martes, 28 de enero de 2020

UNA MENTE MARAVILLOSA, Por Carlos Ruiz Villasuso / Mundotoro.com

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Artículo en recuerdo de Pepe Alameda

Una mente maravillosa
Hace hoy treinta años, moría un hombre inteligente, culto, atrevido y sin calificación posible. Una inteligencia subida a un interrogante continuado, sensible en contenidos creativos de literatura, de poesía, de narrativa periodística en todos los frentes posibles, televisión incluida. Hace treinta años fallecía de muerte casi planeada un hombre exiliado por sus ideas políticas que hubo buscar en México refugio tras la Guerra Civil de 1936. Su nombre, Carlos Fernández y  López-Valdemoro, alias Pepe Alameda.
El autor de uno de los libros que debería leer todo profesional taurino y aficionado, incluso todo lector con afecto por el arte, Los heterodoxos del toreo, ha sido uno de los narradores de toros más avanzados y lúcidos por no decir el más y el mejor. “El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega”, es frase ya histórica pero no la definitiva. El fondo de Carlos Fernández tiene medidas poco imaginables. En 1941 comenzó a trabajar como comentarista en la radio, pasó a la televisión (Telesistema Mexicano, luego Televisa) narrando para el país las corridas de La México en los años 50 y 60 del siglo pasado.
El autor de uno de los libros que debería leer todo profesional taurino y aficionado, incluso todo lector con afecto por el arte, Los heterodoxos del toreo, ha sido uno de los narradores de toros más avanzados y lúcidos por no decir el más y el mejor.
Alameda, como todo hombre culto sin ocultismos, entendía que narrar toros era narrar para todos. Un ama de casa no tiene porqué saber qué es una chicuelina” es una de sus afirmaciones más claras sobre cómo ha de narrarse una corrida por televisión. Sin cultismos y sobre todo, dirigiendo los tecnicismos de suertes o actos a los caminos de su compresión más popular.Narrar para el entendido, decía, es vaciar los tendidos.
Ese México que le acogió, el México que le aupó, que le respetó y que casi le idolatró, fue su mejor contexto vital. Pocos periodistas lograron tener un reconocimiento de “maestro” tan unánime en aficionados, toreros, ganaderos y empresas. Pero, sobre todo, pocos o ninguno sin tener que abandonar su personalidad. AlamedaCarlos Fernándezhoy sería un “raro”. Era tan naturalmente culto que se atrevía a analizar y hasta criticar la pintura de Goya o de Picasso, pero también de la Kalho o de Diego Rivera.
Esa forma suya de unir artes a al arte del toreo,de analizar y preguntarse por el toreo mucho más allá de una corrida, en su contexto social y artístico, fue su propio dique de contención, por no decir la arquitectura diaria de su jaula. En realidad a Alameda, a quien abrieron de par en par las puertas de los medios para lo taurino, se las cerraron en los medios literarios o artísticos. Se las apañaba en sus conferencias o en las entrevistas que le hacían, pero cuando quiso aventurarse en el mundo de “lo cultural”, se le cerraron las puertas. Era, como todo iconoclasta, una boca sin doma posible.
Me da que hasta Televisa, en donde pasó tiempo casi sin hacer nada, aplicó su derecho de exclusividad con su contrato, para que el genio no se desatara en universidades y ámbitos de la cultura y la enseñanza.  Rara vez alguien “desde dentro” del mundo de la Tauromaquia, podrá aspirar a ocupar su lugar justo “fuera” de esas fronteras. La libertad que le dieron a Alameda en México y en su regreso a España, fue una libertad dentro de unos límites, las del contenido taurino. Ejemplo de que hoy seguimos tenemos libertad para desmenuzar críticamente un lance o un pitón, pero jamás para señalar a alguien de afuera como perverso contra la Tauromaquia, ya sea una administración, un partido, una institución cultural, un Papa, un pope, un Pepe, un soldado o un Ministro. Y, además, creyendo estúpidamente que tenemos libertad.
La libertad que le dieron a Alameda en México y en su regreso a España, fue una libertad dentro de unos límites, las del contenido taurino. Ejemplo de que hoy seguimos tenemos libertad para desmenuzar críticamente un lance o un pitón, pero jamás para señalar a alguien de afuera como perverso contra la Tauromaquia
Una forma de saber que no haría “daño” o que no molestaría con su agilidad mental, sus recursos argumentales y oratoria plena de contenidos ilustrados fue ponerle lindes. Dicen que, siendo bebedor de coñac pasó a serlo de tequila. Que jamás hizo caso a los doctores, que llegó a proclamarse una “República” incluso para las decisiones menos desfavorables de su salud. Sabemos que fue un auténtico genio, un tipo que dio fuste, brillo, clase y categoría a la narrativa taurina. Pero intuyo que sólo en esa frontera lo dejaban estar.
Intuyo que vio desde la ventana pasar el mundo por delante de su inteligencia sabiendo que jamás alguien “desde dentro” de lo taurino tendrá libertad y sitio “fuera”. Dentro se puede lograr una cultura, una visión tan lúcida de la política, de la sociedad, del poder, de la cultura, que causa temor. Porque alguien de “dentro” que salga “afuera” con su talento como arma, es perjudicial para la salud equilibrada de los que dominan los cotarros.

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