martes, 9 de junio de 2020

89 AÑOS DE LA FAENA DE JESÚS SOLÓRZANO A “REVISTERO”

 
El cartel de la “Oreja de Plata” que ganó en El Toreo Jesús Solórzano. Alternó con Esteban García, Carmelo Pérez y “Carnicerito” / ADARBO


Fue la hazaña el 7 de junio de 1931 en la vieja plaza de Madrid, la de la Carretera de Aragón, al ejemplar de la ganadería colmenareña de Aleas

ADIEL ARMANDO BOLIO

Seguimos recordando hechos y hazañas históricas realizadas por diestros mexicanos, sobre todo en cosos de España y más cuando se verificaron en la capital del reino español, como ésta que se dio en la plaza madrileña de Fuente del Berro, de Goya o de la carretera de Aragón, donde el célebre “Rey del Temple”, don Jesús Solórzano, alternando con el anfitrión Victoriano Roger “Valencia II” y el salmantino José Amorós, cuajó una excepcional faena al toro “Revistero” de la dehesa colmenareña de Aleas, con divisa en encarnada y caña, misma que se celebra y se recuerda este domingo 7 de junio de 2020, a 89 años de realizarse.

 
JESÚS SOLÓRZANO
Por ello, hurgando en nuestros archivos, encontramos que Jesús Solórzano Dávalos nació en Morelia, Michoacán, el 10 de enero de 1908. El 28 de febrero de 1926, en El Toreo de la Condesa, estoqueó muy bien al toro “Choclo” de La Laguna, que ya había sido rejoneado por José García “El Algabeño” -hijo-. Ello lo llevó a debutar de luces, previa intensa preparación, en Acámbaro, Guanajuato, el 20 de febrero de 1927, teniendo que pasaportar cuatro novillos de San José de Porto debido a que su alternante, Carlos Sepúlveda, resultó herido.
Debutó como novillero en El Toreo de la Condesa el 26 de junio de 1927 alternando con Edmundo Maldonado “El Tato” y José “El Negro” Muñoz en la lidia de ganado de Atenco. Y en la Temporada de 1929, el 8 de septiembre, en el mismo coso, festejo en el que se disputó la “Oreja de Plata”, actuaron con ocho astados de Santín, José González “Carnicerito”, Esteban García, Carmelo Pérez y Jesús Solórzano, siendo este último quien se llevara el trofeo que, por cierto, mandó desde España el diestro andaluz Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” o “Curro Puya”, en agradecimiento a la afición mexicana.
Con este ribete llegó a la alternativa en el mismo Toreo de la Condesa, el siguiente 15 de diciembre de 1929, siendo apadrinado por el santanderino Félix Rodríguez y ante la presencia de Heriberto García, con el toro “Cubano” de Piedras Negras.
En España, donde entre 1930 y 1935 llegó a torear 18 novilladas y 114 corridas de las 336 que llegó a cumplir en total en su carrera, precisamente en ese 1930 hubo de renunciar a la alternativa para torear esas 18 novilladas, debutando en Madrid el 20 de julio y, tres corridas, entre ellas la de su nuevo doctorado, el siguiente 28 de septiembre en Sevilla a manos del madrileño Marcial Lalanda y atestiguando Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma”, con el toro “Niquelado” de Pallarés Hermanos (antes Peñalver).
Ya en 1931 volvió a la Península Ibérica para torear 23 tardes, una de ellas la de su confirmación en Madrid, el 6 de abril, cuando su padrino Nicanor Villalta le cedió el toro “Espartero” de Bernardo Escudero, con el aval de los andaluces Joaquín Rodríguez “Cagancho” y Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” o “Curro Puya”.
Vino entonces el motivo de la efeméride, el 7 de junio de 1931, novena corrida del serial en Madrid, alternando con el local Victoriano Roger “Valencia II” y el salmantino José Amorós en la lidia del ganado colmenareño de la divisa de Aleas.
Se dice qué, con motivo de esa fecha, Solórzano, quien era admirador y entrañable amigo de “Gitanillo de Triana, lo había visitado en la clínica, donde se recuperaba de una lesión y, tan impresionado quedó al verlo, que hizo correr la voz de que se desistía de torear en Madrid. El rumor se regó con rapidez y por ello causó sorpresa verlo aparecer ese 7 de junio por la puerta de cuadrillas de la plaza de la Carretera de Aragón, vistiendo principescamente de celeste y oro, para cuajar la histórica faena al toro “Revistero”, tercero de la función, siendo uno de los trasteos que dejan recuerdo imperecedero en quienes tuvieron la suerte de ser testigos de los hechos.
Al respecto, varios críticos especializados que presenciaron la hazaña, así lo describen. El cronista de La Voz, Maximiliano Calvo “Corinto y Oro” apuntaba el 9 de junio de 1931: “Entra el tercero en escena. Es un mozo colorado, retinto. Se acerca el momento cumbre de la corrida. Solórzano le ofrece el capote. Tres lances preciosos y una serpentina entre los mismos pitones inician el alboroto. Otros tres más, los pies juntos y clavados y media verónica formidable. ¡Qué bien torea este ‘Chuchito’! El bicho tardea, pero tiene buen estilo. Y viene un tercio de quites que se recordará toda la temporada. Solórzano borda materialmente el toreo. Valencia derrocha tanto valor, que cae al ruedo un ramo de claveles. Amorós no se deja ganar la pelea y dibuja cuatro chicuelinas.  El público, frenético de entusiasmo, obliga a los tres a salir a los medios montera en mano. Solórzano coge los palos y banderillea al colmenareño con tres pares llegándole hasta la cara, el segundo gramaticalmente monumental. El alboroto sigue sin interrupción, para verse inmediatamente coronado por una faena que es un asombro de valor y arte. La comienza con un pase alto, al que liga uno de pecho estatuario. Enseguida se echa la muleta a la zurda y torea al natural y en redondo cuatro o cinco veces, ligando los maravillosos pases en una pugna de valor ciego y elegancia muy personal. Con los naturales mezcla los de pecho con un estoicismo británico. La ovación y los olés puede que se oyeran hasta en el mismo Chapultepec. Dos pinchazos en lo alto, en los que el diestro se va tras la espada; un estoconazo y el toro rueda. Ovación inenarrable, la oreja y vueltas al ruedo entre merecidas aclamaciones. También al colmenareño se le da la vuelta al redondel. Esta decisión es un poco arbitraria porque el toro, aunque dócil, ha embestido obligado realmente por el torero. El toro no ha sido de bandera ni mucho menos, el que ha sido de bandera es el nuevo embajador de la tauromaquia mexicana, al que sin reservas ha proclamado el público figura del toreo”.
En tanto, en el Blanco y Negro, suplemento del ABC, Manuel Reverte, acotaba el 14 de junio de 1931: “¡Bien se deleitó el público que acudió a la novena corrida viendo torear a Solórzano! ¡Buena tarde para este torero, que cortó las dos orejas de su enemigo y salió de la plaza en hombros! Podemos asegurar que fue una de las faenas más completas que hemos visto esta temporada en Madrid. Fue en el toro corrido en tercer lugar. Un bicho de don Manuel Aleas, precioso de tipo, gordo, fino, bravo y noble. La serie de verónicas con que lo saludó Solórzano fueron algo verdaderamente admirable. Quieto, mandando, echando las manos abajo y tirando del enemigo suavemente. En dos quites volvió Jesús a mostrar su dominio y su arte. Solórzano prendió un par de banderillas que quedó desigual, luego lo enmendó con dos pares magníficos, llegándole paso a paso hasta la cara. ¡Cómo estaba aquel magnífico toro a la hora de la muerte! ¡Qué deleite para los que, además de admirar al torero, saben ver al toro! La faena de muleta fue sencillamente admirable por la serenidad, el arte, el dominio y la gracia del torero. No se puede aprovechar mejor un gran toro. Dos buenos pinchazos y una entera, entrando bravamente. Estalló la ovación grande para el torero, para don Manuel Aleas y para su toro, al que se le dio la vuelta al ruedo”.
Y Gregorio Corrochano, del ABC, decía esto el 9 de junio de 1931: “El toro bueno, magnífico, le tocó a Solórzano y lo aprovechó todo, con el capote, las banderillas, la muleta y el estoque. Todo. Siento que por buscar algunos efectos que no hacían falta se desligara la faena admirable. Hubo naturales perfectísimos, tirando del toro, pisándole descaradamente el terreno con tranquilidad y pasándoselo en arco desde el hocico hasta el rabo. Pases magníficos en los que hacía pasar al toro, que no es lo mismo que dejarlo pasar. Toreaba el torero, no el toro. Y las tres veces entró a matar muy bien. Los pinchazos tuvieron el valor de grandes estocadas. Fue una faena de suma elegancia y maestría que le valió ovaciones inacabables y la oreja y dos vueltas al ruedo y lo que vale más, un gran crédito artístico”.
Es así como hemos querido recordar al gran “Rey del Temple” en una de sus grandes tardes en los ruedos del mundo taurómaco.

DATO
Esa tarde del 7 de junio de 1931, en la antañona plaza de toros de Madrid, fue la de la consagración como figura del toreo de Jesús Solórzano


No hay comentarios:

Publicar un comentario