Homenaje a
LUIS PÉREZ ORAMAS
que entiende lo de pueblo,
de la pelota y los toros.
Feo, como un dolor de estómago. Elástico, como un caramelo de papelón, tan largo de brazos como un gorila. Liquiliqui de drill. Una cachucha a cuadros, sucia, de forma y color inverosímiles.
Debajo, unos ojos de parapara, una nariz de estudiante de astronomía y, de impedimenta a la respiración. Un hocico que, si no que si no igualaba al del oso hormiguero, podía fácilmente competir con el de la danta más aún si se ponía en la comisura el clásico tizón hediondo de una panetela de las de a dos por puya, que basculaba de lado a lado.
Eso era el Trompa. (**)
Armazón de alambre y gutapercha, algo así como los fuegos artificiales que en los días festivos se quemaban en las plazas públicas y de cuyo esqueleto, después de detonar en colores y estampidos, surgía la imagen de un héroe."
Así lo retrata Francisco Betancourt Navarrete, un buen aficionado, ciudadano muy culto y valenciano a carta cabal que firmó crónicas y reseñas con el seudónimo Pepe-Hule. Betancourt Navarrete fue cronista de El Universal.
El “Conde Federico”, Eliseo Delgado a la sazón el periodista con más crédito entre los taurinos en Venezuela, se refirió a él como de “distinguido y chispeante escritor taurómaco. Su amena sección semanal “Sándwiches Taurinos” le conquistaron merecidamente popularidad y simpatía".
Más tarde, en el recordado diario de la tarde “El Radio”, impuso entre sus lectores aficionados su original seudónimo, ofreciendo frecuentes reseñas y crónicas bajo el título “Coletudos y Cornudos”, escritos en los que campeaba con gracia su estilo enjundioso y satírico.
Pepe-Hule dejó escrito el libro “Toros y Toreros”, (*) base fundamental para el relato de la historia contemporánea de los toros en Venezuela, ya que aparte del referido retrato de El Trompa, primer ídolo de multitudes de la ciudad de Caracas, mucho antes que surgieran idolatrías por Eleazar Sananes “Rubito” en los toros. Antes, por supuesto, que “El Chino” Canónico metiera por un camino a Sandalio Consuegra, el imbatible lanzador de Potrerillo que fue batido por la novena criolla en Campeonato Mundial de Beisbol. La hazaña fue en el Estadio de Cerro, en La habana en 1941.
Mayor idolatría de la que más tarde cobijaría a Alfonso Carrasquel, “El Chico” convertido en el primer latinoamericano en participar en un Juego de las Estrellas – All Star Game- en la pelota de las grandes ligas; o Alfredo Sadel, el tenor favorito de América, que escribió y cantó los pasodobles que en su voz y por su pasión se convirtieron en himnos taurinos de Venezuela..
Se refiere Pepe-Hule a una sabrosa anécdota que, en lo personal no se si será más bien una leyenda. El Trompa creía en sí, él estaba convencido que era un genio lo mismo que muchos toreros se creen ser figuras del toreo. Era, decía la guasa caraqueña, un Juan Belmonte al revés con el forro de la chaquetilla de Joselito el Gallo.
Cuenta el relato que cuando Juan Belmonte estuvo admirable en su primera corrida en Caracas, “el público se comportó agresivo, le tiraron granjerías, alpargatas, cochinadas, y dos Juan esperando que la policía despejara el paso, hallábase con su enorme quijada sobre el puño, recostado en una barrera. Llegó El Trompa por detrás y golpeándole sobre la hombrera de oro, le dijo al pasmo de Triana: - No se aflija maestro que todos tenemos tardes malas… El epigrama que Francisco Betancourt Pepe Hule dedica a Joaquín Briceño El Trompa, que don Carlos Salas califica en su libro como “… el torero de las masas populares; insustituible en las temporadas económicas de Caracas” porque era para lo empresarios la salvación. Su solo anuncio suponía un éxito de taquilla porque arrastraba gente que veía en él a un héroe social, un miembro de la orilla social rebelado y que provocó risas y admiración con sus proezas taurinas: - ¡Pobre Trompa!, tú que fuiste el Quijote transmigrado en Pepe- Hillo, tú que fuiste la encarnación de lo que sueña ser y no llega, tú que en sacrificio rudo de tu cuerpo alentaba la esperanza de un triunfo que no cuajó, sobre tu árida tumba cubierta de ñaragatos recibe un puñado de rosas frescas, cortadas en las vertientes de Galipán.
(*) Toros y toreros en Venezuela. Pepe Hule, / Francisco Betancourt Navarrete. Gráfica Americana. Caracas junio de 1972.
(**) Tinta de Arturo Michelena, Caracas.
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