La muerte de Juan Corso no sorprendió a sus muchos amigos que vivían pendiente de sus muy serios quebrantos de salud. Ocurrió ayer, en Maracay, quien hasta principios de 1963 actuó como novillero, figurando en muy variados carteles. Fueron aquellas extensas temporadas , las que tuvieron como base aquel bovino que anunciaban como criollo. Aquello no era otra cosa que un galimatías cruzado con cebúes que habían invadido las sabanas desplazando al criollo auténtico, el toro con el que se fundó la tauromaquia nacional.
Eran días de sueños los días de la formación de Mario Galavís, Argenis López, José Licón, Rafael Rodríguez, Oswaldo Padrón, Simón Mijares “El Duende “del colombiano Jansen Herrera, una generación que llegó a graduar de matadores de toros, y Enrique Colmenares que no sería matador de toros pero llegó a inusitadas alturas como ciudadano por su formación intelectual.
A una buena partida de toreros interesantes entre quienes destacaron Adolfo Rojas, Eduardo Arcila, Jesús Narváez, Carlos Martínez, Joselito López, Lucio Requena, Evelio Yepes. Grupo que descifraba sin trabas el galimatías que representaban los toros de Suripá y de Juan Lavieri, La Cabrera, toros con los que Juan Corso y aquella pléyade de toreros venezolanos escribieron páginas importantes de nuestra tauromaquia, con tinta de ilusión, en pergaminos de esperanza.
A una buena partida de toreros interesantes entre quienes destacaron Adolfo Rojas, Eduardo Arcila, Jesús Narváez, Carlos Martínez, Joselito López, Lucio Requena, Evelio Yepes. Grupo que descifraba sin trabas el galimatías que representaban los toros de Suripá y de Juan Lavieri, La Cabrera, toros con los que Juan Corso y aquella pléyade de toreros venezolanos escribieron páginas importantes de nuestra tauromaquia, con tinta de ilusión, en pergaminos de esperanza.
Su último paseíllo lo hizo Juan flanqueado por Carlos Martínez y Joselito López el 8 de noviembre de 1964 en Maracay con novillos de Juan Lavieri.
Juan Corso se ha ido, acompañado del dolor; pero dejó en el haber su contribución como taurino, la formación de toreros y de profesionales, que incluye a buenos toreros colombianos como Oscar Silva o mexicanos como Gilberto Ruiz Torres y Adolfo Guzmán, y toreros de la médula espinal criolla como Celestino Correa, Carlos Osorio Rayito y Antonio Arteaga "Arteguita", o españoles como Guillermo Ciscar "Chavalo" y Alfonso Galán. ídolos del espectáculo taurino nacional, convirtiéndose Juan en firme impulsor de la fiesta en Maracay. Corso aprovechó el despertar de un ambiente provocado por la temporada de novilladas construido por Gregorio Quijano en Caracas y del estímulo de ganaderos nacionales que por aquellos días aprendían a caminar marchando con el redoble de los corazones de la torería vernácula, carente de oportunidades.
Hoy sus restos recibirán sepultura en su Maracay, pero antes le rendirán honores con la tradicional vuelta al ruedo del coso del Calicanto donde triunfó como organizador de espectáculos y estimuló a quienes se iniciaban.
Muchos le recuerdan por haber hecho el paseíllo en el Nuevo Circo de Caracas junto a César Girón y Pepe Cáceres como sobresaliente de espadas en el mano a mano de la primera Corrida del Círculo de Periodistas de Caracas en 1964.
La familia taurina de luto, pues ha perdido a un auténtico.
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