El torero venezolano en la historia basa su expresión en la influencia de tres escuelas casuales, la Escuela de Pedro Pineda de Maracay, la autentica Cantera de Aragua que creímos inagotable en la producción de buenos toreros, o, en menor grado de categoría, pero de gran importancia lo que fue una escuela diletante, más primitiva, La Ganadera también en Maracay con la guía del Cabo Irene. En San Cristóbal estado Táchira, muy importante por su formación académica y sentido profesional la Escuela de la Plaza de Toros con
lineamientos trazados por el maestro César Faraco.
Importantes las diversas academias o seminarios como la Escuela Taurina Municipal “Humberto Álvarez”, de Mérida, de la que somos testigos por su respuesta al descubrir valores toreros que hoy nos llenan de esperanza e ilusión. Las aulas taurinas surgidas en las plazas de toros de El Relicario de Barquisimeto, la de Valle de La Pascua por Erico Finelli, hoy abandonadas, como abandonada está el Nuevo Circo de La Victoria, que respiraba en sus mejores días tradición y competencia en su plaza que sirvió de escuela para la formación de toreros y dinastías como los Freg, los Roger y Antich. Valencia, ciudad taurina de gran trascendencia, buenos toreros y exigentes aficionados en actividad permanente y … Caracas, con antecedentes de finales del siglo XIX en las Corralejas del Matadero Municipal de San Martín. La plaza de La Candelaria, con su arena teñida de sangre y humedecida con lágrimas de la muerte de un espada. Mucho antes de aquellas aulas, la Escuela para Aprendices que dirigió Santiago Ávila “Cigarrón” en 1890 y la del Circo Metropolitano a principios del siglo XX, base de la formación para Eleazar Sananes Echeverría, Rubito que, más tarde, integraría la primera y muy importante pareja de toreros rivales venezolanos con Julio Mendoza. Tanto Sananes como El Negro Julio adquirieron conocimientos y oficio en las cuadrillas bufas de Charlot, Llapisera y sus botones.
HÉCTOR ÁLVAREZ Y SY INSPITACIÓN, GITANILLO DE TRIANA |
El toreo no puede encasillarse en un coto cerrado, con reglas intransigentes, y no debe porque como arte que es el toreo que evoluciona, crece, se robustece como expresión ecléctica. Esta metamorfosis ocurre en España desde 1830, cuando el rey Fernando VII le encargó a Pedro Romero y a José Cándido la dirección de la Escuela de Sevilla. El monarca obtuvo resultados inmediatos, inmejorables en el desarrollo de la lidia y conocimiento de las reses y de las suertes que justificaron la fundación de la Escuela Taurina que sería clausurada al fallecer el monarca. Sin embargo, y a pesar de su ausencia, en la intención del Rey de España quedó sembrada la semilla en el surco de la fiesta de los toros.
En Venezuela el toreo creció en el campo, lo hizo como expresión agropecuaria siendo las mangas de los toros coleados las capeas criollas diseminadas por los valles del Tuy y de Aragua, las sabanas de Carabobo y los llanos de Apure, Guárico, Anzoátegui y Cojedes. Coleaderas por los pueblos mirandinos, celebraciones religiosas en los pueblos del piedemonte andino con el enjambre de poblaciones taurinas en los pueblos del Táchira y en la sierra de Mérida. Suelos venezolanos que produjeron muchos aspirantes a toreros, ya que en ellas se formaban toreros como Tomás Lander célebre periodista, politólogo, empresario, editor y político venezolano, uno de los grandes pensadores liberales venezolanos, figura del toreo nacional en tiempos de guerra permanente en la transición hacia la independencia y la libertad.
Durante el período de los años veinte tuvieron mucha influencia en la formación de nuestros toreros, los toreros que nos visitaban. Así ocurrió con la familia Bienvenida cuando El Papa Negro alquiló una casa en Caracas, donde vivía con su esposa y sus hijos, Manolo y Pepe. Aquí en Venezuela nació Antonio. Los muchachos jugaban al toro en el patio de su casa caraqueña, donde de una forma u otra y bajo la vigilancia de don Manuel Mejías Rapela, se improvisó una escuela en la que por medio de la tertulia se formaron aficionados, de viva voz del maestro los mozos de espada como el gran Ángel Escobar “Bola de Nieve” y con el ejemplo de Manolo y Pepe, llamados a se figuras del toreo en España, muchos aspirantes.
Más tarde en Caracas surgió la Escuela La Morena del Prado en El Valle, en el Prado de María, donde se formaron muchachos. Entre ellos Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro”, Cesar Faraco, Rafael Cavalieri, Ángel Silva, la mayoría bajo la vigilancia de Marcos Velez que participó como instructor ya que había sido novillero y, más tarde, sería apoderado y corresponsal taurino de la France Press.
También participó en la formación de los aspirantes y difusión de los fundamentos del toreo Emilio de Gregorio que destacó como novillero en largas e importantes temporadas de novilladas en el Nuevo Circo. Hubo una gran rivalidad entre los del Metropolitano y los del Nuevo Circo. Más tarde serían varias las escuelas que se instalarían en la plaza de San Agustín, Nuevo Circo, que junto a Los Caobos formaba la llave para la formación de toreros dirigidos por Chucho Hernández, el Padre Lara y Juan Diego de México.
Transitado el sendero de la formación someramente el motivo de la disertación tiene que ver con una vieja polémica entre conterulios y aficionados, ¿Cuáles toreros venezolanos podrían considerarse de toreros artistas?
Valga la definición de torero artista, no calificado en diccionarios especializados pero sí enmarcado en los atributos expresivos que consideran los aficionados. Es decir, artista es el torero que cuando torea crea belleza superando técnica y valor en su mensaje.
En una tertulia telemática, obligados por la cuaretena que el coronavirus nos somete, reunidos algunos de los miembros de Los amigos del toro, tuvimos por lo menos seis horas de exposición en dos días de tertulia en lo que se desarrolló una lista de nombres de matadores de toros venezolanos, toreros todos de alternativa desde Eleazar Sananes Rubito hasta Carlos Criollo, Pepito Colmenares y José Miguel Parra, el úlimo en doctorarse en una lista de 133 espadas.
No ha sido fácil, pero el resultado ha de ser muy polémico.
Buenos toreros, muchos.
Toreros valientes, todos.
Toreros con oficio, menos.
Toreros artistas: Encabezan la lista Carlos Martínez y Héctor Álvarez. El de Maracay con expresión rondeña, y el caraqueño de marcada influencia de la expresión de su suegro, Rafael Vega de los Reyes, de los gitanillos de Triana. Dos toreros artistas, que pudieron haber sido rivales y en su encuentro insuflarle a la afición la parcialidad que surge de la competencia. No ocurrió ese encuentro, como tampoco la reunión de Celestino Correa y Carlos Osorio Rayito. Indudablemente, dos artistas. Toreros de temple e inspiración y dominio con el capote, pero perdidos en administraciones sin fundamentos de mercado y en plenitud de falsas ilusiones. Habiendo podido llegar lejos, dentro y allende nuestras fronteras taurinas, Celestino y Rayito tuvieron vidas profesionales inspiradas en temas de Proust, perdidos en el tiempo.
Indudable su condición de torero artista la de Pepe Luis Núñez, un torero de inspiración formado en México, con intención siempre de llevar un mensaje exquisito en su forma de estar en la plaza, vivir su faena y la vida como torero. Ha sido importate su convicción de serlo, y lo fue.
Otros que se asomaron al balcón, por su condición de estetas del toreo fueron José Cariel, Leonardo de Aragua, Carlos Manuel Chitty y Cerrajillas. Tres toreros con el sentido de la expresión artística, pero sin oportunidades para explicarse ante una afición de rocanbolesca ignorancia en sus exigencias.
Todos con sello diferente al tallado en la cantera aragüeña
Don Víctor muchas gracias por la buena pluma y crónica. para mí es una satisfacción estar en tan glorioso grupo de de toreros artista y q mi nombre este en esta tertulia, todavía hay tele para cortar y recuerde q yo bebí de la fuente del maestro Celestino correa, gracias un abrazo. José Cariel.
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