La plaza de Las Ventas tiene aspecto físico de templo, y porque en la Plaza de Las Ventas de Madrid se celebran actos litúrgicos. Se otorgan alternativas con rango de sacramento profesional a los que ejercerán la cátedra taurina como maestros del toreo.
En Las Ventas se confirman los doctorados, como en Roma los obispos, y la confirmación es liturgia de jerarquía arzobispal y solo las basílicas del toreo la conceden.
También en Madrid el triunfo se convierte en acto consagratorio. El torero que triunfa en Madrid, se consagra; y las puertas de las plazas se abren para él en todo el universo.
Curro Vázquez la tarde del jueves dos de junio de 1983, cuando la Iglesia de Roma celebraba su fiesta grande Corpus Christi, decidió que debía ir a morir en la arena de Madrid. A triunfar o a morir en Las Ventas.
Curro Vázquez aunque nacido en la andaluza Linares, es un torero hecho en Madrid. De muy niño se vino a vivir a la villa y corte y de novillero encabezó los números de las estadísticas y las ilusiones de los más exigentes aficionados. Ha sido un artista con criterio pleno en la realización del toreo, un artista que brindó tardes memorables como novillero.
Una tarde en Madrid fue aquella tarde de la alternativa de Curro en la arena de Carbanchel, aquella Plaza de Vista Alegre, La Chata, ubicada en el populoso barrio de orilla, castizo. Barrio de cárcel, con plaza de toros. En aquella Chata Curro Vázquez recibió un cornalón que casi lo quita de torero. Fue un toro burraco, de la ganadería jerezana de don José Luis Osborne. Le costó mucho reponerse de esa cornada. Fueron años los que tuvieron que pasar para que volviera a coger el sitio. En Madrid, en la plaza de Las Ventas, realizó el año pasado la faena de la temporada en aquella importante plaza. Le dieron todos los trofeos y todos los créditos. Ese crédito le abrió las puertas de Lima, plaza en la que conquistó el trofeo Escapulario de Oro del Señor de los Milagros sin cortar una oreja. Caso único del toreo.
Este año fue a la Feria de San Isidro tres tardes. Como el que más. En plan de figura; recogiendo los laureles del éxito alcanzado a final de temporada.
A los toreros que van con la actitud que fue Curro Vázquez a Madrid, los aficionados de la andanada les esperan de uñas. Se trata de un tribunal maldito, una minoría que corrompe la tribuna madrileña. Les exigen hasta la desesperación. Los llevan al patíbulo. Son insensatos e injustos. Curro Vázquez sufrió los ataques de esa andanada en sus dos primeras presentaciones. La víspera de la corrida de Saltillo tuvo la disposición de morir.
Es que en Madrid, si se desea ser figura del toreo, hay sólo dos maneras de salir de la plaza: a hombros, por el triunfo o en brazos de los asistentes, a la enfermería.
Curro Vázquez salió en brazos de los asistentes a la enfermería tras lidiar su segundo toro de Saltillo. Cuando intentaba torear en redondo, con la mano derecha, el toro prendió por el muslo, lo alzó y le introdujo el pitón desgarrándole el paquete vascular y partiéndole la vena safena. El torrente de sangre tiñó la arena. Uno nudo de terror cortó los gritos de protestas en la andanada y abrió un torrente de exclamación y pánico en las voces de los aficionados de Madrid. Curo Vázquez había ido a Madrid a triunfar. No estaba dispuesto a que los del Tendido Siete, ni que los gritones del Tendido Ocho, siguieran humillándole. Quería salir por la puerta grande.
Curro quería salir como había salido Paco Ojeda dos veces en este abono de Madrid. Paco Ojeda es otro torero que había vivido el calvario que vivió Curro Vázquez. Ojeda fue puntero de la novillería y llegó a figurar en la plantilla de la Casa Camará. Esa organización de apoderados y empresarios que fundó don José Flores Camará y que heredada por sus hijos Pepe y Manolo. Por alguna razón no conocida. Paco Ojeda no funcionó con Camará. Estaba en el anonimato hasta que se encerró con seis toros, a finales del año pasado, en la Maestranza de Sevilla. Paco Ojeda triunfó en Sevilla. Luego lo hizo en Valencia y confirmó su éxito en la feria de abril sevillana. Contrató tres tardes para Madrid; las dos primeras cumplió y salió a hombros. La tercera, la que tenía que torear en compañía de Antoñete, no compareció. Alegó que un día antes, en Toledo, un toro le había lastimado. Paco Ojeda no es el tipo de torero de Curro Vázquez. No tiene el arte del rublo linarense. Es más hosco y más arrojado. Su estilo va a caballo entre Manuel Benítez El Cordobés y Dámaso González. Un estoicismo encimista que se adueña de inverosímiles terrenos para adueñarse de los tendidos. Es discutible: Usted puede o no estar de acuerdo con el planteamiento de Paco Ojeda, pero tendrá que aceptar que se trata de un torero de masas. ¿Qué es un torero de masa? Nadie lo puede explicar, es un torero como Belmonte que llenaba la plaza en la época de Joselito o como Chamaco que dejó de ser torero de masas cuando aprendió a torear. Manolete sabía torear y también fue torero de masas. El Cordobés fue valiente e imperfecto y fue torero de masas, las masas no han querido a Dámaso González, que ha sido muy valiente.
Las Ventas por dentro tiene aspecto de templo. Y lo es. Allí van los toreros a consagrarse. Allí se celebra un rito distinto; la liturgia taurina es diferente a la del resto del mundo; no tiene la luz de Andalucía, ni la legendaria de América. Madrid es Madrid y para ser torero de Madrid hay que salir con una disposición para la muerte.
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