mayor o menor medida. Eso de que hay toreo en que no se carga la suerte es una idea absurda, porque no designa realidad alguna. Es como si alguien se refiriera a un libro sin hojas, a un ser humano si sistema circulatorio, a un triángulo sin ángulos.
… sospecho, agrega don José Alameda, que:
…la causa principal de los errores en torno a este concepto ha sido precisamente la “sabrosura”castellana del giro empleado. Creo que si cambiáramos la frase “cargar la suerte” por la de “gravitación de la suerte”, empezaríamos a entendernos. El lenguaje perdería gracia, por supuesto, pero evitaríamos confusiones. Cargar la suerte es llevarla a su centro de gravitación. Y nada más. No quiere decir otra cosa. El concepto ni tiene, por si mismo, un contenido material, algo como, por ejemplo, cargar el cuerpo sobre la pierna de la salida y cosas por el estilo ( aunque este sea uno de los contenidos posibles, para determinadas suertes y formas de practicarlas)
El derrumbe ha sido completo. Aquella palabra linajuda rueda desde la cátedra hasta el cerrado; de la academia, a la tasca. Y se cuaja, en su final, de gracia plebeya. LO que por otra parte, no es tan raro, pues más de una vez se ha visto a una duquesa amancebarse con u chulo y sorberle sus modales. En las mejores familias, cualquiera da un traspiés y ¡a rodar se ha dicho! Páginas 73 a 72 de Los Arquitectos del Toreo Moderno. José Alameda.
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