Tomado del libro
REPORTERO TAURINO
Homenaje a la distancia
al aficionado
JULIO STUYCK
Manolo Escudero visitó, en actitud de profunda satisfacción y de triunfo profesional, la tertulia de “Los Amigos del Toro”.
En casa de Juanito Campuzano conversamos con el torero de Embajadores, quien no cabía de gozo por sus dos grandes triunfos en Caracas. Éxitos en dos festivales que han tenido inusitada trascendencia en la ciudad, al extremo de avivarse la fiesta, cruzando la noticia los límites de lo taurino e invadiendo territorios que se habían mantenido indiferentes a los toros.
Manolo Escudero, del barrio de Lavapiés, Calle Embajadores, donde el mismísimo Vicente Pastor tuvo la ocurrencia de ponerle ascensor a su piso era un torero irrepetible. Personaje del Viejo Madrid de Manolo Lozano y de la calle de Alcalá, el pueblo de la plaza del Cascorro, la ciudad con cicatriz abierta con la herida por una faca sobre la que se extiende La Ribera de Curtidores, con su gente llena de gracia en el hablar. Con su Rastro, lleno de objetos que tejen entre unos y otros recuerdos y sueños y esperanzas e ilusiones perdidas.
Fue Escudero un torero de la época de Manolete, un hombre que recuerda la crueldad de la Guerra, como un bisturí que le cortó en dos su vida sin huella aparente, pero que dejó una profunda cicatriz cercenándole su alma de torero.
La herida del torero fue distinta a la del hombre. Esta se abrió con el pitón de un toro que le perforó el pulmón en San Sebastián, al hacerle un quite al Esteta Potosino, Gregorio García. Cura eterna, olorosa a sulfas, yodo y cloroformo. El terrible hule de las enfermerías de antes de la Guerra, que partió en dos la Fiesta Nacional. Lo hizo al diezmar la cabaña brava, al ubicar caprichosamente a los españoles en zonas antagónicas y en conflicto, lo hizo al crear un paralelo fatídico con el “antes y después de Manolete”. Escudero fue un torero de antes y después de Manolete, exaltado por la pluma de don Mariano de la Cavia, que lo refirió con este epigrama:
Y escribió con la roja percalina
todo un curso de estética taurina
Así habló Manolo Escudero, aquella tarde en Cuchilleros:
– Un mono puede que sea gracioso, pero no tiene arte porque le falta elegancia. Hay muchos toreros que dominan la técnica a la perfección, incluso se puede decir que “tienen gracia”, pero no son artistas.
Sentencioso, con las manos extendidas sobre el mantel que cubre la mesa, un esbozo de sonrisa que intenta equilibrar los ojos azules, diminutos y escrutadores, ocultos y de travieso movimiento entre unos párpados que pretenden esconderlos, Manolo Escudero inicia su charla en la tertulia de Los Cuchilleros.
-Está el caso de Pepe Luis Vázquez. Admirado y respetado torero sevillano. Pepe Luis conoce la técnica como pocos toreros, tiene mucha gracia y nada de arte.
-En cambio, Curro Romero, Rafael de Paula y Antonio Ordóñez tienen arte a caudales
¡Y gracia!
-Aquello de “Cagancho” de que de Despeñaperros para arriba se trabaja, fue una majadería del gitano.
Manolete es uno de los prototipos de la mayoría de los toreros, y más para Escudero, porque fue Manolo hombre de la época del cordobés.
Además, ahijado de Manolete en la alternativa.
-Le vi por primera vez cuando confirmó la alternativa en 1939. Luego tuve oportunidad de hablar con Manolete la tarde que me dio la alternativa en Murcia.
-Si de Juan Belmonte el toreo heredó el temple y el mando, de Manolete fue el sitio, la colocación, hilvanar los pases, ligar la faena. Más tarde Manuel Benítez “El Cordobés” rompería los moldes del sitio que pedían los toros, para imponer su sitio… Son Belmonte, Manolete y “El Cordobés” los tres grandes revolucionarios del toreo.
Escudero recuerda momentos importantes en su vida, pero también aciagos:
– Si pudiera borrar de mi mente dos toros, serían dos que me tocaron en Madrid una tarde de 1945. Fueron dos alimañas del Marqués de Albayda, tan peligrosas, duras y difíciles, que “Armillita”, después de la corrida, me dijo en el hotel:
-“Manolo, son los más complicados que he visto en mi vida de torero”.
-¡Y hay que ver con la facilidad que veía ” Armillita” los toros!
Mientras que del que mejores recuerdos tiene fue un toro de Cobaleda que lidió en Madrid.
– Venía de México con la moral por los suelos. En la Plaza Monumental me echaron un toro a los corrales. El primero que se iba vivo en la historia de esa plaza. Como comprenderás, destrozado espiritualmente. En Madrid lidié soberbiamente un toro de Cobaleda, con él realicé la faena de mi vida. Algunos aficionados contaron hasta treinta y tres naturales. Fue una faena completísima en la que brillé como muletero. Me quitaba el “san benito” de que sólo podía torear bien con el capote y realizaba una gran faena con la muleta.
Manolo Escudero fue un hombre extrovertido, de gran clase y un temperamento difícil. No aguantaba a los pesados e hizo culto sincero a la amistad. Gozó hablando de toros, con buenos taurinos. Con los advenedizos era indiferente y a veces un poquito grosero.
-Es que ya llevo muchos años aguantando a los pastosos, decía.
Muchas veces fui con Escudero al campo, en especial a Los Aránguez” con el doctor Alberto Ramírez Avendaño. Debo decir que han sido los mejores tentaderos que he hecho en mi vida de aficionado, pues Escudero tenía el don de la fácil explicación y se preocupaba, cuando se sentía a gusto y entre amigos, de dar sus explicaciones y sus teorías mezclándolas con la práctica ante las becerras.
No le gustaba recordar la tarde del año 44 en San Sebastián cuando un toro le partió en dos el pulmón al hacerle un quite al potosino Gregorio García. Aquella tarde también toreó con Manuel Alvarez El Andaluz. La gravísima cornada lo alejó de los ruedos hasta que reapareció en Barcelona, junto a otro mexicano, Silverio Pérez. Cómo estaría Escudero en su reaparición, que cortó cuatro orejas.
Esos viajes que hicimos juntos eran rematados en las veladas con gratas conversaciones, porque Manolo Escudero fue un gran conversador y debido a que ha sido un judío errante como viajero, matizó todo con una hilada conversación salpicada sabrosamente con gratas anécdotas por él vividas. Fueron muchos los caminos que recorrí junto a Manolo, caminos en Venezuela y en España, en el recuerdo y en la historia. Guardo de este maestro un agradable recuerdo, porque a pesar de la diferencia de edades fue Escudero un hombre joven, física y mentalmente, abierto a la comprensión aunque aparentemente intransigente. Su modernidad no está reñida con lo tradicional y, como hijo de Madrid, la Villa del Oso y del Madroño debe sentirse orgullosa de él, sé que un madrileño como Julio Stuick entiende lo que es refrescarse con un botijo con agua de la Fuente del Berro.
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