Hoy en un muy exclusivo Club Taurino caraqueño, que goza del soporte de miembros esparcidos por el orbe de la fiesta, surgió una muy simpática discusión por la veracidad sustentada en el recuerdo.
Surge la confusión al sustentar o rechazar aquello que, Mario Benedetti, se refirió cuando advirtió que el olvido está lleno de memoria.
Hablar con los taurinos, en época del cononavirus, convierte en realidad lo que “el olvido es una de las formas de la memoria” … “la otra cara secreta de la moneda”, agrega Jorge Luis Borges, o la ingeniosa sentencia de Joaquín Sabina que en sus trasnochos aseguraba “más vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria”.
Por ello creemos recomendable desechar el detalle, lo perogrullo, dejar en el camino lo sabido y no convertirlo en necedad repitiendo lo escuchado.
Es recomendable, más bien, profundizar más de lo que siente uno mismo, en gozar lo que consideramos estético, lo que sentimos hermoso y no lo que nos dicen es bonito, convirtiendo nuestro sentimiento en medida y rechazar el irracional dogma.
Es, precisamente es lo que distingue a un buen aficionado.
Debo convenir, que cuando surgen estas dudas, las dudas que todos tenemos, es cuando se vive el momento óptimo del buen aficionado taurino.
Un aficionado que, sorprendentemente, crece en día de cuarentena universal, convirtiendo este entusiasta y extenso grupo en el más honesto, decidido y entendido defensor de la fiesta de los toros.
En Venezuela y en el mundo, llegó el turno para defender los toros, y es de los aficionados
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