La familia Branger es de origen francés, y cuando llegó a Venezuela a mediados del siglo pasado los Branger se ubicaron en Valencia y en el estado Táchira.Trajeron en el equipaje un estilo progresista, que de inmediato les involucró con afán y decisión en el sendero del desarrollo industrial de una Venezuela que no terminaba de salir de los conflictos civiles y militares que había heredo de las guerras por la Independencia y la Federación.
El grupo valenciano de los Branger se caracterizó por su afición a la fiesta de los toros. Afición de gran actividad, participando en la construcción de la antigua plaza de toros Arenas de Valencia y en la selección de reses criollas para los espectáculos taurinos , que se celebraban en las poblaciones de:
Cojedes, Aragua, Carabobo y hasta en Caracas. Eran reses denominadas por los aficionados como “los toros brangeleros”, soporte de aquellas temporadas y rivales en competencia de los toros del General Salvador Barreto Fedrnández, barreteros, general Obdulio Batalla, Gonzalez Gorrondona, Raimundo Fonseca, Julio César Ohep, Pablo Mazaferro, Hermanos Márquez, Gorrín, Julio César Ohep y, por supuesto, los hijos del general Juan Vicente Gómez con toros de José Vicente Gómez, Juan Vicente Ladera, Gonzalo Gómez, Juan Vicente y Florencio Gómez Núñez y don Ramón Martínez Rui que tenía en Camburito un botalón donde Juan Belmonte y Curro Ortega llegaron a tentar vacas y toros que más tarde sería lidiados en las plazas de Caracas y de Valencia.
Todos toros criollos, muchos de ellos bravos, que fueron los toros con los que se sembró la Fiesta en Venezuela, y gracias a ellos se forjaron los primeros toreros nacionales, los buenos aficionados de entonces y aparecieron con aciertos y fracasos los empresarios taurinos. Un grupo de periodistas taurinos creció con la tauromaquia criolla, la tauromaquia del toro criollo.
Esa afición creció en el tiempo, superando el subdesarrollo taurino que nos caracterizaba, llegando a los niveles que hombres como el gratamente recordado don Juan Ernesto Branger, venezolano con dos cojones que decidido a ponerle pantalones largos a la fiesta en Venezuela y tomó el camino de fundar una divisa ganadera.
Lo primero que hizo don Juan Ernesto fue comprarle al pintor naturista Walter Arp, la finca de “Tarapío”. Propiedad ubicada cerca de Tinaquillo, en la vecindad de Pira Pira un caserío del estado Carabobo.
Tarapío, la finca y sus parajes habían sido dedicados a la observación del comportamiento de las aves por parte del pintor Walter Arp López. Muy visitada por grupos de cazadores que aprovechan el monte, casi virgen, para “tirar lances”, y echarle los perros a lapas y venados. Perdices de sabana, palomas, becadas, becacinas, y paujíes en sus tupidas montañas
Amigos de don Juan Ernesto, por recomendaciones de amigos le recomendaron la compra de reses a la ganadería de “Mondoñedo” propiedad de don Fermín Sanz de Santamaría, un reconocido ganadero bogotano que le vendió 120 vacas y un semental de nombre “Mechudo”, más seis becerros que se destinarían a la lidia como toros más adelant en la presentación de los colores verde y oro, divisa y nombre de “Tarapío” en la Monumental de Valencia. También padrearon al principio dos toros de don Francisco García, ganadero de la Sabana de Bogotá, que lidia sus reses a nombre de “Vistahermosa”.
Mondoñedo, hierro fundado en Colombia por don Ignacio Sanz de Santamaría, el gran aficionado que le construyó a Santa Fe de Bogotá su muy famosa plaza de toros, que la afición conoce con justicia y en su homenaje al gran taurino, como la “Santamaría de Bogotá”…
En el año de 1923 envió don Ignacio a España, a dos representantes suyos, que fueron sus amigos íntimos Alberto Duarte y Augusto Rozo, con el propósito que conocieran la administración y organización de las ferias de Sevilla y Albacete. Las as corridas de Madrid, visitar las poblaciones de Valencia, Córdoba y San Sebastián y , además, comprar toros en las ganaderías del duque de Veragua, Miura y Conde de Santa Coloma.
Los señores Duarte y Rozo cumplieron su misión contratando toreros para las temporadas de Caracas y de Bogotá. Regresaron con los toros y los toreros en el vapor “Flandre”, que zarpó de Burdeos el 18 de octubre de 1923. En noviembre, llegaron los toros españoles a la Sabana de Bogotá. Ocho toros eran propiedad del empresario taurino Hermógenes Vargas Lorenzaba y los otros seis entraron como sementales en los potreros de Mondoñedo en Mosquera - Cundinamarca
Los sementales fundadores de la nueva ganadería se distinguieron en los libros de notas por los nombres de “Ligero”, “Civilero”, “Canastillo” y “Malavista” del conde de Santa Coloma, y “Cigüeño” y “Granadino” del duque de Veragua. Recordamos las cabezas disecadas de estos dos últimos en la finca La Holanda, en Mosquera Cundinamarca, cuando invitados por Fermín Sanz participamos en tentaderos propiedad de don Fermín Sanz. Estos seis toros se cruzaron con vacas criollas, reses procedentes de los llanos del Cajón del Arauca y seis vacas criollas de la Hacienda Tilatá.
Estas vacas criollas fueron probadas a punta de capote, como era usual en aquellos tiempos en Venezuela, Colombia, Ecuador y el Perú y como también se estiló en México con el ganado cunero, mucho antes de las diversas importaciones que se hicieron en el país azteca.
No se tentaban en plazas ni reprobaban con caballos, sino que se acosaban en una corraleta y con un capote se toreaban. Igual se hacía con los toros criollos que iban a las plazas. Esta fue la base para la fundación de las más importantes ganaderías colombianas, base que según el criterio genético colombiano se purificaría generación tras generación “por absorción”. Esta purificación es desechada de plano por el ganadero español y por el ganadero mexicano, dejando sobre la mesa un bonito tema de polémica que hasta la fecha no ha acabado.
Los toros de Veragua fueron apuntillados al poco tiempo por no haber dado el resultado apetecido.
Con los toros españoles llegó a Colombia el mayoral Julio de la Olla, vaquero de Santa Coloma, a quien se debe el éxito de la fundación de Mondoñedo. De la Olla tenía un carácter sumamente fuerte, lo que le granjeó gran número de enemigos entre los lugareños, por lo que debió abandonar la Sabana de Bogotá en 1931 y marcharse a España, a Puebla del Río en Sevilla de donde era natural.
La ganadería Mondoñedo enclavada en las fincas La Holanda y El Rubí. En 1928 fueron importados cuatro sementales españoles, del conde de Santa Coloma, de nombre “Cardón, “Aventurero”, “Greñudo”y “Estornino”. Este último falleció apenas llegar a la Sabana de Bogotá, por lo cual no dejó descendencia.mEstos cuatro toros fueron llevados a Colombia por el mayoral Julio de la Olla, Como les digo anteriormente, de la Olla, dado su carácter, tuvo que irse de Bogotá, sustituyéndolo en el cargo de mayoral de la ganadería de Mondoñedo su paisano y pariente, Francisco García.
Luego de marcharse de la Olla las finanzas del señor Sanz de Santamaría le obligaron a entregar gran parte de su fortuna a la Corporación Colombiana de Crédito, recibiendo ésta, la Corporación, la plaza de toros Santamaría y la ganadería de Mondoñedo que contaba para la época (1932) con más de mil cabezas de ganado. La ganadería permaneció en poder de la Corporación por casi dos años, y al frente de Mondoñedo estuvo el mayoral Francisco García. La entidad bancaria, con criterio vandálico que mereció el reproche de todos aquellos que conocían de los esfuerzos de don Ignacio Sanz de Santamaría determinó destruir Mondoñedo y envió al matadero, indiscriminadamente, grandes cantidades de reses, hembras casi en su totalidad. Muchos le compraron a la Corporación Colombiana de Crédito las vacas con las que fundaron sus ganaderías. Vacas compradas a precio de matadero… El primero en comprarle vacas a la Corporación de Crédito Colombiano fue don Benjamín Rocha Gómez, para fundar la ganadería de “El Aceituno”, en tierras del departamento de El Tolima. Rocha compró cien vacas y los toros “Taponeo”, “Llorón”, “Alemán” y “Ligero”.
Más tarde la compradora fue la señora Clara Sierra, pero no para fundar una ganadería de reses bravas, sino para evitar que, por miedo a las vacas bravas, se acercaran a su finca de Venecia los cuatreros que le azotaban sus rebaños; pero como en aquel tiempo el negocio del toro bravo era un buen negocio la señora Clara Sierra dejó de un lado lo otro, lo del engorde y la leche metiéndose de lleno en la cría del toro de lidia en su finca de Venecia. Tan de lleno que hasta hace poco su hija Isabelita Reyes de Caballero vivió y gozó de la fama del toro bravo.
Otro que se benefició con la rebatiña de la Corporación Colombiana de Crédito fue el ganadero caleño Pepe Estela, de Ambaló. Lo hizo cuando el saldo de machos de Mondoñedo pasó a poder de los señores Arturo Hernández y Eduardo Laverde por una suma ridícula. Estos señores, qué también había tomado en arrendamiento la plaza de toros Santamaría, se hicieron empresarios taurinos, y en una de las corridas que organizaron en Bogotá se lidió el toro “Botijo”, el que por su bravura fue indultado. El toro regresó a La Holanda y al poco tiempo fue comprado por Pepe Estela con otro toro de Mondoñedo, de nombre “Mochilero”. Estos dos toros y una punta de vacas criollas fueron los fundadores en el municipio de Corinto de Departamento del Valle su ganadería Ambaló.
Pasó el tiempo y Francisco García le reclamó a la Corporación Colombiana de Crédito el pago de su derecho legal de cesantía, y reclamó el centenar de vacas que quedaban de la rebatiña, los sementales españoles. Francisco García, con las vacas y los toros en su poder, se asoció con Rufina Rocha, viuda de don Ignacio Sanz de Santamaría. Esta sociedad lidió, durante cinco años, los toros a nombre de Santamaría y García hasta que, en 1941, se dividió en partes iguales: una para José Sanz de Santamaría con el nombre de “Mondoñedo” y la otra para Francisco García con el nombre de “Vistahermosa”.
Conocidos los detalles de la formación de Mondoñedo, nos encontramos que “Tarapío” hacer una importación de Portugal en el año de 1973: 30 vacas de Pinto Barreiro, 5 sementales de esta misma ganadería portuguesa y cuatro toros de “Martínez Elizondo”. Al ganado de Martínez Elizondo sería destinado más adelante a la fundación de la ganadería de los Hermanos Branger. La sangre de Pinto Barreiro que según los propietarios de “Tarapío”, tienen en gran parte las reses que se lidian con la divisa verde y oro de la ganadería carabobeña, son reses que proceden de la región ganadera de Ribatejo, marisma lusitana, de las fincas Camarao y Figueiras que se encuentran en los términos de Villa Franca de Xira y de Coruche. Una línea tan antigua que data del año 1837, cuando el ganadero manchego José María de Linares formó una ganadería con vacas de Gaspar Muñoz, de Ciudad Real, agregándoles posteriormente reses jijonas de Villarrubias de Ojos. Un cordobés vecino de Cabra, heredó la ganadería de Linares y Ceballos, cruzándola más tarde con reses de Benjumea, vendiéndola el 1896 a don Rafael Rodríguez, quien la vendió al banderillero Antonio Guerra Bejarano, hermano del histórico maestro Rafael Guerra “Guerrita” en 1898.
El hermano de “Guerrita” falleció en 1917, heredándola su viuda, doña Enriqueta Rodríguez, de la que en 1925 la adquirió el ganadero portugués José Lacerda Pinto Barreiros.
Dicen que Lacerda Pinto Barreiros sacrificó todas las hembras de lo adquirido a la viuda de Antonio Guerra, reemplazándolas por vacas de Gamero Cívico a las que les agregó sementales de Félix Suárez y del Conde de la Corte. Don Luis Gamero Cívico es uno de los muchos ganaderos que se registran en le compra de vacas y toros a don Fernando Parladé en 1914. Diez años más tarde, Luis Gamero Cívico, las ramas de Torre Abad, Manuel Gamero Cívico, Luis, José y Juana Gamero Cívico que dan frutos muy importantes en lo que se conocerá, más tarde, como ganado Parladé, mientras que los toros de Félix Suárez y el conde de la Corte tienen distintas procedencias. Lo de Félix Suárez está formado con vacas y sementales de Santa Coloma, por una parte, y vacas de Saltillo procedentes de lo del marqués de Albaserrada, por otra. Lo del conde de la Corte viene en línea directa de la marquesa viuda de Tamarón, adquiridas las reses en 1920, y lo de la señora marquesa viuda de Tamarón a su vez, de don Fernando Parladé, adquirido entre 1911 y 1912.
Más adelante, en otra importación hecha por “Tarapío” y en tentadero supervisado por el maestro Antonio Chenel “Antoñete” y por el cuñado del maestro Paco Parejo, adquirieron los señores Marcos y Maribel Branger reses de Samuel Flores, de Albacete, ganadería que procede de don Luis Gamero Cívico y Torres, que a la vez procede de la rama de Vistahermosa conocida como de Parladé.
En la actualidad la ganadería es conducida por los esposos, François Russian y María Luisa Branger, quienes tras un período de reacomodo siguen los pasos en el relevo de Marcos Esteban Branger y de su esposa Maribel Llorens de Branger, tal vez la época dorada de la ganadería carabobeña. Más tarde se encargó del hierro de Pira Pira, Vicente Branger Llorens hasta la fecha. Más tarde Tarapío reapareció en la Maestranza de Maracay con una corrida muy bien presentada en la que destacaron toros bravos y nobles de mucha categoría.
En años de sequía política, cuando el socialismo, según interpretación del chavismo, redujo la Fiesta de los Toros a su mínima expresión en Venezuela surge Tarapío como una ilusión, una esperanza o un oasis, para la muy castigada afición taurina venezolana
TOMADO DEL LIBRO “SOLERA BRAVA” de Víctor José López
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