Publicado por Juan Lamarca en DEL TORO AL INFINITO
¿Pero es verdad que ha muerto Joselito? Me duermo al ser de día, al apuntar el alba del lunes, vislumbrando a la claridad incierta de la aurora, el cartel de la última corrida de San Isidro, anunciada para hoy, y que reza: Seis toros de Gamero Cívico, Joselito, Belmonte, Varelito.
Pero esta corrida...
Hoy ha muerto una época del toreo...
Joselito es ya el pasado. Ayer...
¡Qué abismo!
La cuadrilla de Joselito El Gallo
JOSELITO: A LOS100 AÑOS DE SU MUERTE
José Gómez Ortega, para el toreo Joselito el Gallo y Gallito. Nació el 8 de mayo de 1895 en Gelves (Sevilla) en la Huerta de El Algarrobo. Murió corneado por un toro en Talavera de la Reina el día 16 de mayo de 1920. Se cumplen ahora 100 años desde aquél luctuoso acontecimiento.
Vivió en un ambiente puramente taurino, pues, su padre era el señor Fernando el Gallo, matador de toros como también lo eran su hermano Fernando y Rafael. Se considera, por la crítica taurina, el torero más completo de la Tauromaquia. Era un banderillero excepcional siendo famosos sus pares al quiebro. Fue junto con Juan Belmonte -amigo y rival-, protagonista de la que se llamó Edad de Oro del Toreo.
Cuando Ricardo Torres, Bombita; lo vio por primera vez y de novillero dijo:
Lo único que yo he dicho es que este muchacho, si ahora al empezar, no tiene un percance serio, será una de las grandes figuras que, como Montes, Lagartijo y Guerrita, no aparecen sino cada treinta años.
Don Pío, después de ver la primera novillada de Joselito en Madrid escribió:
- ¡Ha resucitado Lagartijo!
Y no se equivocaron.
Tuvo pundonor desde el principio de su carrera, el día 15 de agosto de 1911, iban a torear Limeño y él su primera novillada picada. Limeño no pudo torear por enfermedad y Joselito de ofreció a despachar él solo la novillada. El día 13 de agosto junto con su apoderado don Manuel Pineda, fueron a la finca de don Felipe Salas para ver la novillada que estaba preparada, grandes y gordos pero recogidos de cabeza. No le gustaron al diestro de Gelves los novillos por cornicortos y exigió el cambio por otros más grandes y con pitones más serios. Don Manuel se desesperaba pensando en suspender la novillada. No la había más chica. Entonces oyó con asombro las palabras de Joselito:
- Si eso es lo que yo quería, don Manuel. Toros más grandes y con leña en la testuz. Porque aunque los que usted escogió están gordos y son presentables, no traen respeto en la cabeza, y el público hubiera podido pensar que por ser yo el único matador me habían buscado “carne acomodada”.
El apoderado, con temor, hubo de consentir que su torero saliese a matar los seis; tres de los cuales tenían demasiado peso y excesivas defensas para un matador no cuajado.
- Pero tan cuajado estaba –refiere Pineda- que a pesar de no salirles fáciles los lidió y mató con singular maestría y cortó las orejas de cuatro.
Igual que hoy en nuestros tiempos. Pero claro, se trataba de Joselito el Gallo, ¡casi nada!
Torero de asimilación, torero no genial, pero enorme, gigantesco. Personalidad de torero largo, completo, de la escuela sevillana hizo el toreo clásico y belmontino sobre todo en su época final.
Intervino en 121 novilladas y 681 corridas de toros. En Lima toreó, -en 1919-, nueve festejos. Estoqueó 1542 toros.
Actuó con Juan Belmonte el Pasmo de Triana, en 257 tardes. Al lado de su hermano Rafael Gómez, el Gallo, lo hizo en 184 corridas. Con la figura del toreo mexicano Rodolfo Gaona, figuró en 139 carteles.
Manuel Rodríguez, Manolete -padre del Monstruo de Córdoba-, toreó 13 corridas al lado del diestro de Gelves. José Flores, Camará, en su época de matador de toros – recibió la alternativa de manos de Joselito-, alternó en 31 tardes con Joselito.
Figura máxima del toreo, no dudaba en actuar en Madrid, plaza de máxima exigencia; lo hizo en 81 tardes. En Barcelona en 64 ocasiones. Entre la Real Maestranza y la Monumental de Sevilla se repartieron las 58 actuaciones en esa capital.
Diestro de gestos y de gestas, figuró como único espada en 25 tardes entre 1911 y 1920. En Madrid –año 1914- mató siete toros de don Vicente Martínez. En Valencia, seis toros de Miura, en 1915. En el año 1917 -en Sevilla-, estoqueó seis toros de Carmen de Federico.
Sus actuaciones en Madrid eran apoteósicas. Compareció entre los años 1913 y 1920 otorgándosele un total de 19 orejas y un rabo, este en la corrida del 10 de octubre de 1918, del toro Zigarrón de Guadalest.
Joselito, era un torero de valor probado, con un conocimiento extraordinario del toro y de los terrenos del mismo, que solo sufrió siete percances, incluido el de Talavera. La cornada más grave fue la que infirió un toro de Benjumea, en Madrid -el primero de mayo de 1919- de 16 centímetros en el muslo izquierdo.
Otorgó un total de once alternativas. Destacamos las de Dominguín, Sánchez Mejías, Camará y Florentino Ballesteros.
Desde 1915 a 1919 encabezó el escalafón. En ese año de 1919 le superó Juan Belmonte con 109 corridas.
Y Joselito fue a Talavera. El cartel anunciaba:
Plaza de Toros de Talavera de la Reina. El domingo, 16 de mayo de 1920. Gran corrida de toros. Se lidiarán seis toros, con divisa azul y blanca, de la acreditada ganadería de la Sra. Viuda de Ortega, de Talavera de la Reina. Espadas: José Gómez Ortega, Gallito, e Ignacio Sánchez Mejías. Sobresaliente de espadas: Miguel Cousé.
La cuadrilla de Joselito estaba compuesta por los picadores Carriles y Farnesio y los banderilleros Manuel Saco (Cantimplas), Enrique Belenguer (Blanquet) y Enrique Ortega (Cuco) Un palco con 13 entradas costaba 175 pesetas; barrera de sombra 15; barrera de sol 7; sol filas 1 a 10, 5 pesetas.
Don Gregorio Corrochano, maestro de la crítica taurina, el 18 de mayo de 1920, en el número 5416 de ABC, - archivo del autor-, relataba el motivo por el que Joselito decidió torear en Talavera.
Como acerca de la organización de esta corrida se ha fantaseado tanto voy a referirlo con todos los detalles que yo conozco, por mi parentesco con los ganaderos. El hijo mayor de la ganadera arrendó la plaza para lidiar sus toros y vino a Madrid a contratar a Sánchez Mejías a quien únicamente tenía deseos de contratar. Contratado éste, y como la plaza es pequeña y no tiene defensa para la empresa, se pensó en dos toreros de poco precio. Yo entonces les recomendé a Larita, como torero barato y al mismo tiempo valiente y de variado repertorio. Me parecía indicadísimo para Talavera. El señor Olmedo, apoderado de Larita, enterado de mi recomendación, me escribió dándome las gracias y enviándome los contratos en blanco. Sánchez Mejías le recomendó al empresario a Paco Madrid, y así quedó pensada la corrida, sin que a ninguno, remotamente, se nos ocurriera pensar en Joselito para esta corrida que al fin y al cabo era una corrida de pueblo. Fue el empresario al café Regina para tratar la venta de unos becerros para Ciudad Real, y allí encontró a don Leandro Villar quien le dijo:
-¿Porqué no lleva usted también a Rafael el Gallo, que daría más cartel a la corrida y lleva buena temporada?
- Porque aquella plaza no da para tanto.
- ¿Me cede usted el negocio y me comprometo a llevar a Rafael?
- Encantado; cuente usted con la plaza. Yo soy empresa a la fuerza, por lidiar mis toros, que es lo único que tengo interés.
Y quedó convenido el traspaso en estas condiciones. El Gallo y Sánchez Mejías y toros de Ortega. Y en esta creencia se marchó el ganadero a Talavera.
Don Leandro Villar, íntimo amigo de Joselito, le comunicó sus planes a éste.
- ¿Y porqué Rafael y no yo?
- Porque tú eres muy caro para Talavera.
- Yo soy torero más barato –dijo Gallito- porque soy el de más público.
Y como entre Leandro Villar y Joselito había una estrecha amistad, se concertó la corrida, en la que no intervino nadie más que en la forma relatada. Cuando se enteraron en Talavera no lo creían, y se hicieron apuestas si iba o no Joselito. El entusiasmo del pueblo no tuvo par. Lo tuvo más tarde en el duelo que le produjo la muerte del torero deseado. Este fue el proceso que esta desdichada corrida de Talavera, en la que no tuve más intervención que la de recomendar a Larita, que no fue, y poner al empresario Leandro Villar en relación con mis paisanos para que le facilitaran su gestión. Lo cuento a titulo de curiosidad, y al mismo tiempo para aclarar algunas informaciones que pudieran interpretarse mal. No por otra cosa ni salvar responsabilidades que no existen.
¿Puede ser culpable nadie, ni su mayor enemigo, de la tragedia de un torero?
En su libro Cinco lustros de toreo, crónicas y críticas, de ediciones La Fiesta Brava (1933) Don Quijote, seudónimo de don José Díaz de Quijano, nos describe la impresión que le causó la muerte de Joselito.
Página luctuosa. El más grandioso drama del toreo.
Noche trágica del 16 de mayo. Estamos sin prensa, sin noticias concretas de esa Talavera de la Reina que podría adornar sus losas famosas con una alegoría conmovedora, popular, taurina, cruenta y romancesca.
A pesar de aquella circunstancia, con las primeras horas de la noche invade toda la noticia brutal, el rumor increíble, que avanza como ola arrolladora, como un gran nubarrón negro y fatídico.
¡Joselito muerto por un toro!
No, no. No es posible. No hay prensa esta noche: serán rumores, alma.
¡Joselito muerto por un toro!
Y es cierto. Cinco veces, seis, en el incierto deambular hemos podido cerciorarnos, confirmar con toda evidencia la autenticidad de la noticia.
Ha sucedido lejos, en un pueblo, hace solo unas horas; pero ya se ha extendido, como un gas deletéreo, el suceso con toda clase de escalofriantes detalles...
¡Joselito muerto por un toro!
Hay que despertar de este mal sueño... Y no. De pronto, de un tajo, frío corte de afilada hoja de eternidad, Joselito se acabó, traspuso el filo de la vida; fue, ya no es, se hundió en el ayer sin mañana; se interrumpió la parábola de su vida triunfal; se interpuso cayendo a golpe de guillotina sobre su juventud espléndida la fatalidad, y se cerraron tras él –que traspuso el umbral en un instante trágico e imprevisto- las hojas silenciosas de esa pavorosa puesta que da paso al misterio, sellando toda historia...
Porque... ¡ha muerto! Porque ya no existe Joselito. Que lo ha matado un toro en Talavera de la Reina...
¿Pero es verdad que ha muerto Joselito? Me duermo al ser de día, al apuntar el alba del lunes, vislumbrando a la claridad incierta de la aurora, el cartel de la última corrida de San Isidro, anunciada para hoy, y que reza: Seis toros de Gamero Cívico, Joselito, Belmonte, Varelito.
Pero esta corrida...
Hoy ha muerto una época del toreo...
Joselito es ya el pasado. Ayer...
¡Qué abismo!
Felipe Sassone, autor teatral, escritor y amigo del diestro nos dice cómo se enteró de la muerte de Joselito en un artículo publicado el 22 de noviembre de 1945 en la revista El Ruedo, número 45 de la que extractamos:
- Han matado a Joselito en Talavera de la Reina.
Me daba la noticia el conserje del teatro Olimpia de Valencia donde me hallaba a la sazón dirigiendo mi compañía dramática y yo al pronto pregunté sorprendido sin quererlo creer:
-¿Qué lo han matado? ¿Y quién? ¿Por qué?
-¡ Lo ha matado un toro!
Y yo no creía, no podía creer. Y no porque hubiera supuesto jamás que el menor de los Gallo no pudiera morir en las astas de un toro, que muchas veces lo pensé, pues que si mucho sabía mucho se arrimaba y exponía, sino por esa protesta natural del sentimiento y de los nervios, que nos lleva, prescindiendo de la razón, a juzgar inverosímil y absurda la muerte de una persona a quien se quiere, y así, con ese lugar común desrazonado y frecuente en casi todos los que reciban de un modo inesperado una noticia de esa índole. Todavía exclamé:
-¡ Imposible! ¡Si ayer le vi tan bueno!
Y así era la verdad; que le había visto, si no ayer precisamente, tres días antes gallear a cuerpo limpio en un toro en la suerte de banderillas, con esa alegre seguridad de la cual se había llevado a la tumba el secreto...
Salí del teatro para ir hacia el club Gallito a obtener la noticia exacta y con pormenores, y durante el trayecto al pasar por delante de algunos grupos, oí, por todo comentario, la noticia escueta, que muchos pronunciaban con misma asombrosa incredulidad:
¡Joselito ha muerto en Talavera de la Reina!
Un enorme gentío se apiñaba a las puertas del club, donde, como una mortuoria se exhibía la copia del telegrama de Blanquet, su banderillero, que decía:
“Estamos velando el cadáver de Joselito en la enfermería”.
Era una noche de primavera clara y ardiente, en Valencia florida y hermosa; pero toda ella estaba triste.
No pude trasladarme a Madrid por obligaciones de mi negocio teatral. Envié unas flores sin dar el pésame a nadie.
Y pasaron tres meses, hasta que una mañana de domingo encontré a Rafael el Gallo, a la puerta del Hotel de Oriente, en Barcelona. Toreaba esa tarde.
-¡Adiós, amigo! –me dijo-, ¿Me acompaña usted a echar un paseo?
Así lo hicimos y Rafael decía:
- No hay más remedio que hablar de él –exclamó- hay que hablar siempre; no se puede dejar de hablar. Cuando un hombre noble y bueno ha vivido cerca de nosotros, ya no se va nunca del todo.
Yo terminé el pensamiento:
- Deja detrás de sí un halo luminoso, una estela; como esas estrellas cuya luz aún vemos los de la tierra durante muchos siglos.
Rafael hablaba de José lleno de admiración y entusiasmo; casi sin pena, como si estuviera vivo.
-¿Qué puedo hacer por usted?, le pregunté:
-Escríbame un prólogo para un libro sobre José que voy a hacer.
En el libro está escrito el relato de la última corrida y muerte de Joselito. Transcribimos dicho relato –poco conocido y espeluznante- tal como figura en el libro:
A la hora anunciada con un lleno completo, empezó la corrida lidiándose los tres primeros toros sin poder hacer nada extraordinario, a pesar de los buenos deseos de los matadores pues aunque a parte del publico le parecían bravos, salieron mansos, broncos y con poder.
En el cuarto que se prestaba a poder hacer algo le dijo Ignacio a José:
-¿Qué te parece? ¿Le banderilleamos?
Contestándole Jose:
-Lo que tú quieras.
Entonces Ignacio avisó a Joselito que iba a entrar por delante colocándole un gran par, siguiendo José con uno enorme. Volvió a entrar Sánchez Mejías con uno de dentro a fuera colosal, cerrando el tercio, cuarto par, Joselito con uno muy bueno, oyendo por ello la última ovación que recibió en su vida.
En este momento se le cayó la faja –cosa rara en él-; la cogió y la tiró no volviéndosela a poner.
Salió el quinto –Bailaor de nombre- bronco, con poder, algo burriciego pero muy certero tropezando con los caballos, pues mató cinco en las cinco varas que tomó. En banderillas estaba con mucho nervio y difícil.
Con la muleta Joselito empezó a torearle –tratando de apoderarse de él- muy valiente, teniéndole casi dominado. Estando Cuco, su banderillero, a un lado y Blanquet a otro, les dijo:
-Quitarse; dejarme solo con él.
Empezó a darle pases de tirón, volviendo el toro a las tablas, dándole con la muleta en la cara. Notando que el toro veía mejor desde lejos, se retiró arrancándosele en ese momento rápidamente; entonces le adelantó la muleta para vaciarlo; el toro no obedeció, quizá por el defecto de la vista, enganchándole con el pitón izquierdo por el muslo derecho y en el aire le dio en el bajo vientre la horrible cornada que le produjo la muerte.
La impresión fue tremenda. Cayó encogido; rebotándose el toro por encima. Acudieron a levantarle. Entonces, echándose las manos al bajo vientre exclamó:
-¡Ay, madre mía, tengo fuera los intestinos!
- ¡No! –contestó Blanquet.
Con una mirada que no se borrará nunca de mi memoria dijo:
-¡Mascarell! ¡Mascarell!
Echando acto seguido la cabeza sobre su hombro izquierdo, en el preciso momento que caía desplomado en brazos de su cuadrilla, con un fuerte colapso.
Le llevaron a la enfermería, tendiéndole en la mesa de operaciones, rasgándole rápidamente la taleguilla.
Viendo los médicos que por la herida del vientre le salía todo el paquete intestinal, velozmente se lo introdujeron.
Acudieron Farnesio, Camero y su hermano Fernando al que no dejaron entrar. Estaban curándole los doctores Sanguino, Ortega, Luque, Muñoz, Pajares y Pastor. Empezaron a reconocerle. Viendo que le acometía otro colapso dijo uno de los médicos:
-!A él, a él, que es lo importante!; dejad ahora la herida, poniéndole al mismo tiempo numerosas inyecciones en los brazos y los costados. Joselito abrió los ojos desfallecido, diciéndole a Blanquet:
- ¡Suelta! ¡Me ahogo!
Estas fueron sus últimas palabras.
Joselito llamaba desesperado a su médico de confianza, el doctor Mascarell que no se hallaba presente.
El cadáver del diestro de Gelves fue trasladado desde Talavera de la Reina a Madrid a la calle Arrieta a la casa propiedad del matador.
La calle de Arrieta era, desde las cinco de la tarde, un hervidero de gentes y aficionados que esperaban la llegada del féretro con los restos mortales de Joselito. A la casa mortuoria se enviaron gran cantidad de coronas de flores por personalidades, toreros, ganaderos y otras instituciones.
Pasadas las cinco y media de la tarde llegaron Fernando El Gallo, Sánchez Mejías, Juan Belmonte, Vicente Pastor, Larita, parientes y amigos de Joselito. El cadáver del torero de Gelves llegó pasadas las siete de la tarde. El féretro fue conducido, en hombros, hasta el salón de la casa donde se instaló la capilla ardiente. El cadáver estaba vestido de negro y el rostro del torero reflejaba serenidad con una mueca leve de dolor por la cornada.
Se organizaron turnos de vela por la Asociación de Toreros. Toda la noche permanecieron velando el cadáver los miembros de su cuadrilla y amigos.
El Presidente del Consejo, Sr. Dato, estuvo en la casa mortuoria y depositó una tarjeta de pésame. Otras personalidades tales como el Sr. Maura, conde de Heredia Spínola, Sr. López Dóriga, duque de Tovar, Marqueses del Salobral y Campo Nuevo y duquesa de Canalejas también dieron el pésame a los familiares y amigos de Joselito.
Se celebraron misas en el altar de la capilla ardiente.
Sobre las cinco de la tarde se puso en marcha el cortejo desde Arrieta hasta la estación de Mediodía para, en tren, ser trasladado el féretro a Sevilladonde recibiría sepultura.
Por donde pasaba la comitiva el gentío era impresionante y las muestras de dolor infinitas. Calles del Arenal, Puerta del Sol, deteniéndose en Espoz y Mina donde la Asociación de Toreros se hizo cargo del cadáver llevándolo, en hombros, compañeros del finado hasta el número 7 sede de la Asociación. Una vez allí la parroquia le rezó un responso con cruz alzada. Luego, continuó el traslado hasta la estación de Mediodía.
Durante el viaje a Talavera Joselito habló sobre la corrida de Albaserrada del día 15 –un día antes de la tragedia- que no se pudo lidiar en Madrid.
Se desechan los toros cornicortos esos que se llaman de poco respeto en la cabeza, porque cree la gente que no son peligrosos, que no pueden dar una cornada, y es lo contrario; esos toros cornicortos son más certeros y rara vez enganchan sin herir.
No sospechaba el matador que un toro cornicorto, de esos certeros que él decía, había de matarle horas después.
La madre de Joselito - Gabriela Ortega-, había dicho:
-Para que un toro mate mi hijo, tiene que tirarle un cuerno...
La taleguilla que llevaba Joselito en Talavera la tenía en su museo el Conde de Heredia Spínola, amigo del torero, y refirió:
Tenía la taleguilla con el agujero de la cornada mortal de Talavera; pero durante la guerra civil la perdí. La cornada era tan certera, que el agujero parecía estar cortado con tijeras.
Ignacio Sánchez Mejías llora sobre el cadáver de su cuñado Joselito El Gallo
Federico García Lorca escribió:
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sol y de inteligencia.
José María Sánchez Martínez-Rivero.
Mayo de 2020, y en Collado-Villalba.
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