miércoles, 22 de enero de 2020

ANTONIO FERRERA HA HECHO REALIDAD EL SUEÑO. Por Carlos Ruiz Villasuso / Mundotoro.com

 

Por C.R.V. 

La Ministra Calvo le pega un sopapo a la Real Academia de la Lengua por que no tragan con esa barbaridad de ideologizar el lenguaje con lo ‘inclusivo’. Esa institución tiene los días contados sino se pliega, como la Fiscalía, propiedad del cortijo de la Coalición, como la Abogacía del Estado y hasta la propia Constitución, porque aunque ésta diga blanco y el Gobierno diga que acata lo blanco, luego le pegan un sopapo negro. Los Ministros y Ministras de este Gobierno hacen cosas raras. Raras según la acepción sexta de la definición de raro de la RAE: que tiene poca densidad y consistencia. Un gas enrarecido.
En el toreo hay raros. No tantos, pero los hay. Pero no raros para aplicarles la acepción sexta del Diccionario, sino las otras. Más sutiles, precisas y nobles. Extraordinario. Escaso en su especie o clase. Insigne, sobresaliente en su línea. Por ejemplo. Y un raro, pero raro, raro. Antonio Ferrera. El toreo que más, mejor y de forma más contundente se ha reinventado o renacido en las ultimas décadas. 
Es, más que nadie, Hugh Glass, el personaje de esa inmensa película del mexicano Iñaurritu, ‘El renacido’.
Glass es un hombre interiorizado, de natural salvaje, fuerte y con un salvaje e indomable deseo de vencer todo lo que se aparece como adversidad. Nadie lo ubica, nadie lo comprende del todo, pero todos sienten que Glass posee una natural y salvaje capacidad para ser referencia en los tiempos de duda y los momentos de pánico. ¿Qué queda del Ferrera que necesitaba mantenerse vivo lidiando seis de Ibán en Nimes y el que cortó un rabo al de Palha en la misma plaza hace ya una década? Que queda del de los seis de Victorino, del los de tantos de Victorino, de el toreo de las banderillas, que queda del toreo que El Fandi desestimó.
Queda todo. Porque cada paso del pasado fue haciendo al hombre, matizando al toreo hasta buscar su lugar. Dicen los toreros, lo dicen mucho, que intentan crecer. A veces los toreros usan verbos extraordinariamente totémicos, claves en el arte, pero que, de tanto usarlos dejan de serlo. Crecer. Soñar. Aquí todos sueñan y todos crecen. Ferrera, en su ser renacido o reinventado, dice lo que decía ese pedazo de artista que fue Venancio Blanco (el autor del Belmonte de bronce que habita en Triana) que el sueño es la realidad. Para Glass el sueño es la realidad y la realidad es el sueño. Para Ferrera, también.
Realidad y sueño. Nada que uno sueñe es irrenunciable. Es más, quien sólo sueña y renuncia a hacerlo real, no sueña, ni crece ni nada. ¿Cuánto cuesta hacer realidad los sueños?. Una inmensidad de tortura personal, intelectual, de sacrificio de valor, de fe, de deseos de ser libre. Antonio Ferrera ha hecho realidad el sueño. Es hoy un torero icono de no se sabe que, pero que se intuye ser algo llamado libertad. Un torero fugado de los estereotipos o de los previsible, que, en esa huida hacia ser libre, a hacer su albedrío, ha reventado el año pasado plazas como las de Madrid. Pero no de cualquier forma.
Cuando toreó en Madrid Ferrera, al mismo tiempo que él se liberaba en su libre albedrío, liberaba a la plaza de todo estereotipo. Hay quien se preguntan por qué a unos toreros se les censura lo que a otros se les canta. Puede ser porque unos son libres, carecen de prejuicios, porque han pasado el fielato duro de toda una trayectoria hasta haberse ganado el derecho a torear siendo ellos mismos. Esa es la razón. Y el toreo, cada vez más, necesita de toreros sin cliché, sin guión, muy interiores en su vida y en su toreo, con miles de defectos a decir del cánon. Pero con la gran virtud de haber superado a toda norma. Muy por encima de cualquier norma. Porque en el toreo la norma es el ancla, la jaula, el lastre.
Publicado en Mundotoro

1 comentario:

  1. Extraordinario por lúcido, por cierto, por lo bien escrito, además. Bien por Ruíz Villasuso y por Ferrera, claro.

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